Pocos hechos trágicos quedaron impresos a fuego en la memoria colectiva puntaltense como el accidente que sufrieron un grupo de hinchas de Rosario Puerto Belgrano en el camino hacia Bahía Blanca el 28 de abril de 1935. El saldo de muertos y heridos, sumado a la juventud de las víctimas y las circunstancias del hecho, hizo que fuera profusamente cubierto por la prensa local e incluso nacional, causando honda consternación en el conjunto de la población. Al cumplirse 86 años del suceso, el Archivo Histórico Municipal quiere recordarlo y analizar los acontecimientos que lo rodearon.

El partido contra Liniers.

Fundado el 3 de abril de 1920, el Club Rosario Puerto Belgrano se consolidó desde sus primeros años como uno de los referentes del fútbol puntaltense. Afiliado a la Liga del Sur, se convirtió en animador de los torneos de ascenso y de primera división de la entidad. Al profesionalizarse el fútbol en 1931, se produjeron en todo el país discusiones entre aquellos que pretendían continuar en el amateurismo (defendiendo la pureza del amor a la camiseta) y aquellos que deseaban ser retribuidos por sus esfuerzos. En 1934 se produjo un cisma en la Liga del Sur: la mayoría de los llamados “clubes grandes”, Liniers, Pacífico, Dublín, Villa Mitre, Comercial, Independiente, Estudiantes y Rosario Puerto Belgrano conformaron la Asociación Bahiense de Fútbol, agrupación que se mantendría hasta 1937, cuando los clubes rebeldes volvieron al seno de la Liga.

Croquis de la ruta vieja a Bahía Blanca y detalle del lugar del accidente.

Ese campeonato de 1935 había comenzado con muchas expectativas para el conjunto rosarino. Había armado un equipo competitivo y que marchaba invicto en el campeonato de la Asociación Bahiense de Fútbol; además, Rosario se veía estimulado por los éxitos de su archirrival Sporting, que en la Liga del Sur se había coronado campeón en 1934 y 1935 y que ese año lograría el tricampeonato. En ese contexto, el partido de Rosario Puerto Belgrano con Liniers de visitante fue de gran expectativa entre los aficionados y público futbolero. Según la crónica deportiva previa al encuentro,

“[Liniers] irá a la lucha buscando una reivindicación ante sus parciales de la derrota sufrida frente a Comercial que a su vez fue vencido por Rosario, y además de tomarse una revancha sobre Rosario, que el año pasado lo venció por 2 a 1 cuando en la segunda rueda los aurinegros iban invictos. Todos estos antecedentes sin duda harán que el field de Liniers se vea colmado de espectadores que ansiosos van a ver al único invicto continuar su racha de triunfos y otros verlo bajar de su honroso y merecido pedestal (…)”[1].

Ante la confianza y el interés despertado en los hinchas por el partido, la comisión directiva del Club Rosario decidió disponer de quince ómnibus que saldrían para Bahía Blanca el domingo 28 de abril a las 13,30 del bar Cervantes, ubicado en Humberto I casi B. de Irigoyen, frente al Bar Central. Los pasajes, que valían $1 ida y vuelta, podían adquirirse en el bar, en la farmacia El Águila o en la secretaría del club[2]. Además de los colectivos, saldrían del lugar autos particulares y camiones para realizar una caravana a la vecina ciudad. Entre ellos, iba el camión Chevrolet conducido  por su propietario Eligio Ruggeri[3], que transportaba a veinticinco jóvenes, hinchas y jugadores del equipo, la mayoría de ellos en la caja.

Camión volcado a la vera de la ruta.
(La Nueva Provincia 29 de abril 1935.)

El accidente.

Todos los testimonios indicaron que fue el exceso de velocidad, sumado al peligroso trazado del camino, lo que provocó el hecho. El camión de Ruggeri salió retrasado, lo que obligó al conductor a acelerar su marcha. Según testimonios recogidos por la prensa, apenas salidos del Cervantes, cuando iban por Colón, los muchachos de la caja le pidieron que pase un auto, pero luego al ver que no bajaba el ritmo de marcha,  comenzaron a pedir al conductor que disminuyera la marcha:

“Tal excesiva velocidad del camión motivó a que sus ocupantes pidieran al conductor que aminorara la marcha, el cual, desoyendo los ruegos, poseído quizá por la fiebre vanal (sic) de su seguridad, siguió en el tren vertiginoso…”[4]

Como lo detallaron varios medios de la época, a sesenta metros aproximadamente de la primera curva del camino viejo a Bahía Blanca, el único que por entonces unía ambas ciudades, el camión comenzó a zigzaguear y se cruzó a la izquierda donde se encontraba un terraplén.

El camión puesto sobre sus ruedas luego del accidente.
(La Nueva Provincia 30 de abril 1935.)

“Cerca de las 14 horas el camión trágico emprendió viaje del Bar Cervantes y de inmediato tomó calle Colón a gran velocidad aventajando a diversos vehículos que lo habían precedido en la salida, cuando al llegar a la primera curva del camino pavimentado, siempre a una velocidad arriba de 75 kilómetros por hora, pierde estabilidad el camión y después de dar varios colazos, como queriendo gambetear la trágica celada tendida, se precipitó violentamente hacia el costado izquierdo, dando varios tumbos, en medio de los ayes de dolor y de muerte, siendo despedido el cargamento humano en varias direcciones”[5].

Los jóvenes que iban en la caja del camión salieron despedidos. Fallecieron Vicente Mussini, de 25 años de edad y jugador del equipo; Francisco Villalba y Antonio Correa, ambos de 26. Los heridos fueron: Salvador Ierfino, 18 años, con heridas en la cara y brazo; Mario Mattione, heridas en el tabique de la nariz; Ernesto Sorichetti, 18 años, contusiones en las manos; Antonio Estévez, 20 años, lesiones en el cuello; Darío Giorno; Antonio Iglesias, 17 años, contusiones en la espalda; Ramón Acera; Pablo Visedo, 21 años con lesiones internas; Aníbal Martínez, 15 años, contusiones en la cabeza y pierna; José M Sanchez ;  Elio Menicucci; Juan Pedro Bertolani; Francisco Regalía, 48 años, lesiones en la columna vertebral; Ernesto Escalante; José Blas; y Pedro Tormo, 17 años, lesiones en la cara. Eligio Ruggeri,  conductor del camión, también resultó con heridas de consideración en la cabeza y brazos[6]. La noticia se divulgó rápidamente a medida que los testigos del suceso llegaban a la cancha de Liniers o bien pegaban la vuelta a Punta Alta:

Camión volcado a la vera de la ruta.
(La Nueva Provincia 29 de abril 1935.)

“Algunos de los testigos del accidente llegaron a la cancha de Liniers llorando e intensamente impresionados y rápidamente se comunicaron con los dirigentes del club para informarles de lo ocurrido. En paseos, cafés y cines, al ser conocida la magnitud del siniestro causó intensísima impresión y fueron muchas las personas que rápidamente se trasladaron, utilizando automóviles y ómnibus al camino de Punta Alta, colaborando en los primeros auxilios de los heridos”[7].

De inmediato fueron auxiliados por algunos ocupantes de los vehículos que iban en la caravana. Los servicios médicos y los profesionales de la salud llegaron con premura. Se hicieron presentes el empleado de policía Humberto Bonaffini, el cabo Elias Aranda y agente Juan Delmiro Valle. A continuación, llegó el médico policial, doctor Enrique J. Bianco y la ambulancia de la Sala de Primeros Auxilios con el cabo enfermero de la misma Echegoin, el médico de Punta Alta, Dr. Juan Carlos Aguirre, varias ambulancias del Hospital Naval y gran cantidad de material de primeros auxilios. También se hicieron presentes los doctores Ramón Ayala Torales, Carlos Solari y Ramón López Camelo[8]. Los muertos y heridos fueron derivados al Hospital Naval, a la Sala de Primeros Auxilios de Punta Alta[9] y a nosocomios de  Bahía Blanca.

El accidente fue profusamente cubierto por la prensa local. Con sensacionalismo, incluso las notas abundaban en descripciones truculentas de los heridos y muertos, acompañados de fotografías explícitas de la tragedia y de testimonios de sobrevivientes. Ante la prensa, algunas de las víctimas relataron lo sucedido:

Camión volcado a la vera de la ruta. (Foto: Clelia Pinedo)

“Veníamos muy bien, nos dice, pero delante nuestro marchaba un auto que parecía llevar una velocidad de 70 por hora. Nosotros lo apurábamos a Ruggieri más, para que lo alcanzara del todo, y así fue, poco antes del lugar fatal, el auto quedó rezagado. Debimos cumplir más de 80 por hora el máximum del motor posiblemente, pero a poco aflojó un tanto la marcha al llegar a la Loma Negra para reiniciar después el tren violento. En ese punto, el camión debió quedar embragado – sin control- porque patinando en la arena del costado del camino, se inclinó hacia ese extremo, mientras que, a los gritos de desesperación, íbamos a parar lejos, unos por aquí, otros para allá. Yo caí encima de uno de mis compañeros, pero me golpeé fuertemente igual, y sintiendo un dolor agudo me desmayé”. Los que estaban en el hospital de la Base, por referencias de los familiares habían de ser más o menos lo mismo (…) Uno de ellos, Ernesto Sorichetti, con domicilio en Mitre 446, de 19 años, dice: “Me sentí lanzado por el aire, yendo a caer debajo de todos. Un montón de carne y huesos. Cuando me sacaron estaba entre los muertos… cubierto de sangre y todo y no pude reaccionar. Más tarde me vi aquí en el hospital…”[10]

El sector donde ocurrió el vuelco era conocido por su peligrosidad y ya había sido escenario de hechos graves. Así lo describía la revista Punta Alta en el estilo particular de la época:

“La ruta pavimentada a la vecina ciudad tiene un largo trecho diabólico, trágico. En una encrucijada tendida por el destino para segar vidas, para nutrir el vientre de la madre naturaleza. ES EL TRAMO DE LA MUERTE, el trecho comprendido entre nuestra población y el monolito fatídico que indica el kilómetro 20. CINCO vidas han caído a lo largo de este pedazo de carretera; primero Varela, atropellado por un auto, luego Napal (h), como resultante de la colisión entre el auto en que viajaban y un ómnibus y ahora tres más, Mussini, Villalba y Correa. Es el tramo donde la Parca está siempre en acecho”[11].

Las víctimas del accidente.

Los homenajes.

Al enterarse de lo sucedido, los jugadores de Liniers se negaron a salir a la cancha si la dirigencia del club bahiense no suspendía el partido, cosa que se hizo prácticamente de inmediato. En Punta Alta se prepararon los homenajes correspondientes, ante una población hondamente conmovida por la tragedia. El club Rosario Puerto Belgrano convocó a una reunión extraordinaria de Comisión Directiva ese mismo domingo 28 de abril a las 21.00 hs. y se decidió enviar notas de pésame a los deudos; concurrir toda la CD al velatorio y sepelio; enviar coronas de flores y designar al presidente de la entidad  para que despida los restos mortales. Además, se resolvió pedir autorización a los familiares de las víctimas para trasladar los restos desde la cochería hasta la secretaría social una hora antes del sepelio. También se invitaba a socios y simpatizantes a acompañar los cuerpos en el homenaje y a los comerciantes se los instaba al cierre de sus establecimientos en el acto de traslado hacia el cementerio. Por último, se suspendieron los festejos que tenía programado el Club para el 1° de Mayo.

Pero no solamente la entidad rosarina expresó su consternación ante lo sucedido, sino que lo hicieron otras de gran arraigo en la comunidad.

La Liga del Sur envió un  telegrama adhiriendo al duelo y designó a Alejandro Hoffman (presidente de Sporting),  para que la represente; el mismo club Sporting, por su parte, decidió enviar una nota de pésame a las familias de los difuntos;  el Centro Juventud Autonomista acordó hacer lo propio con los familiares y el club Rosario, además de enviar coronas, designar un representante ante las exequias e invitar a los adherentes a concurrir a las honras fúnebres; el Centro Recreativo y Cultural Altense, se adhirió al duelo y suspendió  el matiné danzante que debía realizarse ese domingo; también  los dueños  los bares Central y Tokio suspendieron la actuación de sus orquestas; asimismo, la jefatura de los Talleres del Arsenal Puerto Belgrano dispuso la cesación de actividades a las 15.00  del lunes 29, para permitir al personal concurrir al entierro [12].

Multitud que acompañó el cortejo fúnebre hasta el cementerio.
(La Nueva Provincia 30 de abril 1935.)

Como expresó La Nueva Comuna: “La noticia de este lamentable accidente corrió como un reguero de pólvora por toda la población, produciendo honda consternación e intenso  pesar, exteriorizándose en todas las conversaciones y rostros la horrible tragedia que ha enlutado a varios hogares y que ha puesto un crespón de luto en el vecindario”[13].

La Nueva Provincia describía de este modo el ambiente que se vivía en ese momento y cómo el domingo que se esperaba que fuera de alegría se trocó repentinamente en horas de dolor:

“Dolor de catástrofe, siempre es intenso dolor; pero cuando la tragedia se produce en el ambiente y en las circunstancias en que se ha producido esta que ha enlutado a Bahía Blanca y Punta Alta, la aflicción es mucho más intensa. Un día de sol, un día hermoso de verano; uno de esos días que amanecen como si quisieran asociarse a los entusiasmos de los amantes del deporte; un día en que millares y millares de hombres y muchachos sueñan con las sanas emociones de su deporte favorito, ha sido un día de honda pena, de intensa amargura y de riguroso luto para los bahienses.

Todavía en nuestra imaginación se reproduce a cada instante ese horrible cuadro de angustia que presenciamos ayer. La una de la tarde de un día radiante de sol y de luz. Infinidad de vehículos vienen desde la localidad vecina repletos de jóvenes deportistas que alegran más el día con su juvenil entusiasmo. En animada caravana van llegando a la ciudad millares de personas con el anhelo de pasar una tarde feliz. (…) Día fatal este de ayer, que amaneció radiante de luz, y ha precisado de negros crespones para enlutar las fatales consecuencias de una horrible catástrofe.

Resignación para los trágicos destinos de la fatalidad, y una oración más sentida, como sentido es nuestro inmenso dolor, para las desventuradas víctimas de tan penoso accidente”[14].

Carroza fúnebre acompañada de la multitud de vecinos.
(La Nueva Provincia 30 de abril 1935.)

El sepelio.

Las circunstancias del velatorio y del sepelio también fueron cubiertos por los periódicos, que reflejaron el dolor y la congoja de los puntaltenses ante la tragedia vivida.

Luego del velatorio de Mussini, Correa y Villalba, al que asistieron gran cantidad de personas, y de una misa en la parroquia local, se convino el traslado de los restos a la sede del Club Rosario, desde donde el cortejo fúnebre partió a las 17.00 hs. hacia el cementerio. El servicio fue organizado por la Cochería Londres y los coches con caballos  fueron seguidos por una multitud que se extendía por cinco cuadras, que La Nueva Provincia calculó en cuatro mil personas[15], número más que elocuente para mostrar el sentimiento de la comunidad.  En el cementerio, estaban congregados representantes de varias asociaciones culturales y deportivas, autoridades municipales. En representación de la Base Naval, se encontraba el Capitán de Navío Julio Cárrega, del Jefe del Arsenal de la Base Naval, se hallaba el teniente de fragata Enrique A Molina, del Cuerpo de Infantería de marina el Capitán R. Ardiles. Allí hicieron uso de la palabra  Juan F. Puccinelli, por el Club Rosario Puerto Belgrano; Alejandro Hoffmann, por el Club Sporting y Liga del Sud y  Manuel Troncoso, por la Asociación Bahiense de Fútbol[16]. En los discursos, todos coincidieron en aludir al destino cruel, a la fatalidad y a los pocos instantes que separan las manifestaciones de alegría de los llantos. Puccinelli expresó en parte de su alocución, que fue interrumpida varias veces por sus sollozos:

Tapa Revista Punta Alta 4 de mayo 1935. En ella se lee: “Dolor colectivo. La abigarrada y piadosa caravana que acompañó los restos de los infortunados jóvenes Mussini, Correa y Villalba hasta su última morada”.

“Vicente Mussini, Gregorio Correa, Francisco Villalba, son los tres jóvenes víctimas del ensañamiento traidor de la parca,  que habiéndole una mala jugada, los arrebató para siempre de nuestras filas y del señor de sus hogares queridos, cuya desgracia lloran y lloran hoy desconsoladamente. El destino fatal, pues, quiso que tres vidas, preciosas capullosas, podría decir, en flor, que recién sonreían a la vida, sean tronchadas en la forma trágica que ya todos conoce. Ante lo inevitable y transidos nuestros corazones por el profundo dolor que nos embarga, solo pedimos resignación a sus atribuidas madres, hermanos y demás familiares, acompañándolos en el intenso dolor que los aflige”[17].

Más filosófico, Hoffmann decía:

“Los antiguos decían que morir joven era un don del cielo y un poeta cristiano hacía notas, que la más larga vida es la más fecunda en penas, porque aparte de nuestros propios sufrimientos, nos nace asistir a la ruina y destrucción de todo lo que hemos amado. Filosofía desoladora pero muy propulsa para recordarnos que en la tierra no es solo un vergel florido, en el que crecen las rosas del placer, sino una prueba durísima en que los espíritus elevados deben sufrir con entereza y resignación. Ante estas tumbas prematuramente abiertas, hagamos solidarios nuestro dolor al de los afligidos deudos y que cada una de  nuestras lágrimas sirva para fertilizar el campo de una amistad sincera”[18].

En los días posteriores, se vieron suspendidos espectáculos deportivos y festejos en adhesión al duelo por el que pasaba gran parte del vecindario.

Ofrendas en el monolito al conmemorarse un año del accidente. La placa del monolito, hoy desaparecida, rezaba : ” El Club Atlético Rosario Puerto Belgrano en el primer aniversario del fallecimiento de sus socios Vicente Mussini, Gregorio Correa y Francisco Villalba, muertos trágicamente en este lugar. 25 de abril de 1936.” (Revista Punta Alta 9 de mayo 1936.)

El monolito que recuerda la tragedia.

En febrero de 1936, el conductor del camión, Eligio Ruggeri, fue condenado a dos años de prisión en suspenso e inhabilitación para conducir vehículos por el mismo plazo por hallárselo responsable “de homicidio y lesiones graves por culpa o imprudencia en los términos de los artículos 84 y 94 del Código Penal”[19], según sentencia del juez Adolfo Luro.

Días después, al cumplirse el primer aniversario de la tragedia, las autoridades del club decidieron colocar un monolito en el lugar del accidente e invitar a todos los simpatizantes a adherirse a la jornada de duelo.

El domingo 3 de mayo de 1936, a las 10.00 hs., se procedió a inaugurar el monumento, que llevaba una placa recordatoria. Una caravana de autos y colectivos salió desde el bar Cervantes para el acto de conmemoración. Juan Maydagán, presidente del club, dirigió unas palabras a los presentes. Entre sus párrafos más significativos, expresaba:

“Caídos en la tarde del 28 de Abril, tarde aquella de otoño que con sus tibios rayos de luz, iluminara el retorno victoriosos de la caravana que con ellos iba buscando un laurel mas para nuestra querida institución. El recuerdo de estos tres muchachos caídos en pleno fervor deportivo perdurará siempre en nuestras almas, torturadas por un sentimiento aflictivo cada vez que hayamos de pasar por este lugar macabro, espectador mudo de la tragedia. El Club Rosario Puerto Belgrano ha querido legar a la posteridad el testimonio de sentimiento hacia Mussini, Correa y Villalba, simbolizando ese humano pensamiento en éste monolito recordatorio malogrados compañeros. Esta lacónica inscripción pondrá nuestros espíritus en contacto con lo de ellos, como sus almas fluctúan en estos momentos en las nuestras. Vicente, Guillermo y Francisco, en este mismo lugar donde habéis encontrado la muerte os rendimos este homenaje póstumo porque eráis jóvenes, sencillos y buenos”[20].

Homenajes en el cementerio local a un año del accidente.
(Revista Punta Alta 9 de mayo 1936.)

Uno de los heridos del accidente, Ernesto Soricchetti, pronunció a continuación una breve alocución, parte de la cual se transcribe a continuación:

 “De ayer a hoy, ¡Un año y cinco días! Íbamos con canciones de triunfo en los labios y regresamos con los ojos anegados en lágrimas… A la franca sonrisa de nuestras bocas, el grito juvenil de nuestros pechos y al anheloso delirio de nuestros entusiasmos, sucedieron las trágicas escenas tristes memorias hasta el postrer segundo de nuestras vidas efímeras. Caímos, y, al despertar del sueño vimos como huían hacia el infinito tres de nuestros mejores compañeros. En vano se extendieron nuestros brazos suplicando el regreso; en vano se elevaron nuestros ruegos para trocar su suerte, en vano resonaron en nuestros corazones la armonía de sus nombres. Marchaban ya, fatal e irremediablemente hacia el mundo de los justos. De ayer a hoy, y de hoy para siempre, no ha podido ni podrá llenarse el vacío de sus eternas ausencias, dejado en el sitio de honor de nuestros más puros afectos”[21].

Posteriormente, los asistentes se dirigieron al cementerio, donde depositaron ofrendas florales ante las tumbas de Correa, Villalba y Mussini. En la ocasión, habló en nombre de los sobrevivientes de la jornada, Ramón Acera. Y también se leyó el telegrama de adhesión al acto remitido por la Asociación de Fútbol de Córdoba.

Repercusión nacional.

El accidente no pasó desapercibido para los medios nacionales. Una nota aparecida en el matutino porteño La Nación y que trascribió El Regional, no sólo describió el suceso sino que lo usa para solicitar que se apliquen las normativas de control de velocidad, tal como se venía haciendo en otras partes del mundo.

“Esa abolición de las facultades de raciocinio, ante una eventualidad tan poco importante como es la de arribar unos minutos después de haber empezado el juego en la cancha, se repite a menudo entre nosotros y parece ser una característica de la gente que anda en automóvil , sin conocer, por lo común, los peligros de manejarlo en determinadas condiciones. Esa manía de la velocidad de que hablamos se convierte con frecuencia en una especie de delirio, en una embriaguez que desvanece en aquellos que la experimentan, la noción del riego a que se exponen.  (…) Se diría que en el país no hay ordenanza que fije el grado de velocidad conveniente. Esos reglamentos existen. Lo que falta es rigor para aplicarlos y severidad con los que la infringen. Justamente una noticia cablegráfica informa que el juez de una localidad de Inglaterra condenó a Sir Malcom Campell a pagar una multa por exceder en la velocidad, normalmente establecida en treinta millas. Sir Malcolm admitió en una carta dirigida a ese magistrado, que se extralimitó, yendo a cuarenta o cincuenta. Como se ve, en todas partes se dan automovilistas o pasajeros que practican o fomentan esa índole de locura. La diferencia radica en la ficción o en la seriedad con que se acatan las disposiciones de orden público. En Gran Bretaña se exige su cumplimiento riguroso, aquí se toleran desviaciones, se accede a mediaciones, a promesas de no insistir en la aberración. No queremos convencernos de que estas reglas se crean en nombre de principios de conveniencia colectiva y la debilidad reiterada acaba por relajarlas. Se impone, como lo denuncia la experiencia, educar al automovilista, al viajero, y también a las autoridades responsables de la eficacia de las medidas adoptadas. Únicamente así se logrará que hechos como el de Punta Alta en las vecindades de Bahía Blanca, o los que originan intermitentemente los medios rápidos de transporte en la capital, sean más raros de lo que son, se deban a desgracias inevitables y no al culpable  frenesí  del que guía el coche o a la excitación del que lo ocupa”[22].

Imágenes del accidente entre el camión de la Armada y
el colectivo de La Acción.
(El Regional 12 de julio 1946.)

La Curva de la Muerte.

Desgraciadamente, no sería el de los hinchas de Rosario el único accidente en ese sector, que derivaría en el sobrenombre de Curva de la Muerte. Diez años después, otro accidente aconteció en el lugar, con un saldo mayor de víctimas. El 12 de julio de 1946, se produjo la colisión entre un camión de la Armada y un colectivo de la empresa La Acción.

A la mañana temprano, el camión A V-8 salió desde la Base Naval Puerto Belgrano rumbo a la Escuela Comandante Espora, llevando a ocho marineros y conscriptos. Conducido por el marinero de primera Carlos Alberto Piantini, tomó a gran velocidad la primera curva, cuando se encontró con el ómnibus que llevaba rumbo Bahía Blanca-Punta Alta, con treinta pasajeros. El camión perdió estabilidad, no pudo rectificar su marcha a tiempo y embistió al otro vehículo. El choque ocurrió a las 9.45 hs. Por el fuerte golpe, el colectivo fue lanzado a una laguna fuera de la cinta asfáltica, mientras que el camión dio varias vueltas y quedó destrozado[23]. El saldo del choque fue de siete muertos, todos ellos ocupantes del camión militar: el chofer, Piantini; los marineros contratados M. Miller y José Cutropia, el único puntaltense entre las víctimas; y los conscriptos Francisco Beckerle, Hugo Parodo, A. Pasalla y Herminio Luna. Heridos resultaron el marinero de segunda Pascual Aversa y el conscripto A. Bargo. Los heridos del colectivo, que fueron asistidos en Puerto Belgrano fueron: Manuel Gutiérrez, María Montero, Sara Montero, Carlos Estévez y Roberto López[24]. El mismo sector, la misma causa (exceso de velocidad) y una siniestralidad que hasta hoy convierten las rutas argentinas entre las más peligrosas del mundo.

Recuerdo permanente.

Pasaron 86 años de los infaustos sucesos narrados. El monolito, que aún puede observarse en la traza de la ruta vieja a Bahía Blanca, algunas páginas de los diarios y el recuerdo que perdura en la memoria de los hinchas rosarinos, los descendientes y familiares y los viejos vecinos puntaltenses, son sus testimonios remanentes.  Sin embargo, este tipo de catástrofes que sacuden la calma de una comunidad como la Punta Alta de la década de 1930, con el tiempo se transforman en leyenda y sus circunstancias y detalles se van desdibujando a medida que pasan de boca en boca y de generación en generación.

La reconstrucción de los hechos y circunstancias que rodearon ese 28 de abril de 1935 y los días posteriores sirve para mantener viva y libre de distorsiones el recuerdo de aquellos pibes cuya desaparición marcó a fuego a una generación de puntaltenses.

Por Lic. Gustavo Chalier.

Agradecimientos:

  • Cr. Hugo Ruggeri.
  • Cristian Ovejero, Archivo de La Nueva.

Fuentes:

  • Centurión, Paola: “Orígenes de la salud pública en Punta Alta”, en El Archivo, Año IV, N° 12, diciembre de 2004.
  • El Regional 9 de febrero de 1936.
  • El Regional, 28 de abril y 2 de mayo de 1935; 9 de febrero y 7 de mayo de 1936; 12 y 13 de julio de 1946.
  • La Nueva Comuna, 30 de abril de 1935.
  • La Nueva Provincia 29 y 30 de abril de 1935.
  • Revista Punta Alta, Año II, N° 30. 4 de mayo de 1935.

Citas:

[1] El Regional, 28 de Abril de 1935, p. 9.

[2] La Nueva Comuna, 30 de abril de 1935 p. 1.

[3] Así su nombre real, aunque buena parte de la crónica periodística lo llamó en primera instancia por error Elio. Eligio Ruggeri era puntaltense, nacido en 1913 y en su camión transportaba trigo desde el campo hasta los puertos de White y Arroyo Pareja (Datos aportados en conversación telefónica por su hijo, el Cr. Hugo Ruggeri, el 2 de septiembre de 2020)

[4] El Regional, 2 de mayo de 1935, p.3.

[5] La Nueva Comuna, 30 de abril de 1935 p. 1.

[6] El Regional, 2 de mayo de 1935, p. 1; La Nueva Comuna, 30 de abril de 1935 p. 1; La Nueva Provincia 30 de abril de 1935, p.13; El Regional 9 de febrero de 1936, p. 3. Las listas de heridos ofrecidas por los diferentes medios diferían en algunos nombres, por lo que se la ha reconstruido cruzando la información ofrecida por los diarios de la época.

[7] La Nueva Provincia, 29 de abril de 1935, p.3.

[8] La Nueva Provincia, 29 de abril de 1935, p.3.

[9] Inaugurada en 1933, estaba ubicada en el edificio de Bernardo de Irigoyen 746, donde hoy está el Hogar Municipal del Anciano. Funcionó hasta 1953, cuando se construyó el Hospital Eva Perón. (Cfr. Centurión, Paola: “Orígenes de la salud pública en Punta Alta”, en El Archivo, Año IV, N° 12, diciembre de 2004.

[10] La Nueva Provincia, 29 de abril de 1935, p.13

[11] Revista Punta Alta, Año II, N° 30. 4 de mayo de 1935.

[12] La Nueva Comuna, 30 de abril de 1935 p. 1.

[13] Ídem.

[14] La Nueva Provincia, 29 de abril de 1935, p.9.

[15] La Nueva Provincia, 29 de abril de 1935, p.3.

[16] Idem.

[17] Idem.

[18] Idem.

[19] El Regional ,9 de febrero de 1936,p. 3

[20] El Regional ,7 de mayo de 1936, p. 3.

[21] Ídem.

[22] El Regional, 9 de febrero de 1936 p.3.

[23] El Regional, 12 de julio de 1946, p. 1.

[24] El Regional, 13 de julio de 1946, p. 2.

A 86 años del accidente en la Curva de la Muerte.

2 pensamientos en “A 86 años del accidente en la Curva de la Muerte.

  • abril 28, 2021 a las 6:37 pm
    Enlace permanente

    Cuántos hechos de nuestra historia local desconocemos !! Gracias AHM por su constante colaboración para ayudarnos a conocer y entender nuestro lugar.

    Responder
  • abril 30, 2021 a las 10:44 am
    Enlace permanente

    Muy interesante, nunca supe de ese accidente, o no lo recordaba, a pesar de haber pasado casi toda mi infancia en Punta Alta.

    Responder

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