“El fútbol es la única religión que no tiene ateos”

Eduardo Galeano

Para muchos de nosotros el barrio es ese espacio que nos enseñó, a través de la experiencia directa, los valores de la amistad, la solidaridad, y nos brindó la sensación de formar parte de algo. Los juegos compartidos con los amigos de la infancia se fueron entrelazando con los vínculos generados con las familias de la cercanía y la vecindad, dando como resultado, muchas veces, lazos que se extienden y trascienden en el tiempo y el espacio.


Construcción de la Capilla Cristo Rey. Fines de la década de 1960, principios de 1970. Fotos: Daniel Reginato.

En torno a la capilla barrial de Cristo Rey –ubicada en calle San Martín 1284, e inaugurada en abril de 1963 tras una construcción inicial precaria, propiciada por una comisión de vecinos mediante suscripción de socios aportantes con cuotas mensuales–, fue tomando forma un fenómeno deportivo infanto-juvenil que trascendió las épocas y que, desde aquellos últimos años de la década de 1960 y los primeros años de la década de 1970 hasta la actualidad, pervivió en encuentros periódicos de sus protagonistas, manteniendo vivas sus anécdotas y vivencias.

Se arma el potrero.

Es en la zona de las calles San Martín, Uriburu y 9 de Julio del barrio Nueva Bahía Blanca donde los pibes a los que les gustaba jugar al fútbol más que a otra cosa, encontraron el lugar para armarse una canchita y despuntar las tardes pateando la pelota. Las familias Barco y González eran testigos de la actividad futbolística de los terrenos aledaños a sus viviendas, donde se improvisaban los potreros. Las altas temperaturas estivales convertían en heroína a Doña Luisa de González, que prestaba alivio a los pequeños jugadores con la “bendición” del chorro de agua que salía de la bomba que tenía instalada en su terreno.

Ya era la segunda mitad de la década de 1960 (más concretamente, 1968-1969), cuando los partidos que enfrentaban manzana contra manzana vieron llegar al cura italiano Norberto Magnoni y a la maestra y catequista Mónica Bonini con una propuesta para los chicos: acercarse a la incipiente Capilla, consolidar la agrupación scout y armar una canchita en el terreno asignado a dicha agrupación. Se reunieron en el garaje de la familia De Rito, donde el sacerdote les pidió colaboración y los chicos se prepararon para poner manos a la obra, tal como lo recuerda Mario Luis Riquelme, “Pacha”: “Parecíamos termitas, porque fuimos un montón, y empezamos con Julio Gregori, los Ávalos, todos esos. Y empezamos a limpiar, te imaginás. Y fuimos a laburar en serio. Porque nos dijeron que iban a hacer una canchita con arco con red. ¡Con red en esa época! Era una locura, un lujo.”[1]

Cancha de fútbol 5, Baby Fútbol. Detrás de la Capilla Cristo Rey. Al arco Héctor “Gordo” Racca. Foto: Daniel Reginato.

La agrupación scout que funcionó en Cristo Rey dirigida por el padre Norberto tenía entre sus integrantes a la akela Mabel Pérez, quien invitó a Stella Maris Barraza a participar de las primeras actividades con los chicos del barrio. Stella en aquellos años formaba parte de Acción Católica y aceptó la invitación: “Y, había un montón de chicos. Nosotros aparecíamos en la lomada donde ahora está el negocio que arregla heladeras, en 9 de Julio. Vos llegabas y había rocío porque había pasto. Y llegábamos nosotras y al rato empezaban a caer los pibes como hormigas, de un lado y del otro. A jugar. Y bueno, así empezamos. Había habido catequistas como Marcela Polvorinos, Lidia Cedeño, que habían estado ya trabajando en la capilla y se fueron sumando.”[2]

La propuesta posterior de nuclear a los chicos a través del fútbol pretendía recuperar la unión de la comunidad, que se había dispersado gradualmente una vez que entre diciembre de 1969 y enero de 1970 se disgregó completamente la agrupación scout. De esta forma se organizó a la hasta entonces “pibada anarquizada”, como lo retrata Jorge “Chuny” Fullana, otro de ellos: “Íbamos ahí ¿Por qué? Porque había que esperar hasta los 12, 13 años para poder empezar a jugar en la séptima de Sporting. No había nada. No existía la escuelita de fútbol, no había nada. Y estaba el potrero. Gracias a Dios estaba el potrero… maravilloso.”[3]

La promesa del arco se cristalizó rápidamente con el aporte de don Gregori, papá de Julio, que hizo los arcos y entre todos los que estaban (hasta entonces más de cien niños en total) llevaron en andas las flamantes vallas para colocar en la canchita. Todos trabajaron para instalarlos y luego de patear al arco a modo de estreno de la red, quedó inaugurada la canchita de la Capilla, ubicada entre el fondo del templo y el galponcito de los ex scouts, debiéndose además retirar el mástil preexistente y nivelar un poco el terreno.

Sale Norberto, entra a la cancha Miguel

El Padre Norberto, que según se cuenta concurría al barrio en bicicleta desde la parroquia María Auxiliadora, era de origen italiano y se lo tenía identificado como un “cura obrero”. Si bien no están claras las razones de su alejamiento, lo cierto es que el arzobispo bahiense, Monseñor Germiniano Esorto, lo destinó en enero de 1970 a Bahía Blanca, para hacerse cargo de la Parroquia San Roque (en reemplazo del Padre Aldo Vara, que se había vinculado al vicariato castrense como capellán militar).

En breve, la vacante dejada por Norberto en Punta Alta la pasaría a ocupar otro joven sacerdote: Miguel Sarmiento.

Nativo de Tornquist, y habiendo transcurrido su formación eclesiástica desde los 11 años en los Seminarios Juan Elicagaray, de Gonzales Chaves (1955-1958), La Asunción, de Bahía Blanca (1959-1960), San José, de La Plata (1961-1963) e Inmaculada Concepción, de la Capital Federal, barrio de Villa Devoto (1964-1967), Miguel fue ordenado sacerdote a los 24 años por Monseñor Esorto el 16 de diciembre de 1967, y destinado como docente al colegio-seminario La Asunción, el mismo donde él había concluido como seminarista sus estudios secundarios en 1960. Dos años después el Padre Sarmiento dejó la enseñanza y pidió su traslado a alguna parroquia. Así fue como desembarcó en Punta Alta en febrero de 1970, designado como vicario cooperador en la parroquia María Auxiliadora, bajo la autoridad del padre Alejandro Fahn. Fue muy bien recibido también por el padre Hugo “Coco” Segovia, con quien ya había tenido contacto años antes en el Seminario de La Plata, y ambos eran afines en sus pensamientos, ya que se identificaban con los postulados tercermundistas.

El sacerdote Miguel Sarmiento bautizando en la Capilla Cristo Rey. Principios de la década de 1970. Foto: Jorge Fullana.

Miguel Sarmiento encarnaba los nuevos aires en la iglesia católica que fueron traídos por el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII en 1959, iniciado por dicho pontífice en 1962, continuado por su sucesor Paulo VI desde 1963 y clausurado solemnemente el 8 de diciembre de 1965.[4] En palabras de Miguel: “El Concilio fue una revolución dentro de la Iglesia. Lo que pasa es que esa revolución pegó fuerte en los que tenían un espíritu revolucionario, y pegó en forma contradictoria en aquellos que no querían ningún tipo de cambio. […] La Iglesia se dividió entonces en dos grandes partes: los preconciliares y los posconciliares.”[5] Documentos posteriores al Concilio, tales como los de Medellín (Segunda Conferencia General del Episcopado LatinoamericanoCELAM– en 1968), los de San Miguel (Declaración del Episcopado Argentino, 1969), la encíclica “Populorum Progressio” de Paulo VI (marzo de 1967), etc., no hicieron más que corroborar el rumbo aggiornado y aperturista hacia el mundo que intentaba transitar la iglesia. A ello habría que agregar el surgimiento en diciembre de 1967 en Argentina del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo -MSTM-, que contó con la adhesión también de algunos curas de la arquidiócesis de Bahía Blanca, incluidos Coco y Miguel.

Apenas arribado a nuestra ciudad, el padre Fahn le pidió a su nuevo vicario, entre otras cosas, que coordinase al grupo de catequistas de la parroquia (para lo cual Miguel sumó y preparó a chicas que eran estudiantes del Instituto Canossiano, al efecto de ocuparse de la actividad), como también la enseñanza de religión en el Instituto Estrada, que dirigiera los cursillos prematrimoniales, que administrara sacramentos, y también que celebrase misas tanto en el centro como en la naciente capilla de Cristo Rey, lo que significó su primer contacto con la misma.

Paralelamente Miguel comenzó a colaborar con el padre Coco Segovia en las reuniones de los jóvenes de la Acción Católica (la JAC Puntaltense) iniciada tiempo atrás por este último. Entre ellos estaban Stella Maris Barraza, Mónica Bonini y Mabel Pérez, quienes, ya afianzada su presencia en Punta Alta, lo invitan a Miguel a acercarse a la comunidad de Cristo Rey en la que ellas estaban trabajando: “Me dicen “¿Por qué no te vas para allá? Hay una capilla en construcción, hay una casa que fue comprada por la comunidad para traer alguna vez a algún cura permanente. La casa está hecha pelota, hay que hacerle muchos arreglos, pero es habitable”. Qué se yo. Lo hablo con Fahn, a Fahn no le pareció mal, porque yo de vez en cuando iba a celebrar algunas misas allá. Y el arzobispo también quedó conforme con la idea.”

El puntapié inicial en la Capilla

Aceptada la invitación de los jóvenes que trabajaban en La Nueva Bahía Blanca y Cristo Rey, y contando además con el apoyo total de la Comisión de la Capilla, el padre Miguel se traslada allí en abril de 1972 (junto con su ex alumno y seminarista Juan Carlos Colonna, que permaneció casi un año con él) y rápidamente comienza a actuar en su nueva comunidad.

Es consciente del movimiento que generó junto con su grupo: “El primer gran acto popular que hicimos en la barriada, que es el acto que me da a conocer prácticamente en todo el barrio, fue la multitudinaria celebración del Día del Niño el primer domingo de agosto. ¿Qué hicimos? Varias actividades recreativas-deportivas, una chocolatada, y por la tarde un campeonato de fútbol infantil. ¡Se nos llenó de muchachitos!”[6]

Uno de los equipos de los campeonatos internos. De izquierda a derecha, de pie: Juan Carlos Colonna, Raúl Morante, Néstor Schwam, Héctor Garay, Pepo Gaitán. Hincados: Julio Romero, Pacha Riquelme y Mario Chávez. Foto: Daniel Reginato.

Ese mismo domingo 5 de agosto de 1972 marca el inicio de la razón de este relato: Luego de una reunión nocturna de evaluación con los líderes de su comunidad parroquial, y viendo el entusiasmo y la gran mentalidad deportiva que habían mostrado los chicos del barrio, se decide de manera unánime formar un club de fútbol infanto-juvenil… Luego, por votación, los mismos jugadores eligieron llamarlo Club Defensores de Cristo Rey.

Nos cuenta Miguel: “Vos sabés que llegamos a juntar 200 chicos de las familias que estaban agradecidísimas de lo que hicimos. Les organizábamos campeonatos de fútbol a chicos de 8 a 13 años ¡los chicos se pasaban todo el día ahí! Se terminó la calle para ellos, se terminó otro tipo de atractivos peligrosos. Empezamos a formar un club espectacular. […] Y cada vez venía más gente a colaborar. Hasta venía gente de los clubes grandes de la ciudad.”

No podemos dejar de mencionar los grandes cambios que paralelamente se iban produciendo en el seno de la comunidad de Cristo Rey: “Y ahí vino la gran revolución de lo que hicimos en el barrio. En tres o cuatro años terminamos la Capilla, levantamos nuevas dependencias, hicimos de todo, armamos un club, le cambié toda la modalidad a la administración de los sacramentos (sobre todo bautismos y casamientos) totalmente gratuitos, armamos un consejo de pastoral con sentido cooperativo… Era una revolución, no había una experiencia así en toda la arquidiócesis de Bahía Blanca.”

Selección de Defensores de Cristo Rey, campeones barriales 1972: De izquierda a derecha, de pie: Oscar “Gallego” Rodríguez, Julio “Julito” Gregori, Guillermo La Forgia, Alberto “Toto” Fullana, José Reginato (capitán), Benjamín Torres Arguello, Horacio ” Gancho” Romero, Daniel “Orito” Siracusa, un arquero suplente sin identificar, y el Padre Miguel Sarmiento. Hincados, de izquierda a derecha: “Bocha” Fuentes, Gustavo “Taito” Díaz, “Ruso” Seguí, Carlos “Ruso” Piantoni, Hugo De Noia, Sergio Soler, Jorge “Chuny” Fullana y Jorge Sánchez DT. Foto: Daniel Reginato.

Se creó un Consejo de Pastoral, conformado por dos representantes de cada uno de los grupos que desarrollaban tareas en Cristo Rey: Grupo de Cáritas, Grupo de Liturgia, Grupo de Catequesis, Legión de María, Comisión del Club, Comisión Económica y de Socios, Grupo Juvenil Menor (secundarios), Grupo Juvenil Mayor (universitarios, obreros, etc.).

Las obras y el mantenimiento se lograban gracias a la contribución de los socios con sus cuotas mensuales, y a los miembros de los grupos, que ponían su tiempo libre y su trabajo personal para pintar, levantar paredes, fabricar bloques -tenían una pequeña fábrica instalada en el terreno frente a la capilla propiedad de doña Sara Collado- y lo que fuera necesario.

En la misma capilla, un cartel invitaba a asociarse: “En esta Capilla no se cobran aranceles. Nuestra obra, que es la obra de todos, se realiza en base al aporte de cada uno según sus posibilidades. Hágase socio. Todos debemos poner el hombro.”[7]

Todo funcionaba como una especie de cooperativa, administrada en su cúpula por el Consejo de Pastoral, siendo el sacerdote el “gerenciador-asesor” y cuyo sustento provenía únicamente del honorario mensual que le asignara el Consejo de Pastoral en base a la recaudación de las cuotas de los socios, ya que allí no se cobraban ni los servicios prestados ni las misas ni los responsos ni los bautismos ni los casamientos.

Conociendo las necesidades del barrio, se conformó el taller de costura de Cáritas, una biblioteca pública (“Hombre Nuevo”) y una farmacia popular (desde julio de 1974 llamada “Farmacia Popular Padre Carlos Mugica”, hasta que Monseñor Jorge Mayer ordenó eliminarle dicha denominación) con la colaboración de varios médicos (Haroldo Sánchez, Néstor Crocitto, Raúl Diez y otros) que donaban muestras gratis de medicamentos; el control de vencimiento de los mismos lo hacían jóvenes de la parroquia. Para la atención de la biblioteca y la farmacia se contaba con la especial ayuda de la Juventud Peronista de la ciudad, encabezada por su referente Ulises Gelós. Para las cuestiones de tipo legal que a veces surgían, prestaban su asesoramiento desinteresado los abogados Oscar García García y Héctor de la Iglesia.

Parte importante de las tareas era la de generarles un espacio ideal, inclusivo, contenedor, a los chicos y adolescentes, lo que se apoyó en el Club Defensores de Cristo Rey, el cual contaba con su propia Comisión Directiva (de la cual dos representantes integraban también el Consejo de Pastoral de la Capilla).

Hay que mencionar que, si bien se invitaba a los chicos y adultos que formaban parte del Club a participar voluntariamente de las misas y otras celebraciones litúrgicas, el tema religioso estaba separado de lo deportivo y no era obligatorio. Ello en algunos casos fue cuestionado: “¿Cómo recibe a gente que no va a la misa? Yo les respondía: ¿Qué importa eso? La gente del Club por lo general no iba a misa, pero era gente excelente, muy buena, solidaria. Estaban por ejemplo el “Chiva” Rodríguez, Carlitos Lorenzo, Lulo De Noia, el “Gallego” Rodriguez, Norberto Ringma y tantos más… De los chicos, hubo varios que terminaron jugando después en la primera división de clubes de la Liga… Empezamos a participar en los Campeonatos Evita, armamos nuestro seleccionado. ¡Arrasábamos!  Llegamos a etapas regionales y casi a una final. Todo muy lindo fue eso”.

Los Defensores de Cristo Rey

Con el Club debidamente constituido, y con la enorme cantidad de chicos que se iban anotando, comenzaron a disputarse los torneos internos con el armado de equipos a los que se identificaban con nombres tales como Cronopios, Cambalache, Sacachispas, Arco Iris, Tamarisco, Los Invencibles, entre otros.

En la época estival se jugaban dos partidos a la mañana y dos a la tarde. Hasta que, gracias a la buena predisposición de la Cooperativa Eléctrica, se pudo instalar la iluminación en la canchita, lo que posibilitó disputar también partidos nocturnos, que se llenaban de espectadores.

Carrera de embolsados en la cancha de fútbol de Cristo Rey, en una kermese del Día del niño. Foto: Daniel Reginato.

Los propios miembros de la comunidad y de la Comisión del Club ocupaban el rol de entrenadores y de directores técnicos (como el caso de Rafael Dello Russo, que recuerda su experiencia: “Era formar el grupo, ya de por sí jugaban al fútbol en el barrio, tenían conocimientos. Y teníamos chicos como Hugo De Noia, que fue goleador en Sporting y ya venía […], y Rubén Ringma también. Te digo algunos, y los demás pibes jugaban todos en el barrio y eran buenos jugando al fútbol. Entonces uno los ubicaba… que jueguen en grupo. […] Les enseñaba el saque, que el más grandote jugaba atrás, el arquero…”[8]

Los vecinos del barrio circundante a la Capilla se sumaron espontáneamente al trabajo y a los eventos organizados por ésta. Así fue el caso de las denominadas kermeses populares, que tenían el propósito de recaudar fondos para realizar obras: “En la Iglesia “Cristo Rey” de nuestra ciudad, se realizó el pasado 8 y 9 de diciembre con pleno éxito una kermesse popular. La recaudación obtenida permitirá seguir solventando las obras emprendidas por los distintos grupos de esta comunidad: colocación del piso en el templo, construcción de una sala para la Farmacia Popular que tiene a su cargo el Grupo Juvenil, pagar la iluminación y cercado del terreno deportivo, compra de ropa y calzado para las personas más necesitadas atendidas por el grupo de Cáritas, como asimismo material para un taller de Costura, etc…[9]

Carrera de huevo en la cuchara en una kermese familiar del Día del Niño en la cancha de fútbol. Foto: Daniel Reginato.

La Comisión Directiva del Club que concretaba todas estas obras, en la temporada 1974 estaba conformada de la siguiente manera:

Presidente: José “Pepe” Arenas

Secretario: Marcelo Polvorinos

Tesorera: Dora de De Noia

Asesor: Pbro. Miguel Alejandro Sarmiento

Vocales: Carlos Lorenzo, Víctor Rodríguez, Norberto Ringma, José Luis Arenas, José Reginato, Sergio Cedeño, Luis Pieragostini, Héctor Racca, J. Maldonado, Aldo Merli, Lulo de Noia, Rafael y Oscar Rodríguez, Sra. de Piantoni, Sra. de Romero, Ricardo González y Sra., Julio y Adriana Gregori, Mario Riquelme.

Lema del Club: La Educación a Través del Buen Deporte[10]

Cinchada en la cancha de Defensores de Cristo Rey durante una kermese familiar. Foto: Daniel Reginato.

El cariz religioso, como ya se mencionó, no se imponía ni era excluyente, más bien se buscaba crear un sentido solidario de comunidad en la que todos eran bienvenidos a participar. Nos dice el Chuny: “La iglesia era por otro lado. Yo te marco bien esto. Una cosa era el Club Defensores de Cristo Rey y otra cosa era la gente… se mezclaban, había gente que sí, pero habíamos otros que somos católicos, pero como la mayoría… no éramos practicantes, aunque algunos se fueron metiendo en la iglesia y fueron participando más.”[11]

Asado familiar en la cancha de fútbol de la Capilla Cristo Rey.
Foto: Daniel Reginato.

Entre las camisetas que usaban los jugadores de los equipos de la Capilla estaban las de Racing, de River, de Boca, de otros equipos, pero al momento de decidir cuál usar en la escuadra representante del Club (es decir, en el seleccionado) en torneos barriales o regionales, o en los Campeonatos Evita, se decantaron por los colores azulgrana de San Lorenzo de Almagro.

Asado familiar en el salón al fondo de la capilla Cristo Rey.
Foto: Jorge Fullana.

La gente de la Comisión del Club -que además de Dello Russo incluía a Rafael Rodríguez, Oscar Rodríguez, Jorge Sánchez, entre muchos otros- tenía en claro que más allá de que se creara un seleccionado para disputar los campeonatos barriales, a la hora de organizar los certámenes internos todos los niños tenían la chance de formar parte de un equipo. Muchos testimonios coinciden en que había chicos con algunos problemas físicos y/o madurativos que, así y todo, eran integrados para jugar en estos partidos internos del Club, y sus compañeros los valoraban, los ayudaban, alentaban y apoyaban siempre.

Asado en la Capilla Cristo Rey. Asadores: Héctor “Gordo” Racca y Raúl “Lulo” De Noia. Foto: Daniel Reginato.

Otro aspecto que destaca otro de los jugadores mencionados, Ruben Ringma, es que si bien él no era del barrio, se trasladaba para formar parte del fenómeno que representaba el Club Defensores de Cristo Rey: “Porque recuerdo que mis días eran que me levantaba, agarraba la bicicleta, me iba hasta el barrio de la capilla y estábamos todo el día ahí. Yo lo que recuerdo es que era un conglomerado de estratos sociales. Ahí no había alta, ni baja, ni media sociedad, éramos todos lo mismo. Entonces evidentemente nos movía el fútbol, pero después nos movía lo cotidiano. Iba mucho a jugar al fútbol, es cierto, pero también nos íbamos a jugar a las bolitas, a lo que sea”.[12]

Los partidos tenían una gran concurrencia, eran sumamente competitivos y generaban un clima familiar único, barrial, con amigos y familiares concurriendo y participando. Los clásicos chorizos que se vendían al público los hacían los padres de los chicos, al lado de la pequeña cantina donde también se podían comprar bebidas, caramelos y tortas hechas por las madres. Los torneos de verano fueron ganando fama y eran especialmente concurridos, tanto en la cantidad de inscripciones como en la gente que asistía a los cotejos: “En el campo deportivo de la Iglesia “Cristo Rey” (San Martín 1284) se viene desarrollando desde el 18 de diciembre, y hasta el 10 de enero, un Campeonato nocturno de fútbol infantil. Se han inscrito más de 100 niños, agrupados en dos categorías: Categoría “A”, niños de 11 a 13 años; Categoría “B”: niños de 8 a 10 años. Los partidos se juegan los días martes, jueves y sábados, desde las 20.30 horas.”[13]

Equipo Selección de la Capilla Cristo Rey. Parados: Marcelo “Totón” De Rito, Gustavo “Yogui” Castillo, Fabián Fa, Adrián Sorichetti, Raúl Morante. Hincados: Jorge “Chuny” Fullana, Mario Munafó, Marcelo “Coto” Horst, Cacho Mangano. Foto: Jorge Fullana.

En los entretiempos, completando el espectáculo, se podía escuchar música a través de unos parlantes -María Elena Walsh, algunos recuerdan- y también comentarios de los jugadores reporteados por el Padre Miguel, que andaba siempre atento micrófono en mano.

El semillero de campeones

La selección de Defensores de Cristo Rey se incorporó prontamente a los campeonatos barriales que se venían haciendo entre clubes de la ciudad: Villa Arias, Villa Mora -que a su vez tenía a San Cayetano, equipo patrocinado por una sodería-, Nueva Bahía Blanca, Argentino y Juventud Unida.

El primer campeonato en que participaron fue en 1972 y fue organizado por el Club Estrella de Oro de la Nueva Bahía Blanca; se jugó en una cancha frente al estadio de Sporting, donde estaba la pista de carreras. “Ese fue el debut de la selección, salimos campeones con trece goles a favor, dos goles en contra. Hugo De Noia salió goleador con diez goles, o algo así. Valla menos vencida, Guillermo La Forgia, y jugador destacado, en ese momento le decían “jugador más correcto”, José Reginato, que era el capitán.”[14] La final fue jugada contra Sodería San Cayetano de Villa Mora y finalizó 1 a 0.

Entrega de medallas. Recibiendo, Jorge Fullana, detrás el Padre Sarmiento. Entrega la medalla José Manuel Rodriguez.
Foto: Daniel Reginato.

“La eterna rivalidad futbolística fue en ese momento Cristo Rey vs Villa Mora. Porque eran los dos semilleros.”[15] Así lo testimonia Sergio Soler, quien si bien era de Villa Mora, su mamá enseñaba catecismo en Cristo Rey y naturalmente él terminaría formando parte del combo Los Invencibles. “Y se ve que les gustaba como jugaba porque me pusieron en el seleccionado. Y a mí me tocó ser suplente del número 9. Me tocó ser el suplente, como hoy sería ser el suplente de Messi. Jugó un número 9 que hizo carrera profesional maravillosa, y que fue Hugo de Noia.”

Con este combo, Cristo Rey resultó campeón en la segunda etapa de los Campeonatos Evita[16] de 1974, y jugando en Bahía Blanca llegaron a semifinales. No había dudas de la competitividad de los chicos, que estaban siempre en la mira del gigante Club Sporting que aprovechaba el semillero de la capilla. Basta mencionar los apellidos Ringma, Riquelme, Fullana, Morante, el recordado Hugo De Noia, todos destacándose luego en el combo rojinegro.

“Jugábamos contra una Villa Mora poderosísima. El clásico rival era con ellos. También Juventud Unida tenía muy buen equipo. Pero el más competitivo de todos, con el que teníamos los grandes partidos, era Villa Mora. Villa Mora tenía cracks. Tenía para mí el tipo que mejor jugó al fútbol en Punta Alta que yo he visto jugar, Miguel García. Miguel era un crack. Tenían excelentes jugadores, tenían un tipo que jugaba muy bien, el Bicho Berti. Tenían tipos de primerísimo nivel jugando al fútbol los chicos de Villa Mora, que jugaban en Sporting la mayoría.”[17]

Los Defensores de Cristo Rey. De izquierda a derecha, Parados: Víctor “Chiva” Rodríguez, Javier Pipitó, Jorge “Chuny” Fullana, Gabriel Rayes, Raúl Morante y el sacerdote Miguel Sarmiento. Hincados: Edgardo Di Santi, Hugo Cariac, Gustavo “Yogui” Castillo, Fabián Fá.
Foto: Juan Reginato.

Esos viajes para jugar partidos fuera de la ciudad les daban la oportunidad a los chicos de la capilla de conocer otras realidades, compartir el deporte y fortalecer la amistad. A bordo de un ómnibus repleto de jugadores e hinchas -se menciona al señor Lorenzo, propietario de uno que se contrataba para el traslado-, se trascendía la frontera del barrio a estas nuevas experiencias enriquecedoras.

La disgregación y el amor eterno al Club de la Capilla

La lenta diáspora del Club Defensores de Cristo Rey tiene una principal arista, en la que los protagonistas de la historia manifiestan y coinciden: el alejamiento del principal motor de la idea, encarnado en el Padre Miguel Sarmiento, en medio de un clima político difícil,  muy hostil (sobre todo a partir de agosto de 1974), que combatía sus ideas y cuyas amenazas lo llevaron finalmente al autoexilio en la Capital Federal en el mes de mayo de 1975, alejándose muy a su pesar de su tan querida comunidad de la Capilla y priorizando que nadie de su entorno más cercano pudiera sufrir daños. A esto se sumaban algunos conflictos personales, una profunda crisis eclesial, y tiempo después (1977) el abandono de los hábitos tras solicitar al Vaticano su reducción al estado laical para construir una familia.

Adrián Cattáneo sostiene el cartel que identifica al Club. Torneos Evita 1974. Foto: Jorge Fullana.

Como resultante, se produce el lento abandono de ese espacio que tanta contención y movimiento generaba en esa comunidad, encarnado en la canchita detrás de la capilla. Por supuesto que los chicos recibieron un golpe anímico, una toma de conciencia y un aprendizaje abrupto que los enfrentó a una nueva realidad: “Ese fue el día más triste de mi vida, cuando ya no podíamos ir. Porque ya no había más nada, no estaba más el cura, no estaba más… se cortó de plano. Y más que había acontecimientos políticos complicados, se terminó. El problema surge a lo último. Nadie estaba enterado. Yo me enteré 30 años después, porque me lo cuenta el propio ex sacerdote. Nosotros estábamos para el fútbol. No interesaba otra cosa.”[18]

Ese cura con espíritu futbolero, que trabajaba para su comunidad y no dejaba afuera a nadie, practicantes y no practicantes, marcó con su obra a todos los que participaron activamente de ella o no. En el paraguas de la Capilla Cristo Rey, del Club Defensores de Cristo Rey, todos estaban incluidos. Chuny Fullana lo deja claro: “Hiciste todos tus amigos de la infancia ahí. Entonces ahí aprendiste, te diría casi sin temor a equivocarme, que la escuela de la vida estuvo ahí.” Ruben Ringma coincide con el papel que cumplió la obra de Cristo Rey: “Al margen de la visión de Miguel, creo que tuvo la habilidad de lograr un grupo de personas grande: padres, gente grande, gente muy humilde, muy sencilla, que captó la onda y replicó un poquito las enseñanzas. Uno siempre veía que nuestros directores técnicos de los equipitos de fútbol que se formaban eran toda gente de ahí. Rafa Dello Russo, Carlitos Lorenzo, hay algunos que ya no están. Pero mucha gente vio en esa obra una forma de vivir el fútbol como herramienta. Pero al margen de eso, transmitir valores.”

Un gran número de gente que formó parte de la obra de Cristo Rey y su Club de fútbol infanto-juvenil, al día de hoy mantienen vivo su vínculo con reuniones y asados eventuales. Algunos vienen desde lejos para mantener el contacto y compartir recuerdos y anécdotas, -como es el caso del propio Miguel Sarmiento y su familia-, que mantienen muy presente lo que significó para ellos esos años de aprendizaje y deportes para chicos, jóvenes y adultos.

Allí donde la solidaridad y la inclusión era la norma, una anécdota que se cuela nos revela el alma de aquella capilla de barrio: Se cuenta que a Pirulo Gauna le tocó la tarea, en una de las temporadas, de anotar en la secretaría a los chicos que querían intervenir. En una pequeña ventana que daba a la vereda, cédula en mano, se asomaba un nene con una visible dificultad en la pierna. Apoyado apenas en el umbral, pregunta a Pirulo: “Señor, ¿yo puedo jugar?” y Pirulo lo mira y le dice: “Pibe, acá juegan todos.”

Por Prof. Guillermo Bertinat.

Fuentes

  • Arasaki, Carlos: “La historia de los Juegos Evita, un clásico de la agenda deportiva argentina”, Razón Plebeya, 18 de octubre de 2022

Entrevistas

  • Miguel Sarmiento
  • Rafael Dello Russo
  • Sergio Soler
  • Jorge Fullana
  • Mario Luis Riquelme
  • Julio Gregori
  • Stella Maris Barraza

Citas

[1] Entrevista a Mario Luis Riquelme, 28 de febrero de 2023.

[2] Entrevista a Stella Maris Barraza, 31 de mayo de 2023.

[3] Entrevista a Jorge Fullana, 10 de febrero de 2023.

[4] Documentos del Concilio Vaticano II https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm

[5] Entrevista a Miguel Sarmiento, 8 de febrero de 2011.

[6] Entrevista a Miguel Sarmiento en el programa “Historias Nuestras”, Emitido por PAV.

[7] Revista Reporte N° 18, octubre de 1974.

[8] Entrevista a Rafael Dello Russo, 6 de diciembre de 2022.

[9] Revista Reporte N° 9, enero de 1974.

[10] Revista Reporte N° 20, diciembre de 1974.

[11] Entrevista a Jorge Fullana, 10 de febrero de 2023.

[12] Entrevista a Ruben Ringma, 17 de mayo de 2023.

[13] Revista Reporte N° 9, enero de 1974.

[14] Entrevista a Julio Gregori, 7 de marzo de 2023.

[15] Entrevista a Sergio Soler, 13 de diciembre de 2022.

[16] “La historia de los Juegos Evita, un clásico de la agenda deportiva argentina”, Arasaki, Carlos, Razón Plebeya, 18 de octubre de 2022.

[17] Entrevista a Jorge Fullana, 10 de febrero de 2023.

[18] Entrevista a Mario Luis Riquelme, 28 de febrero de 2023.

“Acá juegan todos” – Club Defensores de Cristo Rey

Un pensamiento en ““Acá juegan todos” – Club Defensores de Cristo Rey

  • octubre 11, 2023 a las 12:08 pm
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    Hola buen día. Dado mi participacion en el Club Juventud Unida y la constante colaboracion de toda mi familia materna y paterna desde los inicios del mismo te pido alguna info al respecto. Dejo al pie mi direccion de correo. Muchas gracias.

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