El presente artículo quiere contar cómo se vivió en Punta Alta los 74 días que duró la guerra de Malvinas. Para ello se ha recurrido a los diarios de la época que reflejaron fundamentalmente el quehacer institucional de la ciudad y a algunos testimonios de vecinos de diferentes ocupaciones que recuerdan esos días de otoño de 1982. Año tras año se realizan actos para recordar a los héroes de la gesta de Malvinas pero pocas veces se habla y se reflexiona acerca de cómo se percibió la guerra en la ciudad, qué temores había, qué sentimientos predominaban, teniendo en cuenta que buena parte de los vecinos era personal militar y por tal participaron de manera directa de la contienda.
Como es imposible poner en la nota todos los testimonios de vecinas y vecinos que posee en su archivo de historia oral el Archivo Histórico Municipal hemos elegido solamente algunos de ellos, que cuentan las vivencias de gente común ante hechos extraordinarios. Claro es que los recuerdos y los relatos de esos puntaltenses no agotan, ni pueden hacerlo, ni las experiencias ni los sentimientos que poseen acerca de la guerra las decenas de miles de habitantes de la ciudad. Las percepciones que se tienen de la guerra son necesariamente individuales y varían de acuerdo a las edades de los testigos, a sus quehaceres e intereses del momento, al papel que desempeñaron en el conflicto o a la cercanía mayor o menor con las personas directamente involucradas en las acciones bélicas.
Punta Alta ante el inicio de la guerra.
Desde el punto de vista económico-social la relación de Punta Alta con la Base Naval ha sido central. Históricamente la mayoría de los habitantes de Punta Alta se desempeñaron laboralmente en el Puerto Militar (como personal militar o civil) y los que no, eran dueños de algún comercio o fábrica, generalmente proveedores de la Base (alimentos, indumentaria o materiales varios). Esta situación no ha variado con el transcurso de los años. Según los datos arrojados por el último censo se sabe que el 59, 24% de la población ocupada lo hace en el sector público, y de este porcentaje, la mayoría se desempeña en la Base Naval, ya sea como personal militar o civil.
El 2 de abril de 1982 las tropas argentinas desembarcaron en Puerto Stanley, luego rebautizado Puerto Argentino y tomaron el control. El general Luciano B. Menéndez asumió como gobernador de Malvinas y la bandera argentina volvió a flamear en las islas. Aunque el plan militar hacía tiempo que se venía analizando, para la sociedad argentina la toma de Malvinas fue algo inesperado. “Hemos recuperado, salvaguardando el honor nacional, sin rencores, pero con la firmeza que las circunstancias exigen, las islas australes que integran por legítimo derecho el patrimonio nacional”[1], afirmó desde uno de los balcones de la Casa de Gobierno el presidente de facto general Leopoldo Fortunato Galtieri.
La noticia fue anunciada al país por cadena oficial y generó una primera reacción de sorpresa generalizada. En todo el país, prácticamente unánimes fueron las expresiones de aprobación, apoyo y alegría ante los hechos acontecidos. En Punta Alta, las repercusiones también fueron en la misma dirección. En el diario La Nueva Provincia del día 3 de abril puede leerse:
“La jornada transcurrió en absoluta calma, con cálidas conversaciones de rostros alegres que no ocultaban su satisfacción por lo acontecido. Respondiendo a la inquietud de la comuna rosaleña comercios y casas particulares fueron profusamente embanderados, en tanto numerosos vehículos, portando también banderas, recorrieron las calles de la ciudad haciendo sonar sus bocinas. Por la mañana, aproximadamente a las 8:30 repicaron las campanas del templo de la parroquia María Auxiliadora y cuando los relojes marcaban las 10, con prolongados toques se hizo escuchar la sirena del cuartel de la Asociación Bomberos Voluntarios.”[2]
Pocos días después el gobierno británico a través de la primera ministra Margaret Thatcher decidió liberar las islas. Rápidamente se reunió un importante destacamento de fuerzas, formado por dos portaaviones y unos 28.000 hombres. Todo intento diplomático fue infructuoso ante la posición firme e intransigente tanto de las autoridades británicas de recuperarlas por la fuerza como de las argentinas de mantener la ocupación. Esta postura quedó grabada en la memoria del pueblo con el discurso de Galtieri efectuado el día 10 de abril desde uno de los balcones de la Casa de Gobierno, ante una manifestación popular multitudinaria de apoyo a la recuperación de las Malvinas: “Si quieren venir que vengan, que les presentaremos batalla”.
Ese mismo día, en el diario se publicaba una curiosa encuesta realizada entre la población puntaltense. A la pregunta de si irían a luchar por la patria a las islas Malvinas, todos los encuestados respondieron que sí. “Es nuestra tierra, que desde hace casi 150 años estuvo ocupada por los ingleses”, “La acción patriótica de las Fuerzas Armadas del 2 de abril fue lo más acorde a la circunstancia”[3], argumentaban.
El 12 de abril, las fuerzas británicas comenzaron el bloqueo de las Malvinas y el 1º de mayo se iniciaron los combates: la guerra fue un hecho.
La adhesión institucional.
En los siguientes días las instituciones locales manifestaron su adhesión al acontecimiento del 2 de abril. El Club Náutico Punta Alta, por ejemplo, lo hizo a través de la imposición de los nombres “Islas Malvinas” y “Capitán Giachino”[4] a dos embarcaciones del club, a la vez que envió un mensaje de apoyo a las autoridades nacionales[5].
Además, todas las escuelas del distrito se organizaron para rendir homenaje “a la heroica acción de las Fuerzas Armadas en la recuperación de las islas Malvinas”. Los actos se realizaron en el parque Sarmiento, en la plaza Moreno y en la plaza General Belgrano.
También hicieron lo propio los sindicatos. Luego de varias reuniones de la mesa directiva de la Unión Personal Civil de las Fuerzas Armadas, con la presidencia de su secretario general Ángel Humberto Ibarra, se dio a conocer una declaración que proclamaba la adhesión a la recuperación del archipiélago:
“Apoyamos y apoyaremos sin reservas, la posición del superior gobierno de la Nación y de las Fuerzas Armadas, en resguardo de la integridad física y moral del país, en sus contornos terrestres, marítimos y aéreos.” A continuación, el documento señalaba que esto es así pese a las discrepancias con las políticas socioeconómicas del gobierno militar: “Las diferencias internas, e incluso nuestro desacuerdo hacia algunos aspectos del desenvolvimiento económico, quedan subordinados al alto interés nacional en juego, y, en consecuencia, ofrecemos, para cualquier contingencia extrema (que no deseamos) mayores horas de trabajo, esfuerzo redoblado y postergación de reivindicaciones, así como la decisión insobornable de nuestra colaboración individual y colectiva en el campo que sea requerida”. La proclama concluye: “Hoy, como nunca, aparece como de insoslayable necesidad una definición clara y firme, que demuestre al mundo todo, la inquebrantable decisión del pueblo argentino y sus Fuerzas Armadas, de defender la soberanía de la Patria en todas sus latitudes”[6].
Por su parte, el Club de Leones local llevó a cabo un registro de dadores voluntarios de sangre, ante la eventualidad que se precise en los nosocomios del partido. Para ello imprimió planillas que registran datos como nombre, apellido, factor sanguíneo, fecha de la última donación, dirección y teléfono. Estas planillas serán oportunamente clasificadas por grupos y factor y por orden alfabético, lo cual facilitaría la ubicación del donante eventual[7].
Virginia Pereda era miembro del Club de Leones y evoca la actividad que tenían en ese entonces:
“En el 82 empezaron a trabajar las Damas del Club de Leones en la casa del presidente de ese momento que era Edgar Tourn. Y Edgar y Gladys tenían un quincho muy grande, entonces las que tenían máquinas de tejer, en ese quincho nos juntábamos las veintipico de mujeres que éramos. Y pedíamos a nuestras madres que tejían y que colaboraban, que bufandas que gorros que guantes. La idea se formó acá en el Club, porque pedían abrigos para mandar al sur y todos juntábamos en nuestras casas, nuestros hijos en las escuelas. Lo que no me acuerdo es adónde llevábamos las donaciones. (…) Era un encuentro y juntar cajas y cajas, maravilloso. Mandábamos cartas para los soldados, adentro de las cajas con mercadería, golosinas pedimos, juntamos y compramos”[8].
El 2 de mayo de 1982 se produjo el hundimiento del crucero ARA General Belgrano con 1093 tripulantes, de los cuales fallecieron 323. Lo sorpresivo del ataque por parte del submarino británico HMS Conqueror, realizado fuera de la zona de exclusión marítima, sumado al número de víctimas (la mitad de las bajas argentinas durante el conflicto) y el hecho que muchos de los afectados fueran vecinos de Punta Alta, conmovió profundamente a la ciudad.
La comisión provisoria del Movimiento Nacional Justicialista de Coronel Rosales repudió el luctuoso hecho. A tal fin se redactó una nota firmada por el presidente y secretario de la comisión provisoria, Raúl Alberto Rodríguez y Ricardo Bres, respectivamente:
“Ante el incalificable ataque realizado por el agresor anglo-yanqui a nuestro crucero “ARA General Belgrano”, fuera de todo centro de combate y ante las pérdidas de nuestros amigos, compañeros y familiares que estaban custodiando nuestra Soberanía Nacional en el lejano sur, el Justicialismo de Coronel Rosales, quiere hacer llegar a sus deudos las más sinceras condolencias y pedirles resignación y valor para soportar tan irreparables pérdidas.” Luego, el comunicado agregaba: “Estamos seguros que las almas de nuestros muertos de hoy, tendrán en el cielo un lugar de privilegio por el deber cumplido en la tierra y estarán a la diestra de Dios Nuestro Señor, junto a nuestros antepasados, que defendieron la soberanía en nobles acciones, tales como las invasiones de 1806 y 1807, la Vuelta de Obligado en 1820 (sic) y los bloqueos de los años 1840, donde siempre, como hoy encontraron pechos criollos para enfrentarlos”. El comunicado concluía con una arenga: “¡Argentinos Adelante!, ¡Argentinos a vencer”[9].
En el mismo tenor se expresó la Liga de Comercio, Propiedad e Industria de Punta Alta, con una nota firmada por su presidente, Fehid Rayes:
“La Liga de Comercio, Propiedad e Industria, considerando interpretar el sentir de la ciudad de Punta Alta, adhiere en un respetuoso y silencioso homenaje por los hombres caídos en el mar en defensa de nuestra soberanía. Sepa la familia naval tan identificada con el quehacer de la ciudad, que hoy, más que nunca estamos unidos con ustedes”[10].
Un pequeño artículo denominado “Las vivencias de una ciudad de mar” da cuenta del carácter con el que la comunidad puntaltense tomó los acontecimientos vividos:
“No hubo manifestaciones populares por la recuperación de las islas. Había sí, una alegría contenida. La espera junto a la radio de las últimas novedades y la suerte que podrían haber tenido los seres queridos. Así se vive en una ciudad del mar, nacida junto a la Base Naval de Puerto Belgrano. Todos trabajan de una u otra forma. Los civiles aportando todos sus conocimientos y sus esfuerzos. Las instituciones no sólo recolectando dinero y elementos para el país y los soldados, sino también brindando apoyo moral a las familias que así lo requieren. Por ejemplo, cuando familiares de tripulantes del crucero ARA General Belgrano llegaron a la ciudad, las instituciones se movilizaron para ayudarlos de alguna forma en un momento tan difícil. Comentaba una integrante de la Rueda Femenina del Rotary Club que un inmigrante español, radicado desde hace muchos años en Punta Alta, ofreció la disponibilidad de las habitaciones de su pensión ubicada en Roca al 300 para albergar a las familias provenientes de otros puntos del país y que no poseían recursos. Son gestos que nacen del corazón de una persona, sin intención de promoción alguna, ya que este comentario surgió de una reunión del Movimiento Patriótico de Coronel Rosales. Por eso, como se decía al comenzar la nota, no hay manifestaciones populares por las calles. Quizás, porque todos estén muy ocupados trabajando, pensando en las necesidades que hay que satisfacer, y en la mejor manera de colaborar”[11].
El espíritu solidario estaba presente en todo ámbito, y las entidades fomentistas de los barrios no podían estar ausentes. Así sucedió con la Sociedad de Fomento de ATEPAM, presidida por Alberto Leiva, que trabajó esos días en la defensa civil. Con amplio apoyo de los vecinos, se transmitía información clara y precisa a los 2500 vecinos del barrio y se cubrían guardias en el Centro Comunitario. Allí, un grupo de vecinas se encargaba de preparar apósitos, gasas esterilizadas[12].
En mayo tuvo lugar una iniciativa de la Cámara Junior de Punta Alta a fin de dar a conocer a nivel internacional las causas del conflicto con Gran Bretaña y la reivindicación de la Argentina sobre el archipiélago austral. Con ese fin, la entidad
“Ha impreso, con la colaboración de la Base Naval con sus talleres gráficos, un documento “sintético para que pueda ser leído rápidamente”, con todos los fundamentos de “nuestros reclamos”. “Será enviado a 91 organizaciones nacionales -que representan a otros tantos países- a través de ENCOTEL que cooperará en esta acción con los juniors locales”, expresa el parte de la Cámara Junior. Indican que con el sistema de comunicación a emplearse -que es el que posee cada organización nacional- llegará a 12.500 cámaras a sus dos millones de integrantes de la Organización Mundial. Cada documento llevará, además, una carta presentación “en la que se hará conocer que para el envío de material ampliatorio, solamente deberán escribir a la Cámara Junior de Punta Alta donde ya está preparado otro documento más extenso”[13].
Economía de guerra.
El 2 de abril de 1982 coincidió con una coyuntura económica que distaba de ser favorable para la Argentina, con el aumento del desempleo, y alta tasa de inflación que ya se verificaba con fuerza desde el año anterior. “En 1981 y 1982, la actividad económica cayó 5.4% y 3.2%, respectivamente. Y la inflación subió del 87.6% en 1980 al 131.3% en 1981 y al 209.7% en 1982”[14]. La depreciación del peso fue constante: mientras que en abril de 1981 con 3200 pesos se podía comprar un dólar, en marzo fueron necesarios 11.850 pesos para adquirir una unidad de la moneda norteamericana. La guerra agravó la situación, ya que en abril un dólar estadounidense costaba $14800 en mayo $21250 y $24250 en junio[15].
A ese panorama, de por sí complejo, se le sumó la incertidumbre de la guerra en curso, lo que se hizo sentir en Punta Alta. Así lo refleja una nota de La Nueva Provincia, que analiza solamente la coyuntura:
“Mediado de mes, días lluviosos, más la preocupación de la población en relación con la crisis entre Argentina y Gran Bretaña, son aspectos que configuran un panorama particular en este histórico mes de abril. Se observan a través del escaso movimiento que se registra en las calles y en la inactividad comercial, no por falta de atención de los negocios, sino por la ausencia de demanda. Hay que tener en cuenta, muy especialmente, al enfocarse en un análisis de Punta Alta, que su población prácticamente en su totalidad, está estrechamente relacionada con la Base Naval Puerto Belgrano. Eso hace, que la mayoría de las familias tengan a un ser querido dispuesto a defender la soberanía del país, motivo de una íntima satisfacción, pero a su vez de una ansiedad permanente por los acontecimientos que se suceden hora tras hora. Ante tal expectativa, se realizan las compras imprescindibles, que son generalmente las de orden alimenticio y de vestimentas. Las de mayor envergadura, por ejemplo, se dejan de lado. Una por la existencia de motivos que trascienden lo material, para apoyarse en lo espiritual. Por otra parte, porque cuando hay que adquirir un producto que implica un elevado desembolso de dinero –en cada caso de acuerdo a las posibilidades económicas de cada hogar- las decisiones generalmente se toman entre todos los miembros de la familia. Hoy, los jefes del hogar se encuentran preparados para defender los legítimos derechos de la República Argentina. Lo expuesto, es lo que acontece en la primera quincena del mes de abril en Punta Alta, especialmente en lo que se refiere al movimiento comercial”[16].
Esta situación se verá acentuada conforme se sucedan los días y la guerra sea un hecho. “En Mayo, otro magro balance”, titulaba La Nueva Provincia en junio.
“Mayo no fue un mes nada afortunado para el comercio local. Las ventas siguieron en baja con relación a meses anteriores y a años pasados. Si bien el panorama no se presentaba bueno antes del conflicto, se agravó a partir de éste”.
Recalca la compra solamente de productos de primera necesidad por parte de la población y vuelve sobre el tópico de la ausencia de los padres de familia como un factor que incide en la postergación de compras de bienes más onerosos. Pero también se atreve a dar motivos más estructurales:
“También ingresa como un importante factor para esta comprometida situación, el deterioro real de los ingresos de los trabajadores, que reducen sin duda alguna el poder adquisitivo. Por otro lado, quienes pueden, no realizan operaciones, dejando el “resto” que queda del mes, para cualquier eventualidad, ya que se está pensando en el futuro, en lo que algunos llaman la crisis de posguerra”[17].
Y luego el diario mitiga el comentario, diciendo:
“Lógicamente que la mayoría no se ajusta a este tipo de especulación, sino que por el contrario, busca la forma de colaborar de cualquier manera con este conflicto bélico que sufre el país, a partir de la agresión colonialista de Inglaterra”[18].
Para finalizar, un mensaje alentador, que estaría lejos de cumplirse, porque las consecuencias de la guerra acentuaron aún más la grave crisis económica del país:
“Sorprendió, sin embargo, el movimiento producido en los primeros días de junio. Y el comercio espera que este ritmo-si bien no se lo puede comparar con otras épocas -se mantenga por un tiempo, a los efectos de poder levantar las alicaídas ventas”[19].
Oscurecimientos.
En el recuerdo de los puntaltenses ha quedado registrado, tal vez de manera más nítida y recurrente, la cuestión de las medidas de seguridad y procedimientos llevados a cabo por la Junta Municipal de Defensa Civil.
Conforme se hacía evidente la posibilidad de un conflicto a medida que llegaban noticias del envío por parte de Gran Bretaña de una fuerza militar al Atlántico sur, se fue tomando conciencia en las autoridades que, por su carácter lindero a la Base, Punta Alta podía ser objeto de ataques o sufrir las consecuencias de agresiones directas al establecimiento naval. En efecto, el hecho de ser la Base Naval más grande del país, asiento de la Flota de Mar y sede del mayor arsenal de la Armada, hacía de Puerto Belgrano el blanco lógico en una escalada del conflicto hacia el continente. Por eso se debían tomar acciones que involucraban a la población civil para proteger vidas, bienes y minimizar los efectos de un eventual bombardeo por mar o tierra por parte de las unidades británicas. Si bien estas medidas eran de utilidad relativa en lo militar (dado que ya en esa época los aviones y los sistemas de misiles contaban con medios de posicionamiento para detectar blancos a ciegas), cumplían un rol más que nada psicológico, a fin de preparar la población ante bombardeos e involucrarla en tareas bélicas.
Los oscurecimientos, los simulacros y demás medidas de defensa civil que se llevaron a cabo en Punta Alta no fueron extensivos a todo el país. Por el contrario, en la mayoría de las ciudades la guerra se vivía “por la tele”[20] y solo determinadas ciudades, adyacentes a las bases navales u otros puntos estratégicos, tal es el caso de Punta Alta o Ushuaia, estaban afectados por este tipo de medidas de seguridad, alterando por completo la vida cotidiana de sus habitantes mientras duró el conflicto.
Así comenzó la actividad de la Junta Municipal de Defensa Civil de Coronel Rosales, presidida por el Comisionado Municipal Guillermo J. García y Salvador Fuertes como delegado coordinador, con una reunión inicial en el municipio para “tratar temas relacionados con los acontecimientos que está viviendo el país luego de la recuperación de las islas Malvinas”[21]. Evidentemente la posibilidad de una guerra con Gran Bretaña era cierta y la ciudad comenzaba a prepararse para ello.
El periodista Luis Hernández fue integrante de la Junta de Defensa Civil en momentos de la guerra y cuenta su estructura y funcionamiento:
“Se arma Defensa Civil donde el que en ese momento, este, era secretario de gobierno, ¿no? que era Antonio Franzoni, capitán retirado (…) entonces él arma Defensa Civil con un señor Fuertes, que había sido algo del ejército, estaba Memo del Molino, que era abogado y un par más, ¿viste? Nos juntábamos a la noche”[22].
Una de las primeras acciones de la Junta Municipal de Defensa Civil fue convocar voluntarios para actuar como “jefes de manzana”. Los interesados debían presentarse en las sociedades de fomento de cada barrio para retirar su credencial correspondiente. Su función principal sería la vigilancia y el control durante los operativos de oscurecimiento. Diariamente, desde la puesta del sol, se debían tomar todas las medidas para oscurecer por completo la ciudad. En el caso de las viviendas particulares, era necesario impedir que se filtre la luz al exterior, cubriendo las ventanas con cortinas gruesas o frazadas; los vehículos debían evitar circular y, en caso de hacerlo, lo hacían con las luces ópticas pintadas de azul; los comercios debían evitar encender las vidrieras y los carteles luminosos.
Así recordaba la Junta Municipal de Defensa Civil la metodología de los llamados de la sirena de alarma:
“La alarma para ataque inminente será un toque continuo de tres minutos de duración; probable ataque, serie de 6 toques de veinte segundos por 10 de silencio entre cada uno; y fin de la alarma, serie de ocho o más toques de cinco segundos por 10 de silencio entre cada uno”[23].
José Luis Roa, hijo del propietario de Casa Roa, comercio dedicado a la fotografía, cuenta su vivencia durante los oscurecimientos:
“Me acuerdo cómo era el tema ese que había que pintar… mi viejo compró tiza azul y se pintaron todos los vidrios… de mi casa y de acá del negocio… porque yo vivía acá en el negocio… más que nada las ventanas que daban al exterior…”[24]
El alumbrado público también debía permanecer apagado. Defensa Civil explicaba que estos operativos se realizaban para proteger a la población de posibles ataques aéreos y a través de afiches informaba y daba instrucciones específicas. También estaba prohibido estacionar en las calles, como medida preventiva a fin de dejar libre la calle para el desplazamiento de bomberos, ambulancias y otros vehículos de emergencia. Dichas disposiciones eran extensivas también al territorio de la Base Naval Puerto Belgrano.
Según recuerda Hernández, era el Comisionado García, en su carácter de presidente de la Junta, el que ordenaba los oscurecimientos y su cumplimiento por parte de la población.
“García decía: “Oscurecimiento. Listo, Luis, ándate con fulanito de tal a ver que no haya ninguna luz prendida”, que los autos estén con el agujerito, viste, tenés que andar todo negro y el agujerito nomás para que salga la luz, y los que tienen que transitar sí o sí, ¿viste?, teníamos que recorrer todo (…) en un jeep (…) íbamos con don Fuertes, íbamos a recorrer toda la ciudad… Por ahí te mandaban directivas… siempre había un helicóptero dando vueltas y decían, te daban un cuadrante y decían “Ojo que ahí hay dos patios”, entonces íbamos, golpeábamos: “Por favor, ¿puede apagar la luz del patio? (…) póngale celofán azul”, y ahí cambia la cosa”[25].
Los operativos de oscurecimiento se volvieron una práctica habitual en la ciudad, pero el día 22 de abril, entre las 20:00 y 21:00 hs. se efectuó un ejercicio que abarcó la totalidad del partido de Coronel Rosales. El inicio del operativo se marcó con un toque de sirena durante 3 minutos y la finalización por más de 8 toques de 5 segundos por 10 de silencio entre cada uno. “Si bien el ejercicio no pretende alarmar a la comunidad, su objetivo es que la población tome conciencia de su importancia y esté convenientemente preparada para un eventual ataque aéreo”[26], se afirmaba en el diario. Los resultados del adiestramiento, según las autoridades de Defensa Civil, fueron muy satisfactorios. La prensa local explicaba:
“El ejercicio constó de dos partes: en la primera media hora el ejercicio fue voluntario, para apreciar el grado de concientización de la población, que respondió en forma unánime.
La segunda media hora se cortó el suministro de energía, efectuando un simulacro como si hubiese ocurrido un ataque aéreo. Salieron los bomberos y ambulancias a prestar su ayuda a los hipotéticos heridos”[27]
A través de afiches y folletos, como también la prensa, la Junta de Defensa Civil instruyó sobre las señales de alerta roja que se implementarían en caso de ataque aéreo. Ante un posible ataque aéreo también aconsejaba sobre cómo actuar:
“[…] Cuando escuche la señal de alarma, ya sea ataque inminente o probable, proceda así: 1) Mantenga la calma. Trate de serenar y tranquilizar a los demás y 2) tome protección de inmediato en lugares de menos peligro. En el hogar: corte las llaves de gas y electricidad; ubíquese debajo de un mueble, cerca de la pared y lejos de las ventanas; cubra las partes expuestas del cuerpo y cierre bien los ojos. […] En la calle: entre a cualquier refugio cercano, tírese al suelo con la cara hacia abajo, cubra las partes expuestas y cierre bien los ojos.
En el vehículo: acérquese a la acera, pare y cierre el contacto. Aléjese del vehículo, Cúbrase la cara y los ojos y tírese en el piso. Si sus niños están en la escuela, quédese en su hogar. Las maestras están capacitadas para cuidar a sus alumnos.[…]”[28]
En efecto, Defensa Civil remitió a todas las escuelas folletos explicativos de modo tal que las docentes estén instruidas convenientemente en caso de eventuales ataques e incluso se realizaban simulacros de ataques aéreos.
No obstante, las prácticas no eran nunca perfectas y estaban al albur de alguna travesura de chicos. Así por ejemplo, lo recuerda Claudia Alcaraz Marchetti, docente y vecina del barrio Göttling y que por ese entonces contaba con ocho años:
“El hecho que estuviéramos cerca de la Base Naval, eh… hacía que retumbara la idea de un posible ataque aéreo, como se veía en la Segunda Guerra Mundial, ¿no? (…) Y una vez estábamos con mi hermano buscando unas mascotas que se nos habían perdido en el garage… y justamente al jefe de manzana que era mi papá, que era el que tenía que tener mayor cuidado de … que en la manzana no se viera luces internas, tuvo que entrar en casa y retarnos porque habíamos abierto una puerta que reflejaba la luz y se veía la luz desde la vereda… y bueno, era como que teníamos que estar preparados a un posible ataque aéreo…”[29]
Trincheras en Villa Arias.
El ejemplo más significativo en materia de defensa civil frente a las posibles contingencias de un ataque inglés se desarrolló en la localidad de Villa Arias, localidad en donde la capilla se convirtió en sala de primeros auxilios y se construyeron trincheras para refugiar a los niños en caso de ataque aéreo[30].
Se conformó en la localidad una Junta Vecinal de Defensa Civil, constituida por Alberto Apiolazo, Atilio Trota, Carlos Otín y el delegado municipal Santiago Bernabé. En su comunicado Nº 2, la Junta Vecinal de Defensa Civil expresó que “se ha designado como puesto de “comando” el galpón ubicado en Miguel Cané y Paraná, conocido como la “dulcera”. Allí desempeñará funciones la Junta y se brindará todo tipo de información relacionada con el quehacer de Defensa Civil. En el tercero comunican a la vecindad que “todo requerimiento, pedido de información, recepción de órdenes, disposiciones, etc. Serán emanadas a través de los jefes de manzana y/o sus colaboradores exclusivamente quienes serán los responsables ante la Junta de Defensa Civil”[31].
Asimismo, la Junta dispuso la colocación de una sirena en el comando, a fin de alertar a la población y se armó un cuartel de bomberos en el galpón. Un camión regador, perteneciente a la delegación, se encontraba en alerta todo el día. También se encontraban almacenados distintos elementos que permitían la lucha contra el fuego y se dispuso la compra de tres camillas, colchones y medicamentos.
Una de las tareas de la Junta fue la de registrar a todos los vecinos (más de tres mil en ese entonces) y la totalidad de los grupos sanguíneos de los habitantes, con datos que incluían fecha de nacimiento, reacciones alérgicas, enfermedades, etc. Esta nómina era muy útil en el caso eventual de necesitarse sangre para heridos.
También se dispuso la excavación de trincheras, según consignaba la nota del matutino bahiense:
“Siete trincheras se llevaban construidas hasta anteayer, especialmente destinadas a proteger a los alumnos de la escuela de la localidad. En la tarea está aportando su grano de arena gran parte de la comunidad de Villa Arias”[32]
Luis “Kappy” Sánchez, vecino de la localidad, se acuerda de dos de ellas:
”Se hicieron dos: la más grande estaba en (…) lo que vendría a ser la canchita de la manzana B (…) y había una trinchera ahí y había otra trinchera en la otra cancha que era la que estaba frente a la escuela…”[33]
La guerra en las escuelas.
La comunidad educativa no pudo estar ajena a los sucesos de Malvinas. El rol de la escuela fue hasta ese entonces, el hacer conocer y ayudar a forjar el sentido de pertenencia de las islas a la Argentina, mediante la enseñanza de la geografía, la historia y la biología isleña y la realización de actos y conmemoraciones que incluían discursos y canciones alusivas a las Malvinas. Esto se vio reforzado e incentivado desde el mismo 2 de abril de 1982, cuando la institución tomó activa participación en la trasmisión de valores patrióticos a los alumnos y, a través de ellos, a sus familias.
Ya el mismo día en que las tropas argentinas ocuparon el archipiélago, se organizó rápidamente un acto escolar a nivel distrital en Plaza Belgrano, en la esquina de Rivadavia y Murature, frente a la Municipalidad. Las escuelas enviaron sendas delegaciones compuestas por directivos, docentes y alumnos con las banderas de cada establecimiento. Allí, en representación de todos los establecimientos presentes, la docente Norma Russi, de la Escuela Nº 23, dirigió unas emotivas palabras alusivas a la fecha.
A partir de entonces, a la tarea habitual en las aulas se le agregaron dos actividades: las prácticas de prevención y evacuación de los edificios escolares y las colectas organizadas por las cooperadoras y clubes de madres y padres de las escuelas.
Como recuerda Norma Russi respecto a cómo vivió las prácticas de evacuación en su escuela, la Nº 23, donde era maestra del área de Lengua:
“Me acuerdo de los chicos sentados en el SUM recibiendo indicaciones, en forma simple, de procedimientos. Como docentes también trasmitíamos indicaciones porque los chicos son los mejores receptores de todo esto…”[34]
En cuanto a qué consistían y cómo se llevaban a cabo los ejercicios de evacuación del edificio, relata:
“Se tocaba un timbre, el timbre o la campana, y entonces bajábamos. Y también dentro de eso, en ese llamado del timbre también, ya desde la salida (…) ya estábamos como en un ejercicio, bajando las escaleras, ubicándonos en los lugares que nos indicaban, saliendo por las puertas (…) salíamos a la calle, volvíamos, íbamos hasta la esquina y regresábamos, una entrada organizada (…) Era un ejercicio con mucho orden, con mucha paciencia y dedicación, con esfuerzo, se cumplía y estrictamente”[35].
¿Existía alguna turbación, algún temor entre los alumnos durante los ejercicios? Norma dice que no:
“No había miedo, no había miedo para ellos…. Los chicos tienen esa maravillosa, esa maravillosa forma de manifestarse en todas estas situaciones que supera, a los padres”[36].
Como alumna en ese entonces de cuarto grado, Claudia Alcaraz Marchetti evoca esas prácticas desde su óptica de nena:
“En los tiempos de Malvinas yo tenía ocho años, cumplí los nueve en mayo, y lo que más recuerdo son las experiencias vividas en la escuela … eh… yo iba a la Escuela Nº 8, “General Manuel Belgrano”, estaba en cuarto grado (…) En la escuela todas las mañanas cantábamos a la bandera “Aurora” y, al finalizar las clases, eh… en 1982 principalmente, la marcha que cantábamos al salir en forma ordenada y en fila, era la “Marcha de Malvinas”, que con sus acordes, su música, eh.. siempre no se, nos hacía sentir como … ganadores… todo estaba envuelto en esa idea de … de luchar por la patria, ver a nuestros soldados como … como aquellas personas más que iban a luchar, a defender la patria . Y pensar que hasta esos tiempos, no sabíamos ni que existían las islas Malvinas, pero las islas Malvinas eran nuestras y había que defenderlas, eran de nuestra soberanía, y… todo lo que nos pidieran que hiciéramos, lo hacíamos. Pero además de era como orgullosos, con cierta inocencia, por ver a la guerra como un juego, eh… también teníamos ciertos temores… Hacíamos simulacros en la escuela , donde teníamos, eh… que escuchar el timbre marcado de, dos timbres largos , entonces teníamos que levantarnos, eh… dejar los útiles, no debíamos, eh…llevarnos nada , salir caminando , bajar las escaleras , porque en ese momento estábamos en un aula en un primer piso y… formarnos en el patio y , cuando estuviera la maestra, numerarnos para que todos sepan que si estábamos todos completos y recordar quién era el compañero que teníamos al lado, es el día de hoy que me acuerdo que, al que tenía que tener al lado mío y no perder de vista era a un compañero desde jardín de infantes, Gustavo Benvenutto… y a pesar de que hacíamos el simulacro, el hecho de hacer el simulacro es como que nos ponía en situación, ¿no? en situación de guerra. Y nos daba cierto temor, cierto miedo”[37].
Gabriel Daire en 1982 estaba cursando el 5º año del secundario en el Colegio Estrada y recuerda los simulacros que les hacían practicar en el establecimiento:
“Organizábamos simulacros, de posibles bombardeos que podían llegar a existir… eh… formándonos todos contra las pareces de los patios, tanto … descubiertos en aquella época, en una posición casi fetal, (…)y dónde refugiarnos dentro del establecimiento a partir de un posible bombardeo… distintas aulas, aulas que no estaban en uso, aulas que estaban con doble techo por ejemplo, en la parte posterior, inclusive la utilización de los baños como refugios, porque tenían doble techo eso me acuerdo, y siempre ubicarnos en lugares estratégicos bien cerca de las paredes , internas, no que daban al exterior, por posibles derrumbes”[38].
La guerra también llevó a modificar planes de estudio a fin de crear una conciencia acerca de la pertenencia de las islas al espacio geográfico y cultural argentino:
“Me acuerdo que el primer día de clase, el primer día de clase a partir del 2 de abril , nos hicieron hacer un trabajo de investigación sobre las Malvinas, de muchos aspectos de investigar todos los medios de, los diarios locales y nacionales, qué era lo que se ponía, desde el aspecto de la geografía enseguida cortaron lo que estábamos viendo en los programas y empezamos con el aspecto geográfico de Malvinas, también desde el aspecto de la Lengua y de la Literatura, hicimos trabajos relacionados con el tema (…) fue toda una semana propia del acontecimiento (…) es como que nos hicieron bajar a tierra, porque siempre las Malvinas eran argentinas, pero.. ni siquiera sabíamos que estaban ocupadas por ingleses… a tal punto, yo me enteré.. ahí”[39].
Los establecimientos educativos de Coronel Rosales fueron catalizadores de las inquietudes de buena parte de la comunidad, lo que indirectamente fue causa que las escuelas fueran no solamente centros educativos sino también ejes de una improvisada red social para canalizar la ayuda de la población. Esto era así sobre todo en parajes alejados del distrito, como la Escuela Nº 13 Campo Escudero, un establecimiento rural camino a Pehuen Co, hoy cerrado. En la época de la guerra, su alumnado era de aproximadamente 20 chicos, en su mayoría hijos de peones rurales. Cristina Rubio se desempeñaba en 1982 como la única docente de la escuela, que también tenía a su cargo la dirección. Ella recuerda que:
“En el año 82, cuando comienza el conflicto por Malvinas, todos los productores, los más cercanos a la escuela y un poco más alejados también, se acercaron a colaborar, donaban… animales, pero el recurso económico, porque no se justificaba juntar tanta cantidad en la escuela. Y había una cooperadora que el presidente era Mario Marcucci (…) Y la cooperadora se organizó para con todos esos recursos comprar lo que se pedía, que era alimentos, agua, abrigos en esa época también, los chicos le escribían cartas…”[40]
Pero la angustia había y se manifestaba en las aulas, primordialmente en aquellos chicos cuyos padres o familiares habían sido movilizados al frente. Norma Russi recuerda:
“Había algunos. Muy preocupados, sí, y contaban este… la aflicción de sus madres especialmente, destacaban que el padre estaba en esa situación de riesgo, y ya te dije, transmitían la aflicción de la familia, de las madres…”
Y Gabriel Daire expresa al respecto:
“Teníamos algunos papás que estaban embarcados, un papá que estuvo inclusive en el desembarco, inicial, eh…y bueno, imagínate que la mayoría de los compañeros los papás eran militares, un 70% de toda la escuela, así que una escuela donde la realidad era, la familia relacionada con la Base, con la Armada… mucha preocupación…”[41]
Las cartas a los soldados en el frente.
Los sentimientos de apoyo a la causa de Malvinas también se reflejaba en el envío de cartas de los alumnos a los soldados, tarea que fue impulsada, en gran medida, por las maestras de muchas escuelas de Punta Alta. Muchas docentes las enmarcaron dentro del un proyecto de enseñanza del lenguaje escrito entre sus alumnos, por lo que además del fin solidario, de acercamiento a los combatientes en el frente y a la concientización de los chicos respecto a la guerra, fue una experiencia de aprendizaje para muchos de ellos.
Por ejemplo, alumnos de la escuela Nº 2 de Punta Alta escribieron a los soldados apostados en Malvinas y algunas de las respuestas se conservan en el Archivo Histórico Municipal. Se transcriben algunos fragmentos de ellas, respetando la ortografía y la gramática de los originales:
“27 de abril de 1982
Querido amigo:
Yo soy un soldado, pertenezco a Infantería de Marina del BIM 3 (Batallón Infantería de Marina Nº 3) que queda en La Plata, capital de Buenos Aires. Soy de la clase 63 y mi especialidad es la de los cañones. Te cuento todo esto porque pienso que tu interés mayor es el de conocer a quien tu le has escrito. Mi nombre es Rubén y te estoy profundamente agradecido por tu acto de buena fé, a igual que tu señorita Delia Novillo a quien le doy las gracias por la tarea extraordinaria que se ha propuesto realizar. No te imaginas como nos cambió el ánimo al recibir nosotros estas hermosísimas cartas que digo cartas son bendiciones del cielo. Nosotros estamos muy contentos al saber que vamos a defender estas tierras o sea las Islas Malvinas para que hoy o mañana puedas contarle a tus hijos que gracias a vos que escribiste dando fuerza y fe a los soldados ganamos con derechos lo que nos corresponde, un pedacito más de Argentina (…) Te voy a pedir algo muy importante para mí que es que me sigas escribiendo vos y tu señorita. Sí, por favor porque quisiera entablar un diálogo aunque sea por escrito con tu admirable maestra. Tal vez no pueda yo volver a escribir, debido a las situaciones que pueda vivir, pero en esta carta quiero expresar con humildad mi más sincero agradecimiento a la Escuela Nº 2 de Punta alta. Y quiero que la presente esté depocitada en la vitrina de sus corazones. Tal vez algún día vos puedas defender algo que es tuyo como en este momento nos toca defender a mi y te cuento que te vas a sentir orgulloso de tu acción. Quizas yo muera pero nunca se desintegra la ilución de volver a nacer Argentino…”[42]
Otra, fechada el 28 de abril de 1982 expresa:
“María Paula:
Ante contare como nos sentimos y estamos, debo y quiero agradecerles de corazón el hecho que se hallan acordado de nosotros en esta forma tan singular y cariñosa. Al agradecerlo lo hago en plural dado que en tu carta está el sentir de tu maestra y tus compañeros, los que también habrán escrito sendas similares. Te cuento que nos encontramos habitando (por ahora) en una base de los que custodiaban las islas, antes de la toma Argentina. Odio decirlo, pero este sector “ARGENTINO” no es más que un pedazo de Londres infiltrado en nuestro tan querido país, por lo que me alegro es porque desde el 2 de abril flamea y lo hará por siempre la bandera celeste y blanca de Belgrano que nos caracteriza e identifica, a nosotros, los Argentinos de Paz que demostramos, no dudar para empuñar las armas, y defender lo que es nuestro, ante las amenazas de aquellos quienes se creían dueños de los siete mares y vieron desarmado su poderío ante un pueblo que sabe unirse cuando es necesario, como lo demostró en todas las oportunidades que se presentaron…”[43]
Un conscripto del Batallón de Infantería Nº 3 se presenta al alumno que previamente le escribió:
“Me llamo Edgardo Gómez.
Tengo 19 años y soy el más chico de la clase 62 ya que cumplo los años el 31 de diciembre; soy estudiante de Educación Física, yo pensaba recibirme este año, pero como tenemos que recuperar nuestras Malvinas, se me postergaron los planes. Soy de Mar del Plata (…) mi compañía es Hotel y estoy en la 2 sección de tiradores, soy jefe de pelotón, tengo a mis ordenes 3 comandos”[44].
Otra misiva, da cuenta de la incomunicación que sentían los soldados, soledad muchas veces provocada porque las cartas de la familia no llegaban (por censura de las Fuerzas Armadas o por motivos logísticos). Fue enviada por el mismo soldado de la primera carta que se trascribe y fechada en Baterías el 25 de octubre de 1982, cuando ya la guerra había finalizado:
“Estimado amigo:
Una vez recibí una carta tuya, te cuento que me escribiste el 20 de abril. Tu carta me hizo sentir muy bien, ya que de mis familiares no recibí ninguna, a pesar que ellos me enviaron 80 cartas. En el sur estuve 95 días sin recibir noticias de ellos. De los cuales estuve 29 días prisionero, llegue al BIM Nº3 de la Plata el 14 de julio. Y más o menos hace un mes que estoy en Bahía Blanca. El jueves pasado estuve en tu escuela pero fui a la tarde, pregunté por tu maestra y me dijeron que estaba a la mañana. Realmente no se cómo agradecer a tu maestra y a vos. En tu carta me pusiste que te conteste y desde Puerto Argentino en las Islas Malvinas lo hice, no se si te llego pero ahora para asegurarme lo hago de nuevo. Contastame, si podes, y decime si te llego la carta que te envie en abril.
Gerardo desde ya te mando un saludo muy especial para tu familia.
Y también para tu señorita Delia.
Gracias.
Algún día, tal vez pronto, las Islas Malvinas, nuestras por supuesto, serán habitadas por gente que realmente quiera nuestra bandera”[45].
Las colectas y el Movimiento Patriótico de Coronel Rosales.
A pocos días del 2 de abril, el 11 de ese mismo mes, el Ministro de Economía de la Nación, Roberto Alemann anunciaba la creación mediante el Decreto Nº 753 del denominado Fondo Patriótico Malvinas Argentinas. Este Fondo era destinado a la recaudación de fondos con destino a sufragar los gastos militares, mediante donaciones que podían ser en efectivo (pesos o dólares) o cualquier objeto de valor susceptible a subastarse y convertirse en dinero[46].
Incentivados por la propaganda estatal y al igual que en el resto de las ciudades de la Argentina, en Punta Alta comenzaron las campañas y colectas para reunir fondos y elementos para enviar a los soldados destacados en las islas.
El Club de Leones fue la primera institución local en colaborar con el Fondo Patriótico. Donó la suma de diez millones de pesos[47]. Interact Club Punta Alta y la Cámara Junior realizaron una campaña para recolectar, casa por casa, cigarrillos, golosinas, ropa de abrigo, revistas y libros.
Por su parte el Centro de Ex alumnos Secundarios de Punta Alta organizó un festival de rock, en el parque Sarmiento de la ciudad, el 25 de abril por la tarde. La entrada era libre y gratuita y se solicitaba la donación de elementos arriba mencionados para enviar a los soldados[48]. Incluso en esa ocasión solidaria, no faltaron espíritus exaltados por un exceso de nacionalismo que provocaron situaciones incómodas. Así lo relata Javier Tucci, en base a testimonios aportados por Julio Lindner, integrante en ese entonces del grupo Cuerdas:
“En mayo de 1982, a pocos días del Festival de la Solidaridad Latinoamericana, se desarrolló en el Parque Sarmiento de Punta Alta un festival con el fin de juntar alimentos para los soldados que luchaban en las Islas Malvinas. Entre las bandas que participaron esa tarde se encontraban los locales Cuerdas y Aykheras de Bahía Blanca. Músicos de ambas bandas recordaron que en un momento, una señora se subió al escenario, agarró el micrófono y empezó a gritar “miren estos pibes tocando la música que tiene origen en Inglaterra, mientras nuestros hijos mueren en la guerra”, y arengó a la gente para que se pongan a cantar la Zamba de Vargas, pero nadie le hizo caso”[49].
Con el correr de los días la ayuda solidaria de las instituciones locales se incrementaba y las colectas se superponían. “Chocolates, cigarrillos, masitas, caramelos y revistas de entretenimientos y humorísticas” solicitaban alumnos de la E.E.M. y T. Nº 1 Ing. Luis Luiggi[50].
La Sociedad Italiana de Socorros Mutuos Unión y Progreso también quiso contribuir a las colectas, ofreciendo sus instalaciones para realizar espectáculos. Además, de común acuerdo con el administrador, Fernando Copelzon, se puso a disposición el cine teatro Colón para ese fin.
Los presidentes del Centro de Almaceneros Osvaldo Ferretti y del Centro de Almaceneros Mayoristas Luis Manso, conjuntamente con el Comisionado Municipal García, entregaron una importante donación de golosinas, chocolates, bufandas y gorros tejidos con destino a las tropas de Infantería de Marina destacadas en el sur argentino[51]. Según el diario La Nueva Provincia, otras instituciones se sumaron a contribuir al esfuerzo. El Comité de Damas del Club de Leones, auxiliadas por docentes rosaleñas, tejió gorros para los soldados[52]. La Rueda Femenina del Rotary Club tuvo la idea de enviar a las tropas “budines malvinenses y tortas”, mientras que la Comunidad Católica Inmaculado Corazón de María propició la confección de pasamontañas; asimismo la Liga de Madres de Familia de la parroquia María Auxiliadora comenzaron a tejer bufandas, pasamontañas, guantes y medias “para sus hijos, soldados de la Patria que están defendiendo la soberanía del país en el sur” y solicitaba en donación lana de color verde, marrón o gris o bien prendas ya confeccionadas[53]. También, y “con el fin de recaudar fondos para ser ingresados al fondo Patriótico Nacional”, el Club de Pesca Los 40 y el Casino de Suboficiales Superiores de la Base Naval Puerto Belgrano organizaron un concurso de pesca en un sector de Puerto Rosales. “Luego del concurso se procederá a la entrega del trofeo, habiéndose destacado que los participantes pueden llevar en donación revistas que luego serán entregadas a la Cámara Junior para su remisión a las tropas destacadas en el sur”[54].
El Círculo Femenino Amistad, a su vez, efectuó un aporte de 9 millones de pesos al Fondo Patriótico en la cuenta habilitada para tal fin en el Banco Vallemar. Además, el Círculo envió cien gorros pasamontañas y cien bufandas para soldados en el sur. Por otra parte, la agrupación informó que se enviaron cajas que contenían gorros, bufandas, pasamontañas, cigarrillos, pañuelos, fósforos y otros elementos donados por la comunidad de Pehuen Co[55].
El día 15 de mayo se llevó a cabo a las 14.30 en el estadio de Rosario Puerto Belgrano un partido amistoso de fútbol entre los Scouts Mayores y los Médicos del Hospital Naval Puerto Belgrano. El encuentro fue organizado por la Agrupación Scouts Navales de Puerto Belgrano y Punta Alta, a beneficio de los soldados. La entrada consistió en revistas, chocolates, papel carta, biromes, medias, elementos de aseo personal, etc[56].
El gran número de colectas llevadas a cabo espontáneamente por numerosas instituciones, escuelas y particulares hizo necesaria la coordinación, a fin de no superponer objetivos, desperdigar esfuerzos y ordenar los requerimientos. El 10 de mayo, en la municipalidad rosaleña, se llevó a cabo una reunión en la que participaron representantes de diversas instituciones de la ciudad, con la finalidad de “aunar criterios en las próximas campañas a realizar en beneficios de los soldados que se encuentran defendiendo nuestra soberanía en el sur”[57].
Finalmente, con el objetivo de aunar esfuerzos y trabajar de manera más organizada, se constituyó el “Movimiento Patriótico de Coronel Rosales”, integrada por más de veinte instituciones locales[58].
La reunión se efectuó el lunes 10 de mayo a las 19.30 en el hall de la Municipalidad de Coronel Rosales[59]. Entre los objetivos que perseguía esta asociación provisoria figuraba la de colaborar con el Fondo Patriótico Islas Malvinas y con todos los soldados. Los distintos eventos para la recolección de fondos (festivales, kermeses, recitales, etc.) serían coordinados por el Movimiento a fin de no superponerse y que todos los rosaleños pudiesen participar. En las reunión de conformación de la agrupación se delimitaron cuatro áreas, con un coordinador cada una.
El área civil quedaba a cargo de la Asociación Amigos del Necesitado y era integrada por Sociedad de Beneficencia, Grupo María Goretti, Interact, Sociedad de Fomento Barrio Los Rosales, Club Carlos Pellegrini, Sociedad Italiana, Cáritas Parroquial de Ciudad Atlántida, Parroquia Cristo Rey, Círculo Femenino Amistad, y Colonia de Vacaciones Pehuen Co.
El área militar, era responsabilidad de la Agrupación Scouts Navales de Puerto Belgrano y Punta Alta y estaba conformado además por el Club Náutico, Liga de Madres y el hogar Municipal del Anciano.
El área internacional, correspondió coordinar al Rotary Club de Punta Alta, y quedó formada por el Club de Leones, Club Leo, Cámara Junior e Interact.
Finalmente el área prensa y difusión recayó sobre Nelly de Miras y Daniel Giacomich[60].
La presidencia fue ocupada por la Dra. Lucía Erroz de Mut, directora de Asuntos Legales de la Municipalidad, y la Cámara Junior ocupó la vicepresidencia. Los señores Papken Zovikián y Fernando Pérez fueron designados secretarios. Los dos primeros programas que organizaron y llevaron a cabo fueron un encuentro de fútbol y un festival folklórico. El primero se realizó en el Club Rosario y jugaron los Scouts mayores contra los médicos del Hospital Naval. La entrada consistía en la donación de algún elemento para enviar a las islas a la vez que se habilitaron alcancías para recolectar fondos. El festival folklórico, por su parte, se desarrolló en el Teatro Colón el 15 de mayo a las 17 y estuvo organizado por la agrupación Amigos del folklore. Con el auspicio del Movimiento Patriótico de Coronel Rosales. El valor de la entrada era de $10.000[61]. El programa contaba con la apertura a cargo de la banda de música del Comando de Operaciones Navales; a continuación actuaron el trío contemporáneo de tango de Antonio Volpe, Juan Carlos Schimizzi y Carlos Monsalvo; los solistas Oscar Estévez, Hugo Figueroa, Chango Brizuela, Pablo Arseno, Eduardo Romero y Graciela Ghersi en arpa; el dúo vocal Marita y Marisol; los conjuntos Los Amigos; Ariel y su armónica y Jujuy y Salta con música indoamericana; peña Jirones de nuestra tierra; ballet folklórico Bragado y Susana Campos y su conjunto del litoral. La conducción estuvo a cargo de Ignacio Ocampo, Gustavo Gabi y Néstor Fantolino[62].
A los pocos días, el 20 de mayo, se lanzó la campaña denominada “Oro Patriótico”. Con una duración de una semana, hasta el 28 de ese mes, la cruzada instaba a la población puntaltense a donar joyas y demás accesorios de oro, los cuales se debían acercar a la sucursal local del Banco de la Provincia de Buenos Aires[63]. A cada aportante se le pesaba el oro en su presencia y se le daba el recibo correspondiente. Una vez terminada la campaña, se procedió al recuento, que fue efectuado por medio de Lucía E. de Mut y Papken Zovikian por el Movimiento Patriótico Rosaleño; Naum Simkim y Mario Piantanida por la Cámara de Joyeros; Horacio Alberto Bellotti, gerente de la sucursal local del Banco Provincia; Renato Bortolotto y Rogelio Liscio por el Rotary Club. El oro fue empaquetado y lacrado, con sus correspondientes recibos y puesto en custodia del banco, que debería remitirlo a la capital. Pudieron comprobar que el total del oro aportado por la comunidad rosaleña fue de 1,722 kg, lo cual representaba $258.420.000[64].
Recordaba Aldo Ghilardi, por entonces tesorero de la Sociedad Italiana y del Movimiento Patriótico de Coronel Rosales:
“La gente fue muy solidaria, colaboró muchísimo, en toda la sociedad de fomento hubo un movimiento extraordinario(…) acá hay una transparencia total(…) de acá se llevaba, como ser la provincia de Buenos Aires todo iba a La Plata y de La Plata a Buenos Aires, qué destino le dieron, qué hicieron, bueno… Y se sentían los rumores que muchas cosas no llegaban (…) por eso nosotros no sabemos lo que se hizo con la plata, el oro, lo que se recaudó…”[65]
Lamentablemente, no fue así a nivel nacional. Porque Fondo Patriótico Malvinas Argentinas logró recaudar 54 millones de dólares, pero su destino, así como buena parte de las donaciones en ropa y comida, se desconoce a ciencia cierta al día de hoy[66].
Momentos que nadie olvida.
Las noticias de Malvinas llegaban y a través de la televisión principalmente se seguía el curso de los acontecimientos bélicos. La propaganda de guerra, que propalaba con un tono triunfalista las acciones de guerra, no podía mitigar la angustia de la espera de quienes tenían seres queridos en el frente. En nuestra ciudad el conflicto se vivió de manera muy profunda, dado que muchos vecinos participaron en forma directa en el conflicto. También fueron muchos los caídos en el combate, tanto puntaltenses nativos como residentes que, habiendo nacido en otras provincias, vivían en la ciudad fundamentalmente por razones de servicio en el ámbito militar.
Tal el caso de Blanca Ávila y de su esposo, el Suboficial Segundo Nicolás Roberto Olariaga, desaparecido en el hundimiento del crucero General Belgrano. Oriundos de la ciudad de Buenos Aires, llegaron a Punta Alta y vivieron en una casa del barrio Piedrabuena, uno de los destinados a los suboficiales de la Base Naval, junto a su hijos pequeños, por entonces de tres y un año de edad. Primero, Nicolás estuvo embarcado en el portaaviones 25 de Mayo, pero luego fue destinado al Belgrano. Al estallar la guerra, el crucero fue el único de la flota de mar que no salió de puerto sino que, por necesidad de poner la unidad a punto, lo hizo unos días después, el 16[67]. Blanca recuerda esos primeros días de la guerra:
“Y sí. Tenía miedo (…) Una empezó a tomar conciencia de lo grave que era. Yo rezaba todos los días, que se rompa otra cosa, que se rompa otra cosa, y que no salga, que no salga, bueno, pero estaba el destino ya marcado de todos. Y salieron el 16 de abril (…) En ese momento era como que vos estabas metida adentro, con tu familia, con el temor, con el miedo, porque la verdad que fue mucho miedo a que se fueran y que no volvieran”[68].
El 2 de mayo, a las 17.00, el General Belgrano fue hundido por un ataque británico. ¿Cómo se enteró Blanca de la tragedia?
“Yo me enteré por los medios. Me enteré por los medios en la casa de un vecino porque tenía a mi hijo que tenía tres años, estaba enfermo y necesitaba un remedio y no quería salir [de la Base], entonces le pido al vecino si podían, si ellos salían y me podían comprar los remedios (…) “Esperá un poquito, sentate” y encendieron el televisor y lo primero que enfocaron, dijeron (…) “Torpedearon al crucero General Belgrano”. Para mí fue, el mundo se me vino abajo. Pero bueno, seguí. Llegué a casa, llorando, mis tres hijos dormían porque hacía frío y encendí el televisor y empecé a estar atenta a todas las noticias, que de hecho decían que el crucero fue averiado y que venía navegando hasta Punta Alta. Entonces, bueno, todavía me quedaba la esperanza de que fuera así, cierto eso. Al otro día yo iba a llevar a mi hijo que estaba enfermo al hospital y me encuentro con un señor que era vecino acá cuando recién vengo a vivir a Punta Alta y… se arrima, me abraza y me dijo: “Lo siento Blanca, lo siento” (…) Y yo dije “¿Pero qué?” Me dice: “Del hundimiento del crucero”. Le dije: “Viene navegando, averiado”. “No Blanca, al crucero lo hundieron ayer”. Claro, él, él como militar, estaba adentro [de la Base Naval], lo sabía”[69].
Amalia Castro se desempeñaba como enfermara naval en el Hospital Naval Puerto Belgrano. Ella recuerda ese 2 de mayo:
“Por los medios de comunicación nos enterábamos de lo que estaba ocurriendo en Malvinas. Así supe, por medio de un informativo desde un televisor de un comercio del centro de Punta alta que el ARA General Belgrano había sido hundido. Silencio sepulcral en toda la ciudad. ¿Quién no tenía un familiar o un amigo en ese barco? Luto en cada corazón. Desesperación, llanto y eterno desconsuelo que aun hoy permanece en mi alma”[70].
Esos días también fueron de solidaridad, como recuerda Virginia Pereda desde su labor en el Club de Leones:
“Mi esposo era personal civil y mi papá militar. Yo lo viví a flor de piel. Los Leones nos dedicamos (…). Llegaban los familiares de afuera, Tucumán, Córdoba, venían sin un peso, sin nada, a ver los listados, si estaban los chicos vivos o muertos. Nosotros los íbamos a buscar a donde llegaban al tren y los llevábamos a la Base. Y algunos tuvieron una noticia buena y otros no tan buena. Pero después algunos Leones en nuestras casas albergamos a familiares de chicos heridos, malheridos. Los tuvimos algunos una semana, otros diez días, tres días. Conteniendo a la familia en ese momento tan triste”[71].
Y aún ese sentimiento se reflejaba entre los que no participaron directamente de la contienda, pero que vivieron otras. Pedro Alcaraz llegó a Punta Alta con su familia en 1950 procedente de Valencia (España). Él, que había luchado en la Guerra Civil en el bando republicano, sabía lo que era una guerra y lo devastadora que podía ser en términos humanos y materiales. Así lo recuerda su nieta Claudia, cuando un ACV lo dejó paralizado pero con el entendimiento intacto:
“Hoy día cuando veo las imágenes de la guerra, comprendo a mi abuelo, que lloraba en su silla de ruedas sin poder hablar, sus ojos celestes se llenaban de lágrimas y lloraba frente al televisor, cuando aparecían las imágenes de los noticieros donde se veían imágenes de soldados, o cuando decían a viva voz que íbamos ganando la guerra. Pero nosotros chiquitos ¡qué podíamos entender! No entendíamos nada. Estábamos inflados de heroísmo, de hay que luchar contra los ingleses… eh… todo lo que hiciéramos teníamos que hacerlo por la patria…”[72].
Yrecuerda sus juegos de ese entonces, juegos que involucraban la guerra:
“Y bueno, con mi hermano jugábamos a estar debajo de la mesa, a meternos como si era una trinchera y… y jugábamos a la guerra… y también me acuerdo que, que eran ya los últimos mosquitos del año lo que aparecían… jugábamos a que esos mosquitos eran Sea Harriers… ¡Sea Harrier!, ya sabíamos hasta los nombres de los aviones… y que tenían cierto aspecto de mosquito los Sea Harriers eso es de lo que más me acuerdo”[73].
El fin de la guerra.
A fines de mayo de 1982 comenzaron los últimos combates en las Malvinas. Tras duros enfrentamientos el 14 de junio la guarnición argentina, a las órdenes del general Luciano Benjamín Menéndez, debió capitular.
¿Cómo se vivió lo acontecido en Punta Alta? Las notas periodísticas de aquellos días tímidamente reflejan el estado anímico de la población, que lentamente tornaba a su actividad normal. Con el correr de los días mejoró la actividad comercial y la Junta Municipal de Defensa Civil dejó sin efecto los oscurecimientos[74]. Otra medida que fue levantada fue el estacionamiento de automóviles en la vereda[75] (la medida preventiva había sido adoptada durante el la guerra con el objeto de dejar libre las calles para que pudieran ser utilizadas por las unidades de salvamento en caso de ser necesario). También la sirena de los Bomberos Voluntarios volvió a funcionar. Su uso había sido suspendido mientras duró la guerra con Gran Bretaña dado que su funcionamiento podía confundir a la población con la alerta roja.
En relación a los hechos posteriores a la rendición argentina, a las consecuencias y pérdidas humanas de la guerra, los diarios de aquellos días casi no hacen referencia. Sólo se lee que la Liga de Comercio, Propiedad e Industria en un breve comunicado “recibe con profundo respeto a los hombres que lucharon en defensa de nuestro patrimonio nacional […]” y el Partido Justicialista coloca una ofrenda floral en el cementerio municipal en homenaje a los caídos.
No se realizaron en Punta Alta homenajes ni ceremonias de recibimiento a los militares que regresaron de la guerra. Pareciese que sólo quedaron los sentimientos de decepción, tristeza, dolor e impotencia en cada uno de los habitantes de nuestra población. Una muestra de la sensación que sufrieron los que fueron al frente la brinda una carta redactada desde Baterías el 26 de octubre por el conscripto Iacopetti, que incluyó una suerte de posdata, escrita a vuelo de pluma, donde se sinceró con su pequeño destinatario:
“Hoy es 26 de octubre y tengo ganas de contarte lo que pienso de la mayoría de la gente, es lo siguiente si alguna vez hubo entusiasmo, se termino, si alguna vez alguien levanto un cartel diciendo Islas Malvinas son Argentinas, lo quemo, o lo guardo con vergüenza, eso es lo que siento de mi mismo algún día tal vez llegues a comprender esta carta. La gente nos olvido, no nos tienen en cuenta, es un momento fuimos los títeres que ellos querían alentar perdimos, y nos guardaron en el rincón de los recuerdos.
Perdona necesitaba desahogarme”[76].
Esa indolencia inicial y lo que se llamó “proceso de desmalvinización”, se fue superando con el tiempo, a medida que los sucesos de 1982 cobraban su justa dimensión a través de la perspectiva histórica.
Malvinas, hoy.
Hoy, cuatro décadas de finalizada la guerra, existen en Punta Alta cuatro instituciones de veteranos, ligadas directamente a la Guerra de Malvinas:
- el “Centro de Veteranos de Guerra y Familiares de Caídos en Malvinas”
- la “Asociación Última Tripulación del Belgrano”
- la Agrupación Generación Malvinas (que aglutina a los hijos de veteranos y caídos en el conflicto).
- la Asociación Civil Enfermeras del HNPB 1982 por Malvinas.
También hay dos museos alusivos al conflicto,
- el “Museo Histórico del Centro de Veteranos de Guerra y Familiares de Caídos en Malvinas VGM Sequeiros Jerez”.
- el “Museo Histórico Crucero ARA General Belgrano”
Asimismo a lo largo de los años se han erigido varios monumentos para homenajear a los militares que participaron en la guerra y muchas calles poseen nomenclatura relacionada al conflicto.
En el seno de la Municipalidad de Coronel Rosales también fue creada la “Comisión del 40° aniversario de la gesta de Malvinas”, por ordenanza Nº 4043 del 23 de julio de 2021 y conformada por:
-2 (dos) representantes del Departamento Ejecutivo;
-2 (dos) representantes del Honorable Concejo Deliberante;
-1 (un) representante de la Armada Argentina;
-1 (un) representante de Jefatura Distrital;
-1 (un) representante del Centro de Veteranos de Guerra y familiares de caídos en Malvinas;
-1 (un) representante del Centro de Veteranos de Guerra de Punta Alta;
-1 (un) representante de Enfermeras Civiles por Malvinas;
-1 (un) representante del Centro de Comando Flota de Mar;
-1 (un) representante de Asociación Última Tripulación del Crucero ARA General Belgrano;
-1 (un) representante de la Peña Veteranos de Guerra 2 de Abril de 1982;
-1 (un) representante de la Agrupación Generación Malvinas, perteneciente al Centro de Veteranos Malvinas
Sus funciones son “analizar, proponer y organizar actividades educativas y formativas directamente relacionados a la conmemoración de los 40 años de la guerra en el Atlántico Sur.”
Palabras finales.
A través de este artículo, se ha querido evocar la vida cotidiana de los puntaltenses durante el conflicto y mostrar algunas de las distintas vivencias que los habitantes de Punta Alta tuvieron a lo largo de la guerra con Gran Bretaña en el Atlántico sur.
La guerra de Malvinas tocó profundamente a todos los contemporáneos a ella. En mayor o menor medida los afectó y quedó grabada en la memoria colectiva. Punta Alta vivió la guerra de una manera especial porque, además de llevar adelante colectas para ayudar a los combatientes, tuvo que adaptar su cotidianeidad a una serie de medidas preventivas de seguridad y defensa civil, tales como los oscurecimientos y los simulacros de bombardeo enemigo. Dichas medidas, si bien fueron transitorias y afortunadamente no debieron aplicarse en situaciones bélicas reales, quedaron arraigadas profundamente en la memoria y los recuerdos de todos los que vivieron esa época. Además, el vivir cerca de la Base Naval provocó que muchas familias se vieran directa o indirectamente involucradas en el conflicto, a través de familiares, vecinos, amigos o conocidos que estuvieron destacados en el sur del país o participaron directamente en los combates.
Se ofrece aquí un recorte parcial y subjetivo de muchos temas que dejamos abiertos. Sabemos que muchos puntaltenses recordarán, a partir de la lectura de este artículo, muchas otras cosas vinculadas a esos días, porque queremos que esta nota actúe como disparadora de memorias. El Archivo Histórico ya posee en su Archivo Oral un apartado especial con la temática Malvinas que en su mayoría cuenta con relatos de ex combatientes y veteranos de nuestra ciudad. En la actualidad hemos sumado testimonios de vida cotidiana de puntaltenses durante esos 74 días que duró el conflicto. Por eso invitamos a todas las vecinas y los vecinos de la localidad a que se acerquen al Archivo Histórico Municipal y aporten sus vivencias de la guerra, ya como personal militar o como civiles que estuvieron en ese otoño de 1982 siguiendo el conflicto a través de la radio o la televisión, colaborando en las colectas, participando de simulacros y sintiendo profundamente cada uno de los días de la guerra. Esos relatos van a engrosar el Archivo Oral de la institución y contribuirán a reconstruir el pasado desde las memorias individuales.
Por Lic. Fernanda Martel y Lic. Gustavo Chalier.
Fuentes
Diarios y periódicos
- Temple, abril, mayo y junio de 1982.
- Gaceta Marinera, abril, mayo y junio de 1982.
- La Nueva Provincia, abril, mayo y junio de 1982.
Entrevistas
- Claudia Alcaraz Marchetti, 9 de marzo de 2022.
- Blanca Ávila, 7 de marzo 2022.
- Gabriel Daire, 14 de marzo de 2022.
- Aldo Ghilardi, 28 de mayo de 2007.
- Luis Hernández, 11 de febrero 2022.
- Julio Lindner, 10 de octubre 2019.
- Pereda, Virginia, 21 de mayo de 2022.
- Luis “Kappy” Sánchez, 7 de marzo de 2022.
- José Luis Roa, 24 de febrero 2022.
- Cristina Rubio, 22 de febrero de 2022.
- Norma Russi, 3 de febrero de 2022.
Testimonios escritos
- Carta del conscripto Edgardo Gómez, sin lugar, 28 de abril de 1982 (Copia en el Archivo Histórico Municipal de Punta Alta).
- Carta del conscripto Gustavo, sin lugar, 28 de abril de 1982(Copia en el Archivo Histórico Municipal de Punta Alta).
- Carta del conscripto Héctor Rubén Iacopetti, sin lugar, 27 de abril de 1982 (Copia en el Archivo Histórico Municipal de Punta Alta).
- Carta del conscripto Héctor Rubén Iacopetti, Baterías, 25 de octubre de 1982 (Copia en el Archivo Histórico Municipal de Punta Alta).
Bibliografía y sitografía
- Basile, Maria Veronica y Floridia, Yanina: “El arte y la guerra: La movilización cultural y artística en torno del Fondo Patriótico Malvinas Argentinas en la ciudad de Córdoba”, en Nuevo mundo mundos nuevos, 2019.
- Bonzo, Héctor: “1093 Tripulantes del Crucero ARA General Belgrano“, Buenos Aires, IPN Editores, 1992.
- Calvo, Pablo: “El oro de Malvinas: cómo se esfumó la mayor colecta de la historia argentina”, en Clarín, 14 de septiembre de 2017, https://web.archive.org/web/20170914093311/http://edant.clarin.com/suplementos/zona/2005/04/03/z-950123.htm
- Cotización histórica de monedas argentinas, en Billetes Argentinos, http://www.billetesargentinos.com.ar/articulos/cotizacion.htm
- CPI Inflation Calculator, https://www.in2013dollars.com/us/inflation/1982?amount=80926
- Genoud, Diego: “El enigma del Fondo Patriótico”, en La Nación, 1º de abril de 2012 https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-enigma-del-fondo-patriotico-nid1461096/
- Lorenz, Federico: Todo lo que necesitás saber sobre Malvinas, Buenos Aires, Paidós, 2014.
- Martel, Fernanda: Historias detrás de la guerra. Testimonios y recuerdos de las enfermeras civiles del Hospital Naval Puerto Belgrano durante la guerra de Malvinas, inédito.
- Ministerio de Defensa, Armada Argentina: Batallón de Infantería de Marina Nº3 “Almirante Eleazar Videla” (https://www.argentina.gob.ar/armada/infanteria-de-marina/unidades/batallon-de-infanteria-de-marina-no3-almirante-eleazar-videla )
- Utera, Gastón: “La historia argentina de recesiones con inflación”, en La Voz, 4 de julio de 2014 https://www.lavoz.com.ar/negocios/la-historia-argentina-de-recesiones-con-inflacion/#:~:text=En%201981%20y%201982%2C%20la,y%20de%20la%20crisis%20bancaria.
Citas
[1] La Nueva Provincia, 3 de abril de 1982.
[2] Idem.
[3] La Nueva Provincia, 10 de abril de 1982.
[4] El Capitán de Fragata de Infantería de Marina Pedro Edgardo Giachino (Mendoza, 1947-Puerto Argentino, 1982) fue el primer muerto en combate de la guerra de las Malvinas.
[5] La Nueva Provincia, 7 de abril de 1982.
[6] La Nueva Provincia, 10 de abril de 1982.
[7] La Nueva Provincia, 29 de abril de 1982.
[8] Entrevista a Virginia Pereda, 21 de mayo de 2022.
[9] La Nueva Provincia, 10 de mayo de 1982.
[10] La Nueva Provincia, 8 de mayo de 1982.
[11] La Nueva Provincia, 18 de mayo de 1982.
[12] La Nueva Provincia, 21 de mayo de 1982.
[13] La Nueva Provincia, 19 de mayo de 1982.
[14] Utera, Gastón: “La historia argentina de recesiones con inflación”, en La Voz, 4 de julio de 2014 https://www.lavoz.com.ar/negocios/la-historia-argentina-de-recesiones-con-inflacion/#:~:text=En%201981%20y%201982%2C%20la,y%20de%20la%20crisis%20bancaria.
[15] http://www.billetesargentinos.com.ar/articulos/cotizacion.htm
[16] La Nueva Provincia, 15 de abril de 1982.
[17] La Nueva Provincia, 8 de junio de 1982.
[18] Ídem.
[19] Ídem.
[20] Lorenz, Federico: Todo lo que necesitás saber sobre Malvinas, Buenos Aires, Paidós, 2014.
[21] La Nueva Provincia, 7 de abril de 1982.
[22] Entrevista a Luis Hernández, 11 de febrero 2022.
[23] La Nueva Provincia, 1º de mayo de 1982.
[24] Entrevista a José Luis Roa, 24 de febrero 2022
[25] Entrevista a Luis Hernández, 11 de febrero 2022.
[26] Idem, 22 de abril de 1982.
[27] La Nueva Provincia, 24 de abril de 1982.
[28] Idem, 2 de mayo de 1982.
[29] Entrevista a Claudia Alcaraz Marchetti, 9 de marzo de 2022.
[30] “En la capilla Nuestra Señora de Fátima se ha preparado todo para que cumpla la doble función de honrar a Dios y de sala de primeros auxilios. Se han instalado camas en su interior y se la ha provisto de elementos necesarios para atender a los posibles heridos de un eventual ataque aéreo”. La Nueva Provincia, 6 de mayo de 1982.
[31] La Nueva Provincia, 6 de mayo de 1982. El destacado, en el artículo.
[32] La Nueva Provincia, 6 de mayo de 1982.
[33] Entrevista a Luis “Kappy” Sánchez, 7 de marzo de 2022.
[34] Entrevista a Norma Russi, 3 de febrero de 2022.
[35] Ídem.
[36] Ídem.
[37] Entrevista a Claudia Alcaraz Marchetti, 9 de marzo de 2022.
[38] Entrevista a Gabriel Daire, 14 de marzo de 2022
[39] Ídem.
[40] Entrevista a Cristina Rubio, 22 de febrero de 2022.
[41] Entrevista a Gabriel Daire, 14 de marzo de 2022.
[42] Carta del conscripto Héctor Rubén Iacopetti, sin lugar, 27 de abril de 1982.
[43] Carta del conscripto Gustavo, sin lugar, 28 de abril de 1982.
[44] Carta del conscripto Edgardo Gómez, sin lugar, 28 de abril de 1982. “Durante el conflicto del Atlántico Sur por las Islas Malvinas la Compañía de Tiradores “Hotel” operó en la península Camber y en la Isla Borbón”. Ministerio de Defensa, Armada Argentina: Batallón de Infantería de Marina Nº3 “Almirante Eleazar Videla” (https://www.argentina.gob.ar/armada/infanteria-de-marina/unidades/batallon-de-infanteria-de-marina-no3-almirante-eleazar-videla )
[45] Carta del conscripto Héctor Rubén Iacopetti, Baterías, 25 de octubre de 1982.
[46] Basile, Maria Veronica y Floridia, Yanina: “El arte y la guerra: La movilización cultural y artística en torno del Fondo Patriótico Malvinas Argentinas en la ciudad de Córdoba”, en Nuevo mundo mundos nuevos, 2019.
[47] La Nueva Provincia, 16 de abril de 1982. Con una cotización en mayo de 1982 de U$S 1= $21.250, lo donado equivalía a menos de 500 dólares de ese entonces. Con la tasa de inflación acumulada en los Estados Unidos en 40 años, ese valor correspondería cerca de 1456 dólares de hoy. Ver: “Cotización histórica de monedas argentinas”, en Billetes Argentinos, http://www.billetesargentinos.com.ar/articulos/cotizacion.htm y CPI Inflation Calculator, https://www.in2013dollars.com/us/inflation/1982?amount=80926
[48] Idem, 24 de abril de 1982.
[49] “Recuerdo una vuelta que tocamos para recaudar caramelos y chocolates para los pibes que estaban en Malvinas y había una señora que se subió y agarró el micrófono y empezó a gritar ‘miren estos pibes tocando música inglesa mientras nuestros hijos mueren en la guerra”. Entrevista de Guillermo Bertinat a Julio Lindner el 10 de octubre de 2019. Forma parte del libro sobre el rock local que está elaborando el periodista Javier Tucci.
[50] Idem, 27 de abril de 1982.
[51] Gaceta Marinera, 1º de junio de 1982.
[52] La Nueva Provincia, 28 de abril de 1982.
[53] La Nueva Provincia, 1º de mayo de 1982.
[54] Ídem.
[55] La Nueva Provincia, 15 de mayo de 1982.
[56] Ídem.
[57] La Nueva Provincia, 9 de mayo de 1982.
[58] Idem, 13 de mayo de 1982.
[59] El Temple, 14 de mayo de 1982.
[60] La Nueva Provincia, 13 de mayo de 1982.
[61] La entrada equivalía más o menos a 0,47 dólares de 1982 (aproximadamente U$S 1,50 de hoy).
[62] La Nueva Provincia, 15 de mayo de 1982.
[63]La Nueva Provincia, 21 de mayo de 1982.
[64] La Nueva Provincia, 3 de junio de 1982. Lo recaudado equivalía a 10.656 dólares de la época (poco más de 30.000 dólares de hoy).
[65] Entrevista a Aldo Ghilardi, 28 de mayo de 2007.
[66] Cfr. Genoud, Diego: “El enigma del Fondo Patriótico”, en La Nación, 1º de abril de 2012 , https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-enigma-del-fondo-patriotico-nid1461096/ ; Calvo, Pablo: “El oro de Malvinas: cómo se esfumó la mayor colecta de la historia argentina”, en Clarín, 14 de septiembre de 2017, https://web.archive.org/web/20170914093311/http://edant.clarin.com/suplementos/zona/2005/04/03/z-950123.htm
[67] Bonzo, Héctor 1093 Tripulantes del Crucero ARA General Belgrano, Buenos Aires, IPN Editores, 1992.
[68] Entrevista a Blanca Ávila, 7 de marzo 2022.
[69] Ídem.
[70] Martel, Fernanda: Historias detrás de la guerra. Testimonios y recuerdos de las enfermeras civiles del Hospital Naval Puerto Belgrano durante la guerra de Malvinas, inédito.
[71] Entrevista a Virginia Pereda, 21 de mayo de 2022.
[72] Entrevista a Claudia Alcaraz Marchetti, 9 de marzo de 2022.
[73] Ídem.
[74] La Nueva Provincia, 19 de junio de 1982.
[75] Idem, 24 de junio de 1982.
[76] Carta del conscripto Héctor Rubén Iacopetti, Baterías, 25 de octubre de 1982.
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Y sí. Yo creo que “algo” dentro de cada puntaltense se detuvo ese 2 de mayo. Es ese algo que aún hoy siente como aquél día. Gracias Archivo de Punta Alta por tan buen trabajo. Gracias por ayudar a la memoria, a la educación y a la historia de nuestra gente.
Vaya mi agradecimiento a los autores de la nota y a todo el equipo del Archivo Histórico Municipal, por la ardua tarea de compilar, reseñar y resignificar el material incorporado en el artículo. Sin dudas para todos los que fuimos testigos de aquellos sucesos cada una de las historias compendiadas resuena de manera particular. en mi caso yo vivía en Bahía Blanca y la labor de los jefes de manzana y de los oscurecimientos me resulta cercana, pues mi papá era el encargado de unas manzanas en el barrio Colón, lo mismo con los simulacros en la escuela. Uds. como historiadores deben vislumbrar cómo de a poco, con el paso del tiempo los sucesos se ordenan, las fuentes hablan y los supervivientes dejan atrás el silencio. Este artículo es un excelente compendio que traza senderos de análisis tanto para el historiador como para el curioso. Gracias por el trabajo!!
en nombre de las Enfermeras civiles del Hospital Naval de Puerto Belgrano 1982 por Malvinas ,muchisimas gracias ,por darnos el espacio y vuestro tiempo en escucharnos al contar nuestras historias de vida en momentos tan crueles de la guerra de Nuestras Islas Malvinas ..
Hola que buen archivo muchas lágrima yo tenía 17 años con una niña de un año soy de Logroño provincia de Sta fe mucho miedo. Y recordar me hizo que triste esos tiempos ojalá nunca más!
Gobiernos hipócritas déspotas .