Esta es la crónica de uno de los accidentes más graves e impactantes ocurridos en el ámbito portuario local. A fines de 1923 la prensa local y capitalina transmitía con honda impresión la desgracia ocurrida en Puerto Belgrano: por razones que aun debían determinarse, la flamante grúa flotante Toba se había ido a pique, llevándose consigo la vida de cinco operarios. No hacía mucho tiempo atrás, había hecho su gran entrada en la dársena, sin que nadie imaginara su trágico final.
En viaje a Puerto Belgrano
En mayo de 1923, después de cerca de diez años de tramitaciones entre el gobierno nacional y la empresa constructora holandesa A. F. Smulders Werft Cusio, se llegó a un acuerdo para la entrega de la grúa Toba, cuyo contrato de adquisición se había firmado en febrero de 1914. Al estallar la Primera Guerra Mundial, se produjeron dilaciones de todo tipo, a causa del precio mayor que exigía la casa vendedora, hasta que, a instancias del ministro de Marina, Almirante Manuel Domecq García, se pudo acordar que los aumentos sobre el precio original sean absorbidos en partes iguales, entre los contratistas y el gobierno nacional.
Dos meses después, y conducida a remolque desde el puerto de Rotterdam, la grúa Toba emprendía el viaje a Puerto Belgrano. En su travesía un violento temporal le sorprendió en alta mar, frente a las costas brasileñas, lo cual hizo que se pierda todo contacto con la embarcación. Estuvo cuatro días al garete en los que recorrió 154 millas y fue encontrada por el remolcador holandés Gelderland, en perfectas condiciones, con sus cuatro tripulantes a salvo. El Gelderland condujo a la Toba al puerto de Montevideo.
En agosto de 1923 finalmente ingresó a Puerto Belgrano, generando gran entusiasmo en la población puntaltense, que pudo ver de cerca a “ese poderoso elemento de trabajo” recién incorporado a la escuadra naval. Por su parte, a fines de ese año el ministro Domecq García visitó la Base Naval para presenciar las maniobras de la escuadra, y en una orden general expresó su satisfacción por la organización de todos los servicios, la buena conservación de los buques, la disciplina e instrucción del personal, haciendo luego una “mención especial por la maniobra hábil y oportuna realizada para armar la grúa Toba […]”. Nadie podía imaginar la tragedia que se avecinaba.
El hundimiento de la grúa
El día 21 de diciembre de 1923, a las 16:30 hs aproximadamente, en circunstancias en que realizaba las pruebas finales para ser recibida por las autoridades navales, se produjo un accidente que provocó el hundimiento de la grúa, ocasionando además varios heridos y muertos. Como era de esperar, rápidamente corrieron por el pueblo las primeras noticias de lo sucedido, aunque se desconocía a ciencia cierta cómo había ocurrido el accidente, ni quiénes y cuántas eran las víctimas fatales. Con el correr de las horas, las propias autoridades navales dieron a conocer los detalles del siniestro, luego de que el propio ministro de Marina viajara a Puerto Belgrano desde Buenos Aires, acompañado por otros funcionarios del ministerio. El diario La Razón, el 24 de diciembre informaba los detalles del accidente:
“La maniobra consistía en levantar un grupo de anclas con un peso total de 110 toneladas y maniobrar con él dentro de la dársena. Agrupadas las anclas sobre el murallón del puerto se unieron con un estrobo de cable de acero, al que se prendió el gancho de la pluma. Iniciado el esfuerzo de levante y cuando la mole enorme se encontraba en suspenso a treinta metros del suelo, el cable de acero del estrobo cedió, rompiéndose. El golpe formidable hizo que la grúa diera un vuelco hacia atrás, hasta golpear con la base en la superficie del agua, para levantarse enseguida y chocar contra la pared del murallón y caer nuevamente sobre un costado donde naufragó por efecto de la sacudida”.
Un gran estupor se adueñó de los que presenciaron el accidente. El ingeniero Kisberg, de la casa constructora de la grúa, dirigía la maniobra. Se hallaba en la torre de la embarcación, a unos treinta metros de altura, de donde fue lanzado violentamente al agua, salvando milagrosamente su vida. El resto del personal ocupado en la maniobra pertenecía al de jornaleros del Arsenal Puerto Belgrano, en su mayoría ex conscriptos de la Armada Argentina. Casi todos se hundieron junto con la grúa, por lo que en los primeros instantes del siniestro se pensó que la tragedia era mayúscula. Al día siguiente del accidente, en el semanario local Nueva Época se leía: “El numeroso personal que se encontraba ocupado en los trabajos de las pruebas, trató de ponerse a salvo. Muchos lo lograron, pero desgraciadamente no puede decirse lo mismo de todos. En efecto, faltan varios obreros y hasta hoy a primera hora, poco antes de entrar en máquina esta hoja, sólo se sabe que han sido extraídos del agua dos cadáveres. […] Hoy podrá saberse exactamente quiénes y cuántas han sido las víctimas. Ayer, varias chapas no fueron colocadas en la marcadora la hora de terminar el trabajo y se cree con fundada razón, de que debe haber otras víctimas.[…]”
Luego de transcurridas varias horas se supo con certeza que las víctimas fatales eran dos, Pedro Velarde y Matías López, quienes habían perecido ahogados. Los heridos, asistidos todos en el Hospital Naval, eran nueve, aunque afortunadamente ninguno de gravedad. Ellos eran A. Pujol, R. Spinelli, Federico Celenzi, C. Vaca, Eufemio Ramírez, Toribio Barrientos, Juan M. Cardozo, Carlos Campos y Modesto Boutan. Por último tres jornaleros estaban desaparecidos, con la casi total certeza de que sus cuerpos se hallaban bajo el agua, ya sea en el interior o debajo del casco: Juan Cejas, Arturo Torres y P. Delle Donne.
Las acciones de salvamento
Apenas ocurrido el accidente fue desprendida una lancha del acorazado San Martín, con la que se hicieron los primeros salvamentos, a la vez que del acorazado Pueyrredón y del transporte Pampa se arrojaron salvavidas a los que cayeron al agua. Meritoria fue la acción desarrollada por Mario Cecchini y Atilio Sambi, quienes al momento de la tragedia se lanzaron al agua y lograron salvar a varios obreros que se encontraban a punto de perecer ahogados. La prensa local destacaba que también habían contribuido eficazmente en las acciones de salvamento Luis Alimonda y Fortunato Mallimacci. Por su parte, el diario La Razón hacía alusión a la extraña aparición de una mujer, la cual, en aquellos confusos instantes posteriores al accidente, se había hecho presente en el lugar, socorriendo a los heridos, como una verdadera heroína. Sin embargo, nadie pudo constatar la identidad de aquella dama, mientras algunos ponían en duda si se había tratado de una persona real, ya que en aquellos tiempos no había en los alrededores de Puerto Belgrano más que personal masculino en su totalidad.
En señal de duelo al día siguiente del accidente, el personal de obreros del Arsenal suspendió las tareas, mientras que la sociedad Unión del Sud acordó suspender el baile de esa fecha, en homenaje a una de las víctimas, Pedro Velarde, quien era socio de la institución. Lo mismo hizo el Club Ciclista (actual Club Altense), dejando sin efecto la excursión que tenía anunciada para el día domingo.
Ambas víctimas recibieron sepultura en el cementerio de Colina Doble, con los honores correspondientes.
Las pérdidas materiales
Más allá de las pérdidas humanas, las pérdidas materiales fueron enormes. La grúa se hallaba hundida en la dársena, a unos diez metros de profundidad. Prima facie se consideraba que se había seccionado en grandes trozos, lo cual podría facilitar su reconstrucción, luego de efectuar los trabajos para reflotar las partes. Inmediatamente luego de las acciones de salvamento la justicia dio comienzo a las investigaciones para la instrucción del sumario correspondiente. El objetivo era determinar las causas y responsabilidades en el siniestro.
Cabe aclarar que la grúa aun no había sido entregada al ministerio de Marina, y al momento del accidente se estaban realizando precisamente las últimas pruebas para garantizar la solidez y funcionamiento de la unidad, antes de proceder a su recepción. De hecho aun restaba abonar a la casa constructora, por parte del ministerio, la última cuota de la grúa. Por su parte las fuentes periodísticas hacen suponer que se inició una controversia entre las partes, es decir, la casa constructora y el ministerio de Marina, ya que la primera aducía que el accidente se había producido por haberse cortado el cable de acero que sujetaba el peso al gancho de la pluma de la grúa, material éste provisto por el personal del puerto militar, y que seguramente no estaba en buenas condiciones. Por su parte, desde el ministerio los abogados sostenían que “cuando trabajan las grúas es muy común que se rompan los cabos que amarran los pesos a levantar, pero que cuando eso ocurre, las grúas tienen la obligación de no irse a pique”, infiriendo entonces que el hundimiento se debía a otras causas ajenas a la rotura del cable de acero.
Los vestigios de la Toba
Varios meses después, los restos de la grúa seguían bajo el agua, así como los cuerpos de los obreros desaparecidos. En abril de 1924, en las páginas del semanario local Nueva Época se leía: “Van transcurridos cuatro meses desde aquel luctuoso día en que la grúa Toba, anclada en Puerto Belgrano, sufriera el accidente que costó la vida de cinco servidores del estado. Se desplomó la torre de la grúa y allí quedó todo, como una masa informe y al parecer inservible, pues nada indica que pronto se dé comienzo al levantamiento del poderoso elemento con el propósito de someterlo a la reparación del caso. Creemos que en el tiempo transcurrido podía haberse establecido la responsabilidad del suceso, y aunque así no fuese, ello no impedía de que se procediera al levantamiento de la grúa, para evitar la pérdida total de la acción de las aguas, de los motores y maquinarias, y para extraer los cadáveres de los infortunados obreros allí sepultados […]”
Algunos años después, en el Boletín del Centro Naval de mayo/junio de 1928 se publicaba un informe detallado de los trabajos y procedimientos llevados a cabo para la extracción de la grúa Toba. “En mayo ppdo. termináronse en Puerto Belgrano los trabajos, que duraron un año, de la extracción de la grúa flotante Toba, hundida en el sitio más importante de la dársena, donde constituyó por varios años una molesta obstrucción. La dirección de las operaciones corrió a cargo del Capitán de Fragata Jorge Siches”. Dado el peso de los materiales a extraer y los elementos disponibles para hacerlo, se fueron sacando a flote, una a una, las diferentes partes de la grúa. De esta manera, el primer término se extrajo el propio casco de la grúa, cuyas dimensiones eran de 40 x 20 x 2,80 m aproximadamente y su peso superaba las 600 toneladas, a las que debía agregarse el peso del barro acumulado, unas 63 toneladas. Posteriormente se extrajo la pluma o brazo de la grúa, de 45 m de longitud y casi 12 de alto en su parte anterior, el cual descansaba sobre el fondo de tosca de la dársena, cubierto con barro hasta la mitad de su altura. Las últimas partes en ser extraídas fueron el cono y la torre.
Sin entrar en detalles técnicos, es de imaginar que los trabajos demandaron no sólo varios meses de ejecución sino también la participación de gran cantidad de trabajadores especializados, buzos y el uso de equipos de bombeo y de corte, remolcadores, etc.
Según referencias orales y en fecha que aun no hemos podido precisar, algunas partes de la Toba fueron llevadas a uno de los canales de la ría, el cual por ese motivo hoy lleva su nombre. Allí quedó entonces la Toba, como resistiendo al olvido, siendo pregunta obligada para todo ocasional navegante que recorra el canal y observe aquellos extraños hierros oxidados. Allí quedó, como último vestigio de aquella imponente grúa que protagonizó uno de los accidentes más lamentables en la historia del puerto militar.
Por Prof. Fernanda Martel.
Fuentes:
- Boletín del Centro Naval: tomo XLVI, mayo y junio 1928, Nº 470
- Boletín Oficial de la República Argentina: Buenos Aires, 3 de abril de 1923.
- Caras y Caretas: 18 de agosto de 1923 y 5 de enero de 1924.
- Crítica: 24 y 25 de diciembre de 1923
- La Nación: 25 de diciembre de 1923.
- La Nueva Provincia: 23, 24 y 25 de diciembre de 1923.
- La Prensa: 25 de diciembre de 1923.
- La Razón: 24 de diciembre de 1923.
- Nueva Época: 12 de mayo de 1923, 25 y 28 de julio de 1923, 1 de agosto de 1923, 8, 22 y 26 de diciembre de 1923, 23 de abril de 1924.
Que interesante esta historia de la grua Toba ! Varias grúas vinieron desde Europa para construir puertos entre 1902 y 1920 (Puerto de Montevideo, de Mar del Plata, de Talcahuano).
Excwlente reseña.!!Felicitaciones¡¡
Muy buen material, desconocía ese luctuoso incidente.
¿Se pudo saber como quedó dirimido el pleito entre el Ministerio de Marina y la casa constructora?
Excelente trabajo de investigación.
Excelente trabajo, Fer. Felicitaciones.
… y seguramente la habremos terminado de pagar a los holandeses como buena.
A todo esto, nunca se intentó repararla? el motor se habrá destinado a algún otro uso?
Muy buena reseña Fer, te felicito…
Minucioso relato del lamentable hecho, felicitaciones por la recopilación!!!. Saludo cordial