La huelga de 1913 en Arroyo Pareja no ha quedado en la memoria popular, pese a ser una de las más importantes y violentas que ocurrieron en la ciudad y tampoco hasta hoy existían trabajos específicos consagrados a su estudio. Este trabajo intenta reconstruir los hechos ocurridos entre septiembre y octubre de ese año y también mostrar una cara distinta de las obras portuarias y las injusticias sufridas por un vasto sector de la población (en su mayor parte inmigrante) que ayudó a construir lo que algunos denominan la época próspera de la Argentina.

El movimiento obrero argentino: sus orígenes y luchas.

El movimiento obrero argentino surgió a fines del siglo XIX, en el contexto de la expansión económica y la inmigración masiva que caracterizaron al país durante la llamada “Generación del 80”. Los trabajadores, en su mayoría inmigrantes europeos, se organizaron en sindicatos y federaciones para reclamar mejores condiciones laborales y sociales, frente a la explotación y el abuso de los patrones y el Estado[1]. Más allá de su ideología, los obreros participaron de numerosas huelgas, manifestaciones y protestas, como medio para conseguir sus reivindicaciones, algunas de las cuales fueron reprimidas violentamente por las fuerzas de seguridad. Estos hechos pusieron en evidencia la contradicción entre el discurso liberal y progresista de las elites gobernantes y la realidad de exclusión y opresión de las clases populares, que sufrían bajos salarios, precariedad laboral, malas condiciones de vida, extensas horas de labor y casi ningún derecho. Vale decir, en un contexto de expansión económica, la distribución de la riqueza era muy mala, tanto desde el punto de vista demográfico (amplias mayorías de la población postergada) como regional (con amplias zonas del país pauperizadas).

Los socialistas y los anarquistas.

El naciente movimiento obrero se nutrió de diversas corrientes ideológicas, como el socialismo, el anarquismo, el sindicalismo revolucionario y el comunismo, que le dieron una orientación clasista, internacionalista y anticapitalista. Estas ideas se difundieron a través de periódicos, folletos, escuelas, bibliotecas y centros culturales creados por los propios trabajadores. A principios del siglo XX, las dos primeras líneas de pensamiento, rivales y antagónicas entre ellas, dominaban el mundo proletario argentino.

Edición de 1928 de la revista Acción Socialista, en homenaje al fallecimiento de Juan B. Justo.

El Partido Socialista Argentino se fundó en 1896, bajo el liderazgo de Juan B. Justo, un médico y periodista. El socialismo argentino se inspiraba en el marxismo, pero también en el revisionismo de Eduard Bernstein, que proponía una adaptación de las ideas de Marx a la realidad de cada país[2]. El socialismo buscaba la transformación gradual y pacífica de la sociedad capitalista, mediante la participación política, la educación popular y la acción sindical. Su programa se basaba en la jornada laboral de 8 horas, igualdad salarial para ambos sexos, el reconocimiento legal de las organizaciones obreras, la discusión salarial a partir de tribunales paritarios, la separación de  Iglesia y Estado, fomento de la educación gratuita y laica, etc. El partido socialista logró elegir diputados, concejales y legisladores provinciales, y fue el principal impulsor de leyes sociales como la del descanso dominical, la de accidentes de trabajo y la de jubilaciones y pensiones. Fueron sus líderes en los primeros años del siglo XX su fundador, el médico argentino Juan B. Justo, su esposa, Alicia Moreau, José Ingenieros, Roberto J. Payró, Alfredo Palacios (primer legislador socialista de América), Mario Bravo y Nicolás Repetto entre otros.

El anarquismo (también denominado acratismo, acracia[3]  o  movimiento libertario[4] ) se basaba en el pensamiento de Mijail Bakunin, Piotr Kropotkin. El primero, fundador del anarquismo colectivista, abogaba por la supresión de los Estados nacionales y la formación de federaciones constituidas por libres asociaciones agrícolas e industriales. Su pensamiento puede resumirse en la siguiente frase: «Que la libertad sin el socialismo es el privilegio, la injusticia; y que el socialismo sin la libertad es la esclavitud y la brutalidad»[5]. Por su parte Kropotkin, uno de los fundadores del anarcocomunismo, propuso una sociedad comunista descentralizada basada en asociaciones voluntarias de comunidades autónomas y empresas dirigidas por trabajadores. Ambos enfatizaban la cooperación y la abolición de las clases sociales. El anarquismo fue introducido en el país por Errico Malatesta, anarquista italiano que visitó el país en 1885. Malatesta, creía en la lucha por la libertad y la cooperación voluntaria para el bienestar de todos. Sostenía que el ser humano es egoísta y busca su autosatisfacción, pero el verdadero bienestar anarquista proviene de luchar por el bien de todos; se oponía a cualquier violación de la libertad, ya sea por parte de una monarquía o una república.

Alicia Moreau de Justo, médica y referente del Partido Socialista.

Fue un movimiento fundamentalmente llevado a cabo por obreros extranjeros, principalmente catalanes, italianos y rusos. El anarquismo era mucho más radical que el socialismo: rechazaba la vía política y consecuentemente el parlamentarismo como medios para la mejora social, ya que ninguna solución podía llegar desde el Estado, al que rechazaban por ser una institución creada por las clases dominantes con el fin de explotar, reprimir y dividir a la clase obrera. Por eso defendía la acción directa, la huelga general y la revolución social como únicos mecanismos para terminar con la expoliación del proletariado. El movimiento anarquista nunca se organizó en un partido estructurado y estaba dividido en diversas tendencias que propugnaban diferentes medios de combate, desde la huelga general, boicots hasta la acción directa como sabotajes y atentados. Las principales corrientes anarquistas son: el Anarquismo individualista: prioriza la libertad individual sobre cualquier determinante externo; el mutualismo: propone una economía de intercambio equitativo y cooperativo; el Anarquismo comunista: aboga por una sociedad comunista descentralizada basada en asociaciones voluntarias;  el Anarcosindicalismo: busca el cambio social a través de la acción directa de los sindicatos; el Anarquismo expropiador: fue una estrategia de financiación anarquista que incluye asaltos y falsificación de dinero (denominados «expropiaciones» o «reclamaciones» a la burguesía) que se practicó  a  fines del siglo XIX y principios del XX. Esta falta de unidad en propósitos y acciones del movimiento impidió una acción más eficaz en pos de un logro común y fue uno de los talones de Aquiles del pensamiento libertario.

Errico Malatesta, introductor del anarquismo en Argentina.

“De esta manera, el acratismo viene a ser el principio que libera a la organización de todo principio de autoridad, el libre pacto es el principio que excluye toda idea de una estructura rígida y vinculante para los trabajadores y la solidaridad es el principio de una unión real y sincera entre los mismos para el logro de los objetivos propuestos”[6].

El anarquismo fue duramente reprimido por el Estado, especialmente durante la Semana Roja de 1909, la Semana Trágica de 1919 y los sucesos de la Patagonia en 1921. El movimiento fundó periódicos y diarios para difundir sus ideas, muchos de corta duración y alcance local, pero todos con títulos que hacían referencia a la situación del proletariado; entre ellos, mencionaremos: El Oprimido (1894), L´Avvenire (1895), El Rebelde, y fundamentalmente La Protesta Humana (1897). Fueron militantes anarquistas en las primeras décadas del siglo XX Alberto Ghiraldo, Simón Radowitzky, Virginia Bolten y varios intelectuales como José Ingenieros (desencantado con el socialismo), el dramaturgo Florencio Sánchez, el artista plástico Martín Malharro, entre otros.

La FORA.

La presencia anarquista en el movimiento obrero fue in crescendo a medida que se profundizaban los conflictos entre patrones y obreros. Fueron los anarquistas quienes fundaron los sindicatos por oficio,  y la Federación Obrera Argentina (FOA), el 25 de mayo de 1901[7]. FOA estaba integrada en su mayoría de elementos anarquistas, también tenía una participación importante de militantes socialistas; esta alianza no pudo durar mucho tiempo, y los miembros del Partido Socialista fundaron en 1902 la Unión General de Trabajadores, una central obrera minoritaria e independiente. Fue cuando la FOA pasó a denominarse Federación Obrera Regional Argentina (FORA), dejando claro en el apelativo “Regional” que, para ellos, Argentina era una región y no un Estado que reconocieran como tal, ya que no reconocían la división política[8].

Virginia Bolten, referente anarquista y feminista argentina.
Sello de la FORA.

“De espíritu esencialmente anárquico, la Federación Obrera Regional Argentina no puede concebir otro sistema de organización que no sea aquel que aconseja el más amplio federalismo, o sea la organización de abajo a arriba. Se organizan los gremios y, con éstos, partiendo siempre de lo simple a lo compuesto se forman las federaciones de localidad, comarca o provincia, para luego entre todas constituir la regional. Este sistema, según el cual todos los individuos, gremios y federaciones gozan de su amplia libertad, además de evitar un centralismo odioso y generador de un funcionalismo burocrático, tiene la virtud de poner en movimiento una infinidad de cuerpos federales que, inteligentemente relacionados entre sí, dan como resultado que las cosas de la organización se encuentren en manos del mayor número posible de militantes. En lo que respecta a los métodos de lucha, la Federación Obrera Regional Argentina no acepta otros que no sean aquellos que fluyen de la acción directa de trabajador a capitalista, rechazando toda intromisión de elementos extraños y afrontando las contingencias de la lucha desde el terreno de la acción francamente revolucionaria”[9].

El informe Bialet Massé y la condición de los obreros.

Ante el estado de efervescencia de la clase obrera y el continuo crecimiento de huelgas y manifestaciones, el gobierno quiso conocer la situación de primera mano y proveer soluciones de fondo al problema.  El ministro del Interior Joaquín V. González encargó, en 1904, el estudio de la situación de los obreros del interior del país al médico catalán Juan Bialet Massé. El objetivo era conocer las condiciones de vida y trabajo de las clases obreras en el interior de la República Argentina. El informe, editado en tres tomos, se basó en una extensa recopilación de datos, testimonios y observaciones directas en las diferentes regiones y sectores productivos del país. Bialet Massé reveló la precariedad, la explotación, la desigualdad y la injusticia social que sufrían los trabajadores, especialmente las mujeres, los niños, los indígenas y los inmigrantes. También contribuyó a visibilizar la llamada cuestión social, que planteaba los desafíos y conflictos derivados del proceso de inmigración masiva, urbanización e industrialización que transformó al país a fines del siglo XIX y principios del XX.

Estas iniquidades sufridas por los obreros iban más allá de lo salarial o lo laboral y se revelaban en el desprecio con que eran tratados por parte de los patrones y empresarios. Relataba Bialet Massé, respecto a los movimientos huelguísticos:

“Ese espíritu de huelga está constantemente vivo, más que por los recargos de servicio y la escasez de los salarios, por la falta de consideración y de respeto de los jefes superiores hacia el personal inferior, que se siente herido hasta en su amor propio. Esos jefes superiores, sea por el vicio propio de su orgullo, sea por un prejuicio de superioridad de raza que no existe; sea, -en fin,-por una mala interpretación de la ley, que les da autoridad policial, no en beneficio de las empresas, sino pura y simplemente para seguridad del público, es lo cierto que tratan al obrero con un menosprecio hiriente”[10].

Dr. Juan Bialet Massé.

Y relataba la siguiente anécdota, ilustrativa de esta actitud y las consecuencias que podría llegar a provocar:

“Con motivo de una huelga ocurrida hace poco más de un año, un jefe de trafico decía; que él tenía revolver para someter a los huelguistas. Un muchacho riojano, valiente y muy bueno, que es uno de los mejores señaleros que hay en el país, tenía ganas de ir a saludar al gringo para pintarle un mapa en la cara, antes de que concluyera de sacar el revolver; costando mucho trabajo disuadirlo. Es así come puede hacerse de un hombre honrado un criminal, sin necesidad ni utilidad alguna”[11].

El informe tuvo una gran repercusión política y social, ya que fue la base para la elaboración del proyecto de la Ley Nacional de Trabajo, que estableció una serie de normas y derechos laborales, como el salario mínimo, el descanso semanal, la jornada de ocho horas, la prohibición del trabajo infantil y la inspección del trabajo. Este, que contó con la férrea oposición de las patronales (por considerarla demasiado benigna) y por algunos sectores obreros (por considerarla demasiado restrictiva), fue finalmente rechazada por las cámaras. Pero sin embargo, pudo elaborarse una legislación parcial y protectora.  La ley de jubilaciones y pensiones (Ley 4349) fue sancionada en noviembre de 1904, promovida por el ministro del Interior Joaquín V. González y creó el primer sistema previsional público para empleados civiles y militares del Estado. La ley de descanso dominical (Ley 4661) fue sancionada en septiembre de 1905,  impulsada por el diputado socialista Alfredo Palacios y es considerada la primera ley obrera.

En cuanto al cumplimiento de estas leyes, se puede decir que fue parcial y desigual, ya que dependía de la voluntad política de los gobiernos, la capacidad fiscal del Estado, la presión de los sectores empresariales y la organización y movilización de los trabajadores. Algunos obstáculos que se presentaron fueron la falta de reglamentación, la insuficiencia de recursos, la corrupción administrativa, la resistencia patronal, la judicialización de los conflictos y la represión estatal.

La legislación antiobrera.

En forma prácticamente concomitante a la elaboración de un marco legal que protegiera al trabajo, el gobierno argentino avanzó en una legislación tendiente a combatir a los elementos más radicalizados del sector. De este modo, se sancionó la denominada Ley de Residencia de 1902 (N° 4.144), que permitía al gobierno expulsar a extranjeros considerados una amenaza para la seguridad nacional o el orden público. Fue utilizada para reprimir la organización sindical de los trabajadores, expulsando principalmente anarquistas y socialistas, en el año en que se desarrolló la primera huelga general en el país. Ante un crecimiento de la conflictividad, que culminó en noviembre de 1909 con el asesinato del jefe de policía Ramón Falcón (quien había reprimido brutalmente la manifestación del 1º de Mayo de ese año) a manos del anarquista Simón Radowitzky. La Ley de Defensa Social (Nº 7.029) de 1910 prohibía la entrada de extranjeros condenados por delitos comunes y anarquistas. Establecía la necesidad de autorización para cualquier reunión pública, proscribía los mítines anarquistas y fijaba las penas para los delitos contra el orden social. Esta ley estuvo presidida por el estado de sitio, bajo el cual se celebró el Centenario de la Revolución de Mayo.

La represión estatal, sumada a ciertas mejoras laborales surgidas de la legislación, la competencia de otros grupos de izquierda y la apertura política paulatina tuvieron su efecto. Fue el comienzo de un declinar de los anarquistas en Argentina, que se hizo ostensible ya a mediados de la década de 1910, cuando dejaron de ser hegemónicos en el movimiento obrero; para la década de 1930, prácticamente el anarquismo había dejado de existir en el país.

Calle Humberto I, 1913. (AHMPA)

Los obreros en Punta Alta.

Los orígenes del movimiento obrero en Punta Alta se remontan a fines del siglo XIX y principios del XX, cuando comenzaron las obras del Puerto Militar. Durante su primera década de vida, la ciudad tuvo un crecimiento demográfico explosivo: en 1901          contaba con 790 habitantes, que se trasformaron en 1906 en 7500 (un crecimiento de 849.4%) y en 9628 en 1914. En ese entonces, entre los migrantes atraídos por las posibilidades de la zona, llegaron comerciantes, profesionales y también cientos de obreros de la construcción (albañiles, picapedreros, carpinteros, metalúrgicos, mecánicos, etc.), en su gran mayoría europeos. Esta afluencia creció y se diversificó a medida que se concretaban otros grandes proyectos, como la construcción del Dique Nº 2 de Puerto Militar (1912-1917) el tendido de las dos líneas ferroviarias (Ferrocarril del Sud, 1898 y Ferrocarril Rosario Puerto Belgrano, 1906-1910) y la construcción del Muelle C del Puerto Militar (1908-1911), salida al mar de esta última Compañía.   

Faltan estudios sobre la situación del proletariado puntaltense en el siglo XX, pero algunos hechos dan la pauta del número, la capacidad organizativa y las ideologías del movimiento obrero de Punta Alta. No se pueden aventurar cifras acerca de qué porcentaje de los obreros adhería a las ideas del socialismo o del anarquismo, pero se supone que en Punta Alta no escapaba a las generales de la ley; a principios del siglo XX y hasta 1910, la ideología dominante entre los trabajadores de Argentina era la ácrata: por ejemplo, en 1909, cuatrocientos vecinos solicitaron al Concejo Deliberante de Bahía Blanca el cambio de nombre de la Avenida Colón por el de Francisco Ferrer y Guardia, famoso pedagogo libertario catalán, fusilado en esos días en España. Cuatrocientos sobre una población total estimada en menos de 10.000 habitantes es un número considerable.

Esquina de Humberto I y Urquiza, c.1914.

La capacidad de organización de este grupo fue creciendo sin duda a medida que llegaban más y más obreros a raíz de la construcción de las obras del puerto en Arroyo Pareja.  A principios de siglo, el movimiento obrero local estaba nucleado en la Sociedad de Resistencia de Oficios Varios de Punta Alta, de orientación anarquista y afiliada a la FORA[12].

Se sabe que, para 1913, se editaba en la ciudad el periódico anarquista La Voz del Esclavo[13] y unos años después, en la década de 1920, se imprimía un periódico socialista, El Yunque. Además en el Colegio Sarmiento, vinculado a ese partido, ejerció la docencia el vasco Ricardo Zabalza Elorga, quien posteriormente fuera un destacado dirigente republicano español y fusilado en 1940[14], editor de la revista Impulso en sus años de estadía en Punta Alta. La zona de Bahía Blanca, Punta Alta incluida, fue en las primeras décadas del siglo, uno de los bastiones del anarquismo en Argentina,  y un importante centro de irradiación del ideario libertario[15].

Construcción del encofrado de los cajones en el varadero de Arroyo Pareja, 1914.

Las obras en Arroyo Pareja.

Como se dijo, la Punta Alta de principios del siglo XX era un imán para las inversiones ferroportuarias, principalmente las extrajeras. La situación geográfica era privilegiada, pues se abría al mar a través de la amplia rada de Puerto Belgrano, un lugar ideal para las construcciones portuarias, dadas sus características de profundidad natural, extensión y estar al abrigo de correntadas y oleajes fuertes, amén de desarrollarse cerca de la boca de la bahía Blanca, hacia mar abierto. Estas ventajas ya habían sido aprovechadas por el Estado (Puerto Militar, a partir de 1898); y por la Compañía del Ferrocarril Rosario Puerto Belgrano, empresa de capitales franceses que construyó un muelle dentro del Puerto Militar para actividades comerciales (1908-1911) y que fue expropiado por el Estado apenas se terminó de construir.

En 1908, el ingeniero francés Abel J. Pagnard obtuvo del gobierno la concesión para construir y explotar por 60 años un puerto de aguas profundas en la desembocadura de Arroyo Pareja. En busca de capitales para la iniciativa, se conformó en 1911 en París la Compagnie du Port Commercial de Bahia Blanca (Puerto Belgrano), un holding empresarial en que estaban involucrados bancos (Bénard & Jarislowsky, Crédit Mobilier, Paribas) y empresas constructoras (Hersent et Fréres, Régie Générale de Chemins de Fer et Travaux Publics). El puerto fue  concebido para apoyar el crecimiento económico de la región y facilitar la exportación de su riqueza agrícola. La sociedad que lo construyó y explotó buscaba construir un espacio económico y un circuito productivo en la región, en lo que se proyectaba como el mayor y más moderno puerto de América del Sur.

Pagnard transfirió la concesión a la nueva firma y se reservó el puesto de ingeniero consultor de las obras a realizarse. Las tareas de construcción quedaron reservadas a la Régie Générale de Chemins de Fer et Travaux Publics. Si bien construyó importantísimas obras portuarias (Rijeka, Beirut, Trípoli) entre 1859 y 1913, su fuerte eran las vías férreas, que constituyeron un 92% de sus negocios totales. Tendió aproximadamente 6000 km. de vías antes de la I Guerra Mundial, en el Imperio Otomano; entre 1903 y 1910 construyó 465 km. de la red en Yunan (China) y el Ferrocarril Norte-Sur de Chile. Poco antes de la I Guerra Mundial, la Régiese hallaba entre las cinco empresas más importantes en su ramo[16]

Los trabajos comenzaron a principios de 1912, con  una gran masa de operarios y entre los cuales había un gran porcentaje de extranjeros que vivían en el país [17]. Según La Semana Comercial de Bahía Blanca, un poco antes, en septiembre de 1911 entraron setecientos cincuenta obreros en Punta Alta, para realizar trabajos de herrería, carpintería y mecánica tanto en el puerto francés como en el del gobierno (vale decir en el Muelle C) [18].

Obreros trabajando en la construcción de un cajón en Arroyo Pareja, 1914.

El equipo de trabajo de la Régie en la Argentina estaba conformado por un staff técnico y administrativo con sede en Buenos Aires y otro técnico encargado de las obras en Punta Alta. En Buenos Aires: Albert Dufour, director; De Flers, Secretario general; Abel J. Pagnard, ingeniero consultor; Martin, Jefe de la oficina técnica; Dubar, ingeniero, encargado de la organización futura de la explotación (más dos dibujantes, un secretario y un servicio de contabilidad). En las obras en construcción en Arroyo Pareja o Punta Alta: André Gay, ingeniero en jefe,  Georges Watin, ingeniero adjunto,  Delarue, jefe del servicio de mampostería y vías; Girard, jefe de servicio eléctrico y talleres; Ménard, jefe del servicio de dragado y Marina;  Mahé, jefe de almacenes[19].

Sin embargo, desde un comienzo, hubo tropiezos a la hora de definir las responsabilidades de cada uno de los agentes responsables de las obras del puerto. En efecto, en el breve lapso de un año, hubo varios cambios de dirección en los obrajes, con los consiguientes cambios de criterio en la organización de las tareas y el manejo de personal, además de las intromisiones del mismo Pagnard, que en su papel de ingeniero consultor, muchas veces tomaba para sí tareas que no eran las que le correspondían específicamente.

El ingeniero André Gay en su casa de Vignolles, Francia, años después de su actuación en Arroyo Pareja.

Sin embargo, y es lo que interesa aquí, en el momento del estallido huelguístico, quien era el jefe local de la Régie era el ingeniero André Gay. Nació en Francia, fue empleado por la empresa Hersent bajo las órdenes del ingeniero Pagnard en la construcción del puerto de Burdeos y después destinado a la ampliación del puerto de Lisboa. Llegó a la Argentina en octubre de 1912 y  así fue descrito por su bisnienta genealogista, en un documento inédito: “André, con su alta estatura, su perfil de estatua, sus ojos negros rasgados y su espeso bigote blanco, es un hombre de carácter”[20].

Ese carácter se manifestará a lo largo del movimiento de fuerza en Arroyo Pareja.

El contexto social.

La huelga en los obrajes de Arroyo Pareja ocurrió en un año, 1913, de gran conflictividad social y fue uno de los mayores conflictos que tuvo el país ese período.  1913 está en medio de una crisis en varios sentidos: un declive de la influencia anarquista en el movimiento obrero, operada a partir de 1910, como se vio más arriba; una transición del régimen oligárquico a uno más democrático, que empezó con la Ley Sáenz Peña de voto universal, secreto y obligatorio y culminaría en 1916 con el ascenso de Hipólito Yrigoyen al poder; 1913 fue también el inicio de una crisis económica que se extendió hasta 1917. Todo esto propició el debate en el seno del proletariado acerca de los distintos caminos de acción a emprender[21].

Entre mediados y finales de ese año, estallaron varios movimientos huelguísticos a lo largo del país, siendo los principales el conflicto en la localidad bonaerense de Los Pinos, cerca de Balcarce y que fue seguida de una huelga general en aquella localidad. Y en septiembre, hubo movimientos análogos en Tandil, Berazategui (en las cristalerías Rigolleau) y en Arroyo Pareja.

Para reconstruir los hechos acaecidos en 1913 en Arroyo Pareja, existen varias fuentes, que tratan con menor o mayor profundidad el tema. Se tuvo acceso a material documental de la Régie, que, aunque parco, ofrece algunas pistas interesantes del lado empresarial. En este contexto, es invaluable las noticias aparecidas en diarios y periódicos de la época, pertenezcan éstos a la prensa “burguesa” o “proletaria”. La cobertura por parte de los diferentes medios es desigual, despareja y refleja en sí misma, una postura editorial frente a la huelga, reforzada por los comentarios que se realizan al respecto.

Lamentablemente, no se conserva ningún ejemplar de la prensa puntaltense de la época. Así que se debe recurrir a los diarios editados en Bahía Blanca: Bahía Blanca, El Censor, El Civismo, La Nueva Provincia, Nueva Época y Hoja del Pueblo; estos dos últimos son particularmente interesantes porque se vinculaban a diferentes vertientes del socialismo; en cuanto a los otros medios bahienses,  tanto La Nueva Provincia como El Censor eran sostenedores de la UCR, aunque combinaban la identificación partidaria con  requerimientos de mercado y comerciales[22]. Respecto a los periódicos nacionales, se cuenta con La Vanguardia (órgano del partido socialista argentino)[23] y fundamentalmente con La Protesta[24], medio anarquista que es el que más detalló la huelga. Del cruce de todos ellos se realizará la crónica que sigue.

Ing. Abel Pagnard (1859-1913)

Los inicios.

Respecto al movimiento en sí, éste estalló el lunes 22 de septiembre, cuando un grupo de obreros fue despedido en forma arbitraria por no haberse presentado a trabajar.

Hay poca información en los papeles de la empresa constructora del puerto. Tan solo una mención en una misiva escrita por Abel Pagnard al ingeniero Adolphe Guérard (presidente de la Compañía del Puerto Comercial de Bahía Blanca), el 1º octubre 1913, cuando se estaban desarrollando los acontecimientos:

“Desde mi última carta, han ocurrido acontecimientos importantes y desafortunados en las obras del puerto. El lunes 22 de septiembre estalló una huelga general. Comenzó con el despido de varios trabajadores que no se habían presentado a trabajar el domingo anterior. Esta medida excesivamente radical fue un error, ya que en Argentina existe una ley de descanso dominical que se cumple estrictamente. La empresa intentó dar marcha atrás, pero ya era demasiado tarde. Los trabajadores, dirigidos por cabecillas, aprovecharon la situación para presentar una serie de reivindicaciones inaceptables. La huelga continúa en estos momentos, y la solución parece aún muy lejana; sin embargo, no tengo detalles de las medidas adoptadas con este fin. La situación creada por la huelga es muy lamentable, porque además de las pérdidas que está causando a la Empresa, está dificultando el trabajo y va a provocar un grave retraso”[25].

Pese a lo escueto de la información ofrecida por Pagnard, queda en claro que éste conocía bien las condiciones de trabajo de los obreros en la Argentina.  Esto era fruto de su amplia experiencia en el país, al que había llegado en 1902 como representante de la empresa Hersent para dirigir las labores del puerto de Rosario. En cambio otros ingenieros franceses de la Régie, con experiencia en África o Indochina, estaban acostumbrados a los obrajes coloniales, con duras condiciones laborales[26]. Relacionado con esto, figura la crítica que se le hace a la empresa, por la excesiva dureza a la hora de castigar a los obreros que faltaron a sus obligaciones el domingo, ya que la ley los amparaba. No obstante, según el ingeniero, si bien el reclamo en su comienzo fue justo, los obreros se vieron soliviantados por unos “cabecillas” y aprovecharon la situación para presentar unas demandas que juzga inaceptables por ser excesivas.

Estos “cabecillas” no serían otros que elementos anarquistas y a ellos responsabiliza, no de la chispa, sino del avivamiento del fuego que encendió la hoguera.

Toda la prensa consultada coincide que el motivo que disparó la huelga fue el despido arbitrario de un grupo de obreros por faltar sin aviso a sus tareas el lunes 22 de septiembre de 1913. Según La Nueva Provincia,

“El movimiento tuvo su origen en una diferencia con los directores de las obras el domingo último con motivo de un trabajo extraordinario. Algunos obreros se resistieron à trabajar y comenzaron la propaganda entre los compañeros para formalizar el paro. Los 35 huelguistas del primer día, sumaban ayer un millar. El movimiento es pacífico, sin haberse producido ningún incidente. (…)”[27].

La Vanguardia precisa los motivos que llevaron a la medida de fuerza:

“35 obreros, después de trabajar el sábado toda la noche y el domingo medio día, no acudieron el lunes a trabajar. Por este motivo fueron despedidos. Dadas las condiciones pésimas del trabajo (pues hay que hacer constar que estos obreros trabajan en la orilla del mar, entre el fango, ganando un sueldo de dos pesos y noventa centavos); este despedido causó la protesta unánime de todos los trabajadores…”[28].

Si bien ese jornal no era del todo malo, y alcanzaba para el sustento diario del trabajador[29], la  situación laboral era pésima. Del mismo tenor que la anterior es la nota aparecida en el periódico bahiense Nueva Época, de tendencia socialista, que abunda más sobre la cuestión de fondo tras la huelga: las malas condiciones de trabajo imperantes en los obrajes de Arroyo Pareja:

Desde la iniciación de los trabajos los trabajadores de esa construcción vienen siendo víctimas de explotaciones groseras por parte de la empresa y perseguidos en la forma más despótica imaginable por parte de algunos capataces sin conciencia”[30].

Cajón botado en el varadero de Arroyo Pareja. Pueden observarse los obreros y lo riesgoso de su labor.

Y aclaró más acerca de las causas inmediatas del estallido del movimiento:

“A principios de la semana pasada fueron destituidos arbitrariamente treinta y cinco obreros por resistirse á trabajar la tarde del domingo antes último debido á que habían trabajado la noche del sábado y domingo hasta medio día. Como no escapará al criterio más obtuso, aquellas pobres gentes no podían continuar por hallarse del todo extenuados. Bastó la negativa para que la empresa tomase tan inconsulta resolución”[31].

 La Protesta, graficaba el ambiente que se vivía en Punta Alta, con columnas multitudinarias de obreros atravesando las polvorientas calles del poblado:

“En manifestación compacta y en número de 1300 cruzaron el pueblo entre vivas a la huelga yendo a congregarse luego al local del Centro Oficios Varios donde, previo acuerdo de la comisión de este centro y comisión de huelguistas se acordó pasar a la empresa un pliego de condiciones”[32]

Este pliego solicitaba la readmisión de los obreros despedidos; expulsión del capataz culpable de los despidos (“este verdugo es un canalla expulsado del seno de su sindicato en Francia por traidor y carnero[33]”); jornada de ocho horas de trabajo, con el mismo salario percibido por las 10 horas de hasta ese entonces; abolición de las horas extraordinarias y en días domingo; la anulación del descuento del 2% en concepto de “seguro obrero”; el tren de los obreros no podrá demorar en llegar más de diez minutos después del horario de salida del trabajo; la paga del lucro cesante por parte de la empresa de aquellos obreros accidentados e imposibilitados de trabajar; no tomar represalias contra los obreros participantes de la huelga. El artículo termina por informar que la empresa sólo aceptaba la readmisión de los despedidos.

El movimiento parecería estar liderado por los anarquistas. Se desconoce si esto es así porque representaban a la ideología de la mayoría de los trabajadores del puerto o porque estaban más organizados y duchos en este tipo de acciones directas que, digamos, los socialistas. Por otra parte, los diferentes orígenes e ideologías conspiraban contra una voluntad unánime:

“Como los huelguistas son de diferentes nacionalidades, rusos, alemanes, turcos, españoles, italianos, etc., y como no han constituido una agrupación gremial organizada, se hace difícil intentar una solución ó plantear bajo bases de equidad un arreglo con la empresa”[34].

Sólo el férreo comando de los anarquistas, su poder de convencimiento con la palabra y su acción decidida, pudieron guiar al movimiento que, si bien era solidario con la causa, no siempre era unánime en las acciones y en los alcances de la medida.

Las Asambleas.

Conforme a lo acostumbrado, se conformó un comité de huelga, que convocaría a las asambleas de obreros y era destinado a negociar ante la empresa y las autoridades y redactar pliegos y manifiestos con mandatos de la asamblea. No se sabe cuántos obreros lo conformaban ni sus nombres.

En un movimiento claramente horizontal, el valor de la oratoria para lograr convencer a los trabajadores de diferente ideología y procedencia, era fundamental. Y en esto, los anarquistas se irguieron como líderes de la huelga. Hay menciones de oradores ante las asambleas que se repiten una y otra vez: Tatti, Farina, Vergara, J. Perano (venido de Bahía Blanca en representación del sindicato de pintores[35]); especial relevancia en las asambleas cobró Florentino Giribaldi, importante cuadro anarquista santafesino llegado desde Buenos Aires a Punta Alta a los dos o tres días de iniciada la huelga en representación de la FORA para apoyar la medida de fuerza, solidarizarse con los trabajadores y seguir de cerca la situación[36]. Estos serían los “cabecillas” de los que hablaba Pagnard, aunque no los únicos, pese a que sus nombres se repitan a lo largo de las jornadas de lucha. Además de los nombrados, frecuentemente hacían uso de la palabra otros obreros anónimos, la mayoría griegos, italianos, franceses o  rusos[37], lo que demuestra también los diversos orígenes del personal que construía el puerto de Arroyo Pareja. Si bien no se posee el contenido textual de las alocuciones, La Protesta expresa que los temas variaban, no solamente arengando a la huelga y la protesta y pidiendo a los trabajadores a no bajar los brazos y a resistir, poniendo ejemplos de otras medidas similares en otros países del mundo; asimismo, trataban de temas doctrinales con invectivas contra las patronales en general, la policía y los socialistas, que, aunque minoritarios, aparecen algunas veces mencionados como participando de la huelga. Este espíritu asambleario se repetía jornada tras jornada:

“Como en la anterior asamblea ocupan la tribuna obreros de diferentes países distinguiéndose entre ellos los griegos, que forman un abundante conjunto. Son estas asambleas un hermoso exponente del internacionalismo por nosotros propagado. Aquí el odio al extranjero es letra muerta. A los únicos extranjeros a quienes se odia son a los de la empresa de Arroyo Parejas. Y vaya si se merecen ese odio esos perros capitalistas!”[38].

En esos días, en que el derecho a huelga estaba limitado, era importante poseer un fondo de huelga, que asegurase la comida diaria a los trabajadores que no iban a cumplir sus funciones. Si bien los mecanismos de solidaridad obrera estaban bien aceitados, no hay mención explícita de la ayuda salvo un párrafo al pasar del diario Nueva Época, de Bahía Blanca:

“Como acto ejemplar de solidaridad y que es digno del más sincero aplauso, cabe consignar que la Sociedad de Oficios Varios de Punta Alta, ha puesto a disposición de los obreros en huelga, mil quinientos pesos a los fines de que puedan resistir más tiempo en la lucha. De fuente que nos merece entera fé sabemos que algunas agrupaciones obreras de Bahía Blanca piensan a su vez mandar algún socorro a los huelguistas. Si el movimiento se prolonga unos días más no sería dificil que esas ayudas pecuniarias se reciban de distintos puntos de la república, pués la huelga empieza, como es justo, a tener repercusión”[39].

El monto de $1500 no parece, sin embargo, demasiado pues equivalía más o menos a $1 peso por obrero, es decir, menos de la mitad de los jornales de cada uno de ellos. Pero por lo que expresa el articulista, ésta no sería la única ayuda recibida y otras agrupaciones obreras realizaron colectas similares para los proletarios de Arroyo Pareja.

El papel de la policía.

Sobre este tema, como en otros, la opinión de los periódicos variaba conforme la ideología con que redactaban las crónicas. Para los medios más afines a los obreros, la policía actuaba con desmesura, constituyéndose casi en el brazo armado de la empresa o en serviles de ella, con excesos de todo tipo: detenciones arbitrarias, cargas injustificadas, actitudes intimidantes y negando el derecho a reunión, que era totalmente ignorado por los huelguistas, haciendo valer su número. La prensa más “burguesa”, en cambio, relata la mesura de los agentes del orden ante los desbordes obreros.

De este modo, La Nueva Provincia insinúa que la actitud de la policía era pasiva y solamente vigilaba y controlaba para que no se produjesen desmanes. Según  este diario,  desde el primer momento la policía local reforzó la vigilancia en los obradores, ante la prevención de disturbios, siendo las fuerzas dispuestas para el 1º de octubre de un oficial y ocho agentes[40].

Pero La Protesta contradice totalmente al medio radical e informa la hostilidad de los agentes a los trabajadores en huelga:

“El comisario de la localidad haciendo de la «ley social» tabla rasa dá carta blanca a todo el personal para encarcelar huelguistas (…) Policías de uniforme y sin él apestan el pueblo husmean todos los lugares, huelen a todo el mundo; numerosos domicilios de los compañeros más activos están vigilados por la policía”[41].

Esta acusación también es vista por Nueva Época, que acusa a la fuerza del orden de obsecuente con la empresa:

“La policía, no obstante la actitud pacífica de los trabajadores, queriendo, sin duda, hacer méritos ante la empresa, ha procedido á la detención de varios obreros é impedimentado en la forma más arbitraria, la celebración de las asambleas”[42].

Incidentes se sucedieron a partir que el comité de huelga pasó por los comercios de Punta Alta notificando de un boicot contra aquellos negocios que proveyeran a los “carneros”.

“(…) un comerciante con más desvergüenza que mercadería concurrió al comisario en tren de denuncia, actitud torpe que dio por resultado la prisión de toda la comisión en masa; varios huelguistas que concurrieron a protestar fueron igualmente detenidos. Después de más de diez horas de prisión merced a la eficaz intervención del periodista camarada Williams, fueron puestos en libertad. Hoy la arbitrariedad rebalsa los límites de lo común: pasan de cuarenta el número de presos y otros están en vias de correr igual suerte”[43].

Si La Nueva Provincia y otros medios dan la imagen de tranquilidad dentro del conflicto, La Protesta pinta otra situación: obreros en número de cientos tomando las calles, aprietes a los comerciantes, denuncias, prisión de activistas, etc. Los mitines se sucedían, en un “amplio local” y sin permiso por parte de la policía, que no autorizaba las reuniones[44].

Partida de caza de directivos de la empresa en Arroyo Pareja, 1913. Puede verse de blanco, el cuarto desde la izquierda, al ingeniero André Gay.

Todo ese movimiento era visto por el resto de los obreros de Punta Alta con expectación, sobre todo por los trabajadores que, a la sazón, estaban construyendo el dique Nº 2 a cargo de la compañía alemana Dyckerhoff &Widmann y Schmidt, concesionaria de las obras[45]. Además, según los medios, la huelga contaba con el apoyo de la población. Y se narra la siguiente anécdota:

“Ayer, al abandonar los obreros el local, -pasaban por frente a una escuela formando una columna en dispersión; los niños que en ese momento estaban en recreo saludaron en un ensordecedor: ¡viva la huelga! al paso de los huelguistas. ¿No son hermosos sintomas estos?”[46].

La intransigencia empresarial.

Si el papel de la policía es objeto de discusión, la intransigencia de la empresa fue notada por todos los medios informativos. Variaban los conceptos vertidos, más o menos duros según la pluma, pero hubo prácticamente consenso en este punto. Hasta el mismo Pagnard deja vislumbrar una crítica en la citada comunicación al presidente de la empresa en Paris: “Esta medida excesivamente radical fue un error, ya que en Argentina existe una ley de descanso dominical que se cumple estrictamente. La empresa intentó dar marcha atrás, pero ya era demasiado tarde”.

“Acostumbrada esta al despotismo, al rigor, a la tiranía desenfrenada ejercida por una legión inmensa de capataces, contramaestres, mayordomos y rufianes, creyó en su estúpido orgullo que sus esclavos no tendrian fuerzas suficientes para sacudir sus espaldas y dar en tierra con su pesada cuan molesta carga. Las pésimas condiciones de trabajo despertaron descontentos; la tiranía, odio, rencores; y como para favorecer ese fermento, como para producir la chispa generatriz del incendio, colmando la de medida del despotismo se llegó hasta el ensañamiento contra los obreros amparados en la fuerza de sus millones y en el favoritismo que desde el primer momento encontró en la policia local. Contra todo, las opiniones de la empresa, contra las coacciones que ejerzan autoridad de tierra y marina, capitalistas y rufianes los obreros están dispuestos a darles una dura lección. Ya la van dando. El directorio ha hecho propalar la versión de que podria resistirse durante varios  días, pues no les causa perjuicios la huelga”[47].

El responsable de los intereses de la Régie en Punta Alta era el ingeniero André Gay y contra él apuntaron los dardos. En él se personaliza la actitud empresarial, poco afecta al diálogo. Hubo un ultimátum, firmado “por el jefe de la empresa, el asno M. Gray” (sic), en el que emplazaba a los obreros a volver al trabajo en el término de 48 horas o serían despedidos.

“Lo que no se habia conseguido hasta hoy con nuestra propaganda, lo consiguió el manifiesto burgués: concurrieron a la asamblea todos los obreros sin excepción y gran parte de los de la compañía alemana y otros agenos a ambas, dispuestos a tomar informes sobre la impresión que producia en los huelguistas el desplante quijotesco de este pequeño czar (…) La torpe contradicción en que cayó el analfabeto Gray (sic) en declarar que no tienen apuro y llamarlos a la vez a que vayan al trabajo, dió margen a que circulara  la irónica y mordaz versión de si que la «humanitaria empresa los tomara nuevamente pagándoles sin trabajar”[48].

Tatti tomó la palabra y quemó el “papelucho”: “Fué aquello un clamor unánime que -se levantó en la asamblea: aplausos, vítores y anatemas, se confundieron en un sólo rumor de trueno. Tome nota la empresa cómo contesta al desafío el obrero en huelga”[49].

Los obreros editaban proclamas varias con diferentes consignas. Parte de una de ellas, redactada por Giribaldi, apareció transcripta en La Vanguardia y nos muestra el estilo que animaba a ellas:

“Podéis mirar indiferentes, después de 26 días de lucha pacifica contra el despotismo del capitalismo gobernante de la empresa Pagnard en Arroyo Parejas? ¿Podéis mirar indiferentes los atropellos policiales que efectúa la policía local contra los compañeros indefensos, que no hacen más que, con los brazos cruzados, exigir más pan para sus hijos?  ¡Sí, con los brazos cruzados, en lugar de “rebelarse” contra el estado de despotismo de la vergonzosa actitud de nuestros verdugos! ¿Por qué esperáis? Como si el estómago pudiera esperar! Es necesario conquistar lo que con derecho nos pertenece, por amor a nuestros hijos, por amor a la humanidad. Nos hemos declarado en rebeldía contra nuestros explotadores gobernantes, porque también ellos han jurado aplastar esta voz rebelde, y por eso se valen de todos los medios, de sus leyes, con las cuales nos amenazan con la prisión, expulsión y martirio. ¿Por qué esperas tú, que sufres las consecuencias de esta serpiente venenosa que se llama gobierno capitalista y militarismo?¡A la obra compañeros! En el campo de batalla hay que demostrar la rebeldía, allí es nuestro lugar. Compañeros: La solidaridad es la base de nuestro triunfo. “¡Viva la huelga general!”[50].

Frente del bar La Marina (Humberto Iº al 300), donde tuvieron lugar representaciones teatrales anarquistas, c.1917.

El teatro libertario.

Esos días, sin embargo, no fueron todo de lucha. Es conocida la acción de anarquistas y socialistas en pro de propagar su ideario mediante actividades culturales, que incluía la fundación de bibliotecas públicas (autodenominadas científicas, lejos de los dogmas eclesiásticos), colegios que brindaran una educación de tipo racionalista (es decir sin la carga de nacionalismo o clericalismo) y demás actividades que sirvieran para edificación obrera y los alejara de los discursos hegemónicos del Estado, la Iglesia y la burguesía.   En este sentido, el movimiento huelguístico puntaltense estuvo animado por una compañía teatral, presumiblemente de Buenos Aires. Dirigida por el actor anarquista Carlitos Perelli, puso en escena en La Marina la representación de la obra “La Canalla”, escrita por Marco Gino y con argumento netamente libertario[51]. Estas funciones se repiten a lo largo del conflicto, incluso se incluyen conferencias sobre el teatro social o monólogos como “Los estragos del alcohol”. Inclusive,  la compañía ácrata se desplazaba a lugares como los talleres Maldonado o Ingeniero White, como parte de la propaganda libertaria a través del arte[52].

Carlos Perelli, actor anarquista que luego se convirtió en una figura del cine nacional en las décadas del 30 y 40.

Los rompehuelgas.

La empresa no se quedaba quieta y buscaba por todos los medios romper la huelga bajo amenazas o bien llamando a trabajadores desde la vecina ciudad de Bahía Blanca, que llegaban a bordo de formaciones del Ferrocarril del Sud[53]. La estación de trenes se convirtió por unos días en un escenario central. Allí, un grupo de trabajadores controlaban que no llegasen trenes cargados de obreros rompehuelgas contratados por la empresa en Bahía Blanca, que se encontraban a veces con directivos de la compañía que aguardaban a los “carneros” y con la policía dispuesta a actuar ante el menor desorden. Es de imaginarse las escenas de huelguistas tratando de parar los trenes o de convencer a los obreros a bordo de plegarse al movimiento; y de los directores tratando de convencer a los contratados de trabajar, en medio de reproches mutuos.

“Un camarada puso en conocimiento de la asamblea que en la estación había llegado un tren trayendo una treintena de obreros en su mayoría árabes, los que esperaban los carros de la empresa para trasladarlos a carnerear. La asamblea en masa quiso lanzarse hacia la estación a impedirlo; pero se obró con táctica y; momentos después tuvimos la satisfacción de comunican a la asamblea el éxito del recurso puesto en juego. El entusiasmo degenero casi en tumulto cuando se supo que los arabes se negaron rotundamente a trabajar tan pronto como se enteraron de que había huelga. Este hermoso acto de solidaridad por estos obreros de nacionalidad tan calumniada por los imbéciles patrioteros italianos, dió motivo a la policía para intentar repetir la hazaña de sus dignos émulos de Berazategui. Un oficial de policía, venido de Bahía Blanca al mando de doce agentes armados como mazorqueros dió voz de «¡carguen!» que fué atropelladamente cumplida por los esbirros dispuestos a probar sus carabinas-regminton, contra esos indefensos obreros. Su actitud no intimido a éstos que persistieron en no querer trabajar, sosteniendo que se les trajo engañados diciéndoles que el trabajo era en una cantera. En el mismo tren volvieron a B. Blanca. En la estación estaba reunido el directorio, el cual se retiró descorazonado mordiendo el polvo del fracaso y pateando como burros» al decir de un policía local. ¿Se convence la empresa de su impotencia para vencer al obrero? ¿no? veremos! Los poderosos medios de información que tenemos hacen que estemos al tanto de todas las resoluciones que la empresa toma; de ahí sus fracasos parciales y su próxima derrota”[54].

El asunto de los rompehuelgas se repitió varias veces a lo largo del movimiento, con similar procedimiento: alguien avisaba a la asamblea la llegada de un tren con obreros contratados, había un desplazamiento hacia la estación, una charla con los trabajadores para convencerlos de no concurrir a los obrajes y una carga de la policía apostada en las inmediaciones, con detenidos.

“(…) llega la noticia de que en la estación desembarcaban doce «carneros». A una sola voz se desalojó el recinto y en precipitada a carrera se dirigieron a persuadirlos de la necesidad de solidarizarse con ellos.  No fue menester, pues estos, enterados de que había huelga se negaron a trabajar. La policía cometió con los huelguistas un atropello salvaje. Lanzó contra éstos sus caballos y apuntando con sus carabinas al grito de ¡paresen m…! de tuvo a seis compañeros que actualmente se hallan presos en el destacamento; y engrillados!”[55].

Incluso La Protesta mencionó una especie que indicaba que el ingeniero Gay habría matado de un tiro a un obrero que se apersonó en los obrajes para convencer a sus compañeros de plegarse a la huelga. Este rumor,  que se completaba con el ocultamiento del cadáver y del que el El Porvenir se hizo eco, nunca pudo confirmarse[56]

Nicolás Repetto.

El intento de mediación de Repetto.

El carácter ácrata de la huelga está marcado por el rechazo a la oferta de mediación que realizó el diputado socialista Nicolás Repetto, de gira por Bahía Blanca y su zona, cuando promediaba el conflicto. Apenas llegado al Centro Socialista, se interesó por el devenir de la huelga.

“Una vez allí se interesó nuestro diputado por la huelga de Punta Alta. Una delegación venida con el objeto de informar al doctor Repetto, púsole al corriente del movimiento. En el primer tren de la tarde, que salió de Bahía Blanca, el diputado socialista, delegados de Punta Alta y algunos camaradas del Centro, se dirigieron al lugar del conflicto. Como aun los huelguistas no habían requerido la intervención del diputado socialista, contestó que intervendría cuando una asamblea de huelguistas lo requiriese”[57].

Esta visita dio mucha tela para cortar y fue motivo de una furibunda respuesta por parte de La Protesta, con el marcado tono antipolítico que correspondía al anarquismo, comparando a socialistas y radicales con buitres:

“Aleccionados por los años de lucha que llevamos en el campo obrero, hace tiempo que hemos arrojado lejos, muy lejos de nosotros la podredumbre de la politica; de fracasos traiciones estamos hasta decir: ¡basta! Ellos lo saben, no ignoran nuestro desprecio por todo aquello que huela a politica… ¿Entonces, a que vienen esos vuelos en circulos a grandes alturas si desde nuestro campo de lucha hemos visto las garras y el luciente pico brillando al sol?… ¿Politicos a nosotros? fuera miseria, podredumbre, traiciones!.. Radicales representados por un Isnardi, socialistas apadrinados por un Repetto, políticos de todos los matices… quedais notificados: Fuera!”

Expresa el diario que Repetto fue engañado por algunos socialistas que le aseguraron que unos dos mil obreros lo aguardaban en Punta Alta para solicitar su mediación en el conflicto. Cabe aclarar que había un subcomité socialista puntaltense, pero se ignora el real peso que en ese momento poseía entre la masa obrera. Y la denostada presencia del diputado socialista quedó expresada desde la tribuna:

“Giribaldi, aprovechando la llegada del doctor Repetto, dió una conferencia netamente antipolitica, llevando un recio ataque al socialismo; lamentó la poca democracia del doctor Repetto, no concurriendo a la asamblea, le acusó de inconsecuente con sus principios socialistas (…) finalizó demostrando con hechos concretos los fracasos socialistas en las cuestiones obreras y el fracaso pro del propio socialismo como ideal de redención Social, afirmando que la emancipación de los oprimidos vendrá sólo con la implantación de la vida comunista anárquica. Antes de abandonar la tribuna, invitó a los que no estuvieran de acuerdo ser con sus teorías, a que las refutaran. No se oyó ninguna voz y sí un aplauso unánime. ¿Y estos son los dos mil obreros que reclamaban la presencia del doctor Repetto?… ¡Vamos! no sean….socialistas”[58].

Ante esto, La Vanguardia respondió escuetamente:

“Antes de la llegada del diputado Repetto los anarquistas que dirigen el movimiento de huelga se sirvieron de la tribuna para atacar a los socialistas, usando en su propaganda sectaria calificativos y frases impropias, pero toda esa verborragia no impidió que el pueblo trabajador de ésta hiciera un franco y cortés recibimiento al batallador diputado socialista”[59].

Como se evidencia, si bien el movimiento huelguístico era compacto en cuanto al reclamo en sí, no lo era ideológicamente hablando. Había obreros socialistas, pero como en el caso de los anarquistas, no se puede saber su peso relativo, dadas las contradictorias informaciones que da la prensa. Que no había unidad ideológica entre los huelguistas, se lo constata en esta afirmación de La Protesta, cuando narra lo sucedido en una de las asambleas:

“Afirmando lo dicho por estos compañeros, ocupó la tribuna un obrero griego. Tuvo frases soberbias de condenación para todos los presentes que, aplauden en asamblea a los oradores y descuidan afuera su puesto de luchadores: dijo que el triunfo de la huelga no depende de Tatti ni de Giribaldi sino de la fuerza, de la audacia y si se ofrece hasta de los puños. Más claro no se pudo hablar. Sin embargo, – lo confieso con amargura- la asamblea reía a carcajadas. Pesa sobre estos obreros la influencia atavica del pacifismo socialista, y nos cuesta un triunfo destruir eso, in- filtrando en sus cerebros el verdadero concepto de la organización”[60].

Como puede apreciarse, a muchos de los concurrentes a la asamblea se los acusa de no tener un acendrado espíritu de lucha y de tener la “influencia atavica del pacifismo socialista”. De allí los tonos de los discursos promovidos por los oradores en la tribuna asamblearia, que versaban no solamente de la situación imperante en Arroyo Pareja sino, sobre todo, en cuestiones doctrinales del pensamiento anarquista: lo que el corresponsal denominaba “verdadero concepto de la organización”.

Por eso se comprende la noticia de La Nueva Provincia, que expresa que hay obreros que quieren volver al trabajo, pero no lo hacen por temor a las represalias de sus compañeros[61]. Esta falta de unidad en el convencimiento de las acciones tomadas va a ser fundamental para entender los graves incidentes producidos el 11 de octubre.

El 11 de octubre, sábado sangriento.

A modo de anticipo, El Censor fue el primer diario en hacerse eco de los acontecimientos en Punta Alta, en su edición del mismo 11 de octubre.

“Choque sangriento. Nuestro corresponsal en Punta Alta, nos comunica que esta mañana se pro- dujo un choque sangriento entre policía y obreros huelguistas. El hecho se produjo en circunstancias que aun no se han podido aclarar. Solo se sabe que se dispararon muchos proyectiles resultando heridos varios obreros y dos agentes. La subprefectura de Puerto Militar envió 25 hombres armados con el objeto de garantir el orden”[62].

Según La Vanguardia, estos incidentes se habrían producido en respuesta a la insolencia de M. Gay al recibir a una delegación de huelguistas.

“Un obrero hace moción para que se nombre una comisión para entrevistarse con el director, con el fin de buscar la fórmula de un arreglo. Así se hizo. Esta se apersonó al director y en la asamblea del jueves a la tarde se dió cuenta del resultado de la entrevista con la vivora negra. Contestó en la forma más provocativa posible; fue aquello un reto a muerte, un insulto que han de hacerle pagar caro los huelguistas si tienen sangre y dignidad obrera! Se negó en absoluto, a conceder la más infima mejora, diciéndoles textualmente: «Que cuando el hambre los aniquilara va volverían al trabajo sin imponer condiciones». ¿Le parece asi? ¿conoce a sus obreros? ¿sabe hasta dónde ha llegado con su vil provocación, señor tirano?.Los huelguistas al enterarse de la respuesta dada por éste, se enfurecieron de  tal manera que, de no mediar la intervención de los que siempre están dispuestos a impedir que el pueblo obra de por si mismo, a estas horas la empresa francesa, el directorio y todos sus canallas hubieran pagado cara la afrenta inferida a los huelguistas! Imposible era dominar el tumulto: a poco la calma renace, y ya más serenos se discute la última determinación a tomar. Por unanimidad se proclama la huelga general para el dia lunes”[63].

Lo mismo expresa La Vanguardia, echando la culpa de los incidentes “a la contestación  altanera del director de las obras, contestación que exasperó los ánimos de los huelguistas”[64].

Pero el diario que ofrece una crónica detallada de los sucesos es La Nueva Provincia. Principia relatando la delegación de obreros que habían ido a entrevistarse el viernes 10 con el ingeniero Gay y su respuesta pero sin poner el acento sobre el carácter de esta contestación:

“Anteayer los huelguistas nombraron una comisión de siete representantes para entrevistarse con el director de las obras á objeto de recoger una contestación definitiva á las proposiciones formuladas antes de llegar á una conciliación. El director de las obras manifestóles muy categóricamente que la empresa no aceptaba arreglos de ninguna clase, que creia que los obreros no tenían razón para protestar y que si los huelguistas querían volver al trabajo que lo hicieran de su propia voluntad. Esta contestación parece que disgustó los obreros…”[65]

Luego el artículo continúa relatando que, con el ambiente ya caldeado, el sábado 11 se convoca a los huelguistas a la oficina del pagador, en Punta Alta, a fin de abonarles sus haberes. Lo cual provocó una disidencia entre los trabajadores: mientras unos querían ir a cobrar, otros decían que nadie debía percibir los sueldos adeudados hasta que la empresa no se hiciese eco de las demandas.

No obstante, quinientos operarios se acercaron y percibieron sus haberes, mientras afuera de la oficina se congregaban obreros que protestaban y pedían quemar la oficina con el pagador adentro, que estaba custodiada por seis policías. Ante la exaltación de los ánimos, y la amenaza de prender fuego la oficina, la policía decidió actuar.

Fragmento de la nota aparecida en Nueva Época, 11 de octubre de 1913.

“Los agentes quisieron hacer retirar de la puerta a los huelguistas y el primer vigilante que dio la orden, recibió un golpe en la cabeza. Simultáneamente sonó un tiro y luego muchos otros, produciéndose un desorden y una confusión indescriptible. El agente Alfredo Campos, con un golpe recio en la cabeza y otro en la cara, que le había dado un huelguista armado de un fusil viejo, debatíase en el suelo esforzándose en no dejarse arrebatar la carabina que el agresor tentaba tomar por el cañón. En la lucha apretó el disparador y la carabina reventó destrozando la mano del que quería arrebatarla. El huelguista herido fue apresado en el acto. Otro agente, José Pardo, recibió un balazo en una pierna, al intentar defenderse. Un tercer agente, José Amado, recibió una puñalada en el vientre y un balazo en la cabeza. Su estado es gravísimo. Los tres agentes restantes hicieron varios disparos al aire y entonces los agresores que ya habían dejado tres hombres en el suelo, dispararon en todas direcciones”[66].

Otra descripción ofrece El Civismo, de parte de un enviado especial y en base a lo referido por testigos presenciales de la refriega, echándole la culpa a un exceso de celo por parte del agente Amado:

“Oímos á algunos Jornaleros y vecinos de los que presenciaron los hechos de sangre sucedidos el sábado, y de sus relatos se desprende que fueron producidos por imprevisión de la misma policía, y por falta de tacto en los agentes encargados de guardar el orden, pues a no ser así los obreros se habrían abstenido de intervenir en la forma violenta que lo hicieron. Según los informes recogidos, un agente de policía, que resultó  gravemente herido de dos balazos en la refriega, fué el que originó el disturbio con su acción un tanto insólita y provocativa, siendo así que inmediatamente de dar órdenes enérgicas de acatamiento á la autoridad, levantó la carabina para hacer fuego contra los que se oponían á permitir la entrada de otros compañeros que pretendían percibir sus jornales devengados en la oficina de la empresa, lo que dió margen á que fuera derribado de un feroz garrotazo aplicado en la cabeza. Al caer el agente, y según las mismas versiones, el fusil dió fuego. produciéndose como consecuencia inmediata y deplorable, un tiroteo entre la policía, cuyas resultancias han sido la nota roja de ese pueblo. Tres agentes de policía cayeron heridos de bala y arma blanca conjuntamente con un obrero, de aquella batalla campal que se originó, y los ánimos han quedado en una tensión tan nerviosa, que no sería difícil que se reprodujeran los hechos si la policía no procede con tino y cordura en la emergencia”[67].

Vicealmirante Eduardo O’Connor.

Ante este estado de cosas, el subcomisario de la policía local, Miguel Piaggio, se comunicó con el comisario de Bahía Blanca que se trasladó al lugar de los sucesos con diez agentes armados. El jefe del Arsenal, almirante Eduardo O’Connor envió también una compañía de marineros al mando de un oficial, que estableció guardia frente al edificio de la compañía. Doce huelguistas fueron detenidos, incluso un policía que se negó a hacer fuego “por no querer disparar sus armas contra sus hermanos”[68], en una actitud llamativa que La Protesta destaca pero ante la que no abunda en más detalles (¿Se trataba de un agente policial anarquista, o simplemente de un objetor de conciencia?). A todos se les aplicó la denominada Ley de Defensa Social. La Protesta ofreció la lista, aunque “incompleta”, de los detenidos, que no suman doce como dice La Nueva Provincia, sino quince (catorce si excluimos al dueño de un restaurant, totalmente ajeno a los hechos como expresa el periódico anarquista):

“Miguel Combarros, herido, en el Hospital

Nuncio Pasolti, preso en Bahía Blanca.

Juan Liberalli, preso en Bahía Blanca.

Vicente Ordaz, preso en B. Blanca.

Esteban Riñorreo, preso en ídem.

Francisco Merino (dueño de un restaurant, ageno a la lucha) preso en Punta Alta.

José Vázquez, preso en Punta Alta.

Francisco Hernández, preso en Bahía Blanca.

Isidro González, preso en Bahía Blanca

Bernardo Merino, preso en idem.

José Nieto, preso en idem.

Joaquin Murcia, preso en idem.

Victoriano Pintado, preso en idem.

Juan Iglesias, preso en Punta Alta.

(…)

Además, se encuentra detenido Antonio Heger, que se supone será deportado, por haber escapado de las garras policiales en la razzia del centenario”[69].

Un coletazo de lo acaecido ese sábado fue el relevamiento de su cargo del subcomisario Piaggio y su inmediato reemplazo por el subcomisario Salvador Sánchez. Piaggio fue sindicado por parte de las autoridades policiales por no haber sabido contener la situación. Sobre el papel del oficial relevado, los periódicos consultados ofrecieron diferentes posturas.

“El inspector de policía señor Mujica, ha ordenado el relevo provisorio del sub-comisario Piaggio de Punta Alta, juzgando que la actitud de este empleado ha deprimido la autoridad que inviste, yá que su procedimiento é intervención en los sucesos ocurridos en aquella localidad con motivo de la huelga de obreros, no fueron concordantes con la gravedad del momento, ni respondieron á las exigencias que los mismos hechos imponían. Ante tales constancias comprobadas por el comisario Sureda, el inspector señor Mujica adoptó aquella condigna resolución, que tiende á conservar el prestigio de la autoridad policial”[70].

Otra es la visión de El Censor:

“Podemos asegurar que el subcomisario Piaggio ha actuado en la emergencia con tacto y de ninguna manera pudo evitar la realización del hecho y por lo tanto éste era inevitable. Procedió igualmente muy bien, en no repeler la agresión en forma más violenta de lo que lo hizo, pues para ello debía realizar una verdadera masacre. El vecindario puntaltense está conforme con la acción del subcomisario Piaggio y por lo tanto ha causado mala impresión el relevo ordenado”[71].

La Vanguardia, 14 de octubre de 1913.

Del mismo tenor es el comentario de Hoja del Pueblo, en uno de los raros artículos con que cubrió la huelga:

“La policía que ha debido resultar complicada en suceso lamentablemente sangriento, no es culpable del hecho en sí”[72].

13 de octubre: huelga general en Punta Alta.

En los días inmediatamente posteriores, Punta Alta estuvo literalmente tomada por las fuerzas del orden. Se prohibieron expresamente reuniones de los huelguistas policía y marinería se apostaron en diferentes lugares y patrullaban las calles de la ciudad.

Esta es la crónica del enviado por El Civismo:

Al descender del tren, por la tarde, una inmensa muchedumbre se divisaba esparcida por las calles, hormigueante y agitada, que se movía en un flujo y reflujo producido por el contacto con la policía, que trataba de dispersar los grupos de obreros que se formaban en las aceras. Llegamos al centro urbano, siendo sorprendidos por el estacionamiento de pelotones de marinería, encabezados por clases de la misma arma, que disolvían los grupos de trabajadores huelguistas que pacíficamente se entretenían en contemplar ese despliegue y ostentación de fuerzas armadas á mauser que no admitian á ratos, ni aun estar parados en las puertas de sus hogares”[73] .

Sin embargo, esto no impidió que el mismo sábado 11 ante la represión policial, los obreros lanzaron un manifiesto, invitando a los obreros del Arsenal y de la empresa constructora del Dique Nº 2 a plegarse a la huelga quienes aceptaron, por lo que a partir del lunes hubo inactividad en el puerto militar. Con este personal en paro de actividades, el número de huelguistas en Punta Alta llegó a los tres mil.

Una delegación de la Armada, que decía venir de parte de la empresa, se entrevistó con los huelguistas, sin lograr resultado alguno[74]. Ante este estado de cosas, una delegación de vecinos, “por encargo de los huelguistas”[75] se entrevistó con el ingeniero Gay para proponer algún arreglo al conflicto. Pero el director de las obras manifestó que no podía aceptar las condiciones que deseaban los obreros; lo único que estaba dispuesto a aceptar era en el no pago del seguro por parte de los trabajadores y en el pago de los jornales de aquellos obreros enfermos o que sufrían accidentes de trabajo.

Ante el fracaso de las negociaciones, el comercio decidió, el 13 de octubre, cerrar sus puertas “¡Hasta un prostíbulo!”, se admiraba La Protesta. Incluso lo hizo el Banco Nación, aunque expresa La Nueva Provincia, más por temor a los huelguistas que por convicción de la gerencia.

“Punta Alta ofrecía, pues, ayer, un aspecto triste y de desasosiego. Los  grupos de obreros se formaban y se disolvían en todas partes y la policía en constante tarea de poner orden y de tranquilizar los ánimos, secundada por las tropas enviadas por el jefe de Puerto Militar”[76].

El Censor ve de manera positiva la solidaridad del sector comercial con los proletarios, ante el reclamo de los últimos, a los que considera explotados por la Régie:

“Los comerciantes de Punta Alta han cerrado desde ayer las puertas de sus negocios como acto de solidaridad con los huelguistas, de lo cual hemos informado ayer. Esta decisión del comercio merece ser consignada como algo singular, y a poco que se estudie su fundamento, se verá que esa actitud es digna de aplauso ya que lleva por objeto hacer acto de adhesión a la aspiración de miles de trabajadores que vienen siendo inícuamente explotados por una empresa de grandes capitalistas que aumentan sus ya colosales fortunas, a costa del hambre proletaria. Situación semejante debía producir fa talmente un movimiento solidario, el que no se hizo esperar. Todos los obreros de Punta Alta mancomunados con el comercio, han exteriorizado en forma práctica esa solidaridad que nos es grato consignar”[77].

Lo mismo consignó Hoja del Pueblo:

“El comercio en esta emergencia, demuestra la justicia que asistió á los trabajadores al abandonar el trabajo y si después de este hecho  circunstancias de exasperación provocaron conflictos sangrientos, justo es pensar que estos conflictos son la consecuencia de un estado de cosas que las empresas más que nadie debieron preveer y evitar (…) De la prosecusión de la huelga, que tan honda perturbación causa en el vecino pueblo, la única responsable es la empresa que extendió sus intransigencias y contra ella el cierre del comercio que se  traducirá mañana en represalias comerciales contra una empresa que no supo conciliar sus intereses y tener humanidad con sus trabajadores”[78].

Con el tono acostumbrado, La Protesta describía el estado de confusión que se vivía en la localidad:

“Hoy, por ejemplo, los cosacos recorrían las casas de comercio obligando a sus propietarios a abrir las puertas; los huelguistas, por otra parte, impedían que éstos se abrieran (…) Esta mañana, dos obreros fueron apaleados por varios policías en circunstancias que invitaban a un lechero a que desatase”[79].

La Protesta, 15 de octubre de 1913. La huelga de Arroyo Pareja en primera plana.

No obstante, el unánime aval no engaña al corresponsal de La Protesta: no, Punta Alta no se volvió una ciudad anarquista. Y analiza, entonces, las causas del apoyo del comercio a la causa obrera:

“Deseo ser imparcial en estas cosas. Lo he sido desde mi primer crónica la actitud que los comerciantes asumieron frente al conflicto de Arroyo Parejas ha sido idéntica a la de los huelguistas: actitud solidaria y de protesta ¿Convencional? ¿Sincera? No entraremos a analizar esos actos espontáneos surgidos en momentos como el que atravesamos. Constatemos sólo el gesto hermoso frente a la infame prepotencia capitalista, frente a la inicua actitud de la policía y frente al bárbaro despliegue de fuerzas de la marina. Actitud hermosa. Nada más. Hablamos ya de la simpatía que acompañó siempre a los huelguistas. Esta frente al despotismo del directorio se acrecienta, rebasa los límites, se transforma en cariño, en amor fraterno hacia esos desheredados caídos bajo la garra de unos miserables ladrones amparados por las sagradas armas de la patria», y por las homicidas armas policiales”[80].

Es decir, comerciantes y obreros estaban unidos no tanto por el amor sino por el espanto ante la actitud de la empresa, que con su intransigencia perjudicaba tanto a unos como a otros, al entorpecer la vida económica local.

Los obreros del Arsenal y del dique Nº2.

Las jornadas del 11 y 13 de octubre marcaron el clímax del movimiento huelguístico. A partir de ese momento, la situación, si bien permanecía tensa, no alcanzó nunca los ribetes dramáticos de esos días.

Rufino Rojas, intendente de Bahía Blanca.

El 14, una delegación mandada por el intendente de Bahía Blanca, el radical Rufino Rojas, encabezada por su secretario, Eduardo Bambill, se dirigió a Punta Alta, a fin de entrevistarse con directivos de la Régie y con huelguistas. Pero la intransigencia de unos y otros hicieron fracasar los buenos oficios del gobierno municipal[81].

Inclusive se dio una situación especial con los obreros de la empresa alemana Dyckerhoff &Widmann y Schmidt, informada por La Nueva Provincia del día 17 de octubre, ya que muchos de ellos deseaban continuar la huelga en apoyo a sus compañeros de Arroyo Pareja, pese a no tener situaciones pendientes con sus empleadores. Cuando O`Connor notificó a los obreros del dique que deberían presentarse al trabajo, muchos acataron sus órdenes, pero un grupo de “huelguistas y agitadores que realizan todavía una activa propaganda”, impidieron su paso, por lo que solamente doscientos operarios concurrieron a su trabajo. Ante tal situación, O’Connor le pidió al subcomisario Sánchez que autorizase una asamblea de obreros a fin de que ellos resuelvan su situación[82].

Albañiles y picapedreros que construyeron el muro de granito del Dique Nº 2, 2 de octubre de 1914.

La asamblea, que debía realizarse en la zona militar el día viernes 17, fracasó, según La Nueva Provincia, por la insistente propaganda de los grupos huelguistas. Entonces la empresa y la jefatura del Arsenal conminaron a los trabajadores a presentarse el lunes a sus tareas so pena de despido[83].

El temor a ser echados de sus trabajos quebró los ánimos de los obreros del Arsenal y del dique, lo que terminó por romper la huelga. Los obreros de la Régie quedaron solos en sus reclamos[84].

Nota de Bahía Blanca, 17 de octubre de 1913, donde anticipa el fin de la huelga en el dique 2 y el Arsenal.

La detención de periodistas

Un hecho controvertido se dio ese fin de semana en Punta Alta.  Elías Williams y Carmona, dueños de los diarios locales El Porvenir y La Verdad, respectivamente, fueron detenidos en virtud de la Ley de Defensa Social, y puestos a disposición del juez federal de Bahía Blanca, junto a otras personas. Según La Nueva Provincia, se acusaba a estas personas, entre los que se hallaban los directores de los periódicos, a repartir volantes “en que preconizaban la necesidad de recurrir a métodos terroríficos”[85].

Pero Nueva Época dice que estos, que son “dos buenos muchachos trabajadores, incapaces de perturbar el orden  y menos de agitar a las masas”, fueron apresados solamente por opinar sobre la huelga en sus respectivos medios y que la detención cayó muy mal en el comercio de la localidad[86].

Elías Williams

Es de recordar que Williams ya había intercedido ante la policía en favor de los obreros al principio de la huelga  y La Protesta lo llama “camarada”[87]. Sin embargo, días después, ese diario indicaba que ambos periodistas son “extraños al movimiento” y que se los acusa de “haber publicado, en sus respectivas imprentas, los manifiestos de los huelguistas”[88].

Nuevamente nos encontramos ante la falta de datos precisos. Respecto a Elías Williams, podemos decir que posteriormente figura como martillero y vive en la ciudad hasta finales de la década del 10; no aparece ligado a actividades análogas a la defensa de los obreros.

El fin de la huelga.

Finalmente, la represión rindió sus frutos y el movimiento obrero se quebró. El 21, la situación tendía a normalizarse. La mayoría de los obreros, según La Nueva Provincia, estaban disconformes con la dirección de la protesta, que resultó ser contraria a sus intereses. Muchos se presentaron a trabajar y ese día se contaron 200 que realizaron sus tareas en el agua. Asimismo, comenzó a correr un tren desde Punta Alta a Arroyo Pareja para llevar a sus puestos a los trabajadores que lo requiriesen, muchos de los cuales eran carpinteros y albañiles.

Para el día 22, la huelga estaba oficialmente terminada. El movimiento no tuvo éxito. Los obreros de Arroyo Pareja se vieron obligados a retornar a sus tareas sin obtener ninguna de sus demandas. No todos, sin embargo: La Protesta dice que varios trabajadores abandonan la localidad para no ser explotados. “En los últimos días numerosos obreros han abandonado la zona de Punta Alta para ir hacia otras localidades en busca de trabajo, antes de rendirse a las exigencias de los explotadores”[89]. Punta Alta volvió a la normalidad.

Ecos de la huelga: ¿quién fue el responsable?

A raíz de los sucesos en Tandil, Berazategui, Los Pinos y Punta Alta, y en protesta por la represión policial, el congreso de la FORA reunido el 18 de octubre declaró una huelga general a nivel nacional a desarrollarse el viernes 24 y el sábado 25 de ese mes[90]. La medida tuvo escaso eco y según el Departamento Nacional de Trabajo apenas 16.000 obreros se plegaron al paro[91], lo que muestra el debilitamiento de los anarquistas evidenciado a partir de 1910. Sin embargo, La Nueva Provincia informaba que la medida tuvo eco en Punta Alta, pero los obreros se plegaron coaccionados:

“En Punta Alta también ha repercutido la huelga. En Punta Alta, Puerto Militar, y Puerto Arroyo Parejas, donde la mayor parte do los obreros dejaron el trabajo, observándose que no lo hacían con espontaneidad colectiva. El lunes reanudarán todos las tareas si la Federación no dispone otra cosa”[92].

En cuanto a los responsables de la huelga en Arroyo Pareja, la prensa refleja sus posiciones de acuerdo a la ideología política que sustentan.

La Protesta no hizo nunca un balance general, pero en toda su cobertura quedó claro que la única culpable de la huelga fue la compañía francesa, a través de la persona de André Gay, a la que repetidamente reprochó su intransigencia y tozudez. También las fuerzas del Estado, figuradas en la policía y la marinería, fueron los brazos armados al servicio de los capitalistas. Por último, aunque en menor medida, se encuentran los socialistas que, al plegarse al juego político, enfrían el espíritu de lucha entre sus simpatizantes.

La Vanguardia, en cambio, no dudó en adjudicar la responsabilidad y el ulterior fracaso de la huelga a los anarquistas. Inclusive publicó una carta de un obrero puntaltense, Julián Zaldives, donde tacha de cobarde y traidor a Giribaldi, por haber abandonado a sus compañeros el día de la represión policial:

Ciudadano director de LA VANGUARDIA: Espero publique en el valiente diario que dirige, la traición hecha por Girlbaldi a los huelguistas de Arroyo Parejas. Este sujeto, después de ofrecer a los obreros en lucha la huelga general revolucionaria en todo el país para obtener el triunfo de los huelguistas de ésta, desapareció de aquí el día 11, sin que hasta la fecha se le haya vuelto a ver el pelo. Los huelguistas, cansados de esperar la huelga general prometida, y desencantados por la traición de Girlbaldi, volvieron al trabajo, vencidos. Días antes de la llegada del diputado Repetto a Punta Alta, Giribaldi pronunció largos discursos contra los socialistas, calificándoles de traidores; pero ahora los obreros se han desengañado, reconociendo que el verdadero charlatán y traidor es el mismo Giribaldi, que, por miedo o por el dinero patronal, desapareció de estos lares. Esperando la publicación de ésta, le saluda atentamente. – Julián Zaldives. -Punta Alta, octubre 21 de 1913″[93].

El Censor repartió culpas a la testarudez empresaria y a los anarquistas. Así lo expresaba días antes de finalizar la medida:

“Es de lamentar que las cosas se hayan extremado y de ello tienen culpa los mismos obreros por haberse dejado dirigir per elementos ácratas que se abrogan el papel de directores de huelgas, sin poseer la táctica e inteligencia necesaria para aconsejar los caminos legales que deben seguirse en los conflictos surgidos entre obreros y patrones. Los obreros puntaltenses aleccionados por este hecho, harto comprobado deben desechar una vez por todas ese tutelaje pernicioso ya que ningún beneficio práctico alcanzarán prestandose a ser instrumentos de esos agitadores”[94].

No obstante, reconoció que los pedidos eran justos, a la par que destacaba el apoyo del vecindario a la medida:

“Creemos que la jornada de 10 horas es inhumana, y los obreros estaban en perfecto derecho de reclamar las 8 horas, jornada esta, que se reconoce como la máxima que se puede trabajar. La razón de los obreros la han reconocido, aparte del vecindario y  el comercio de Punta Alta todos los hombres que poseen sentimientos de humanidad y tan malo se atreven a desconocerla los que quisieras ver al pueblo obrero sumido en la mayor ignorancia y esclavitud”[95].

Por su parte, Nueva Época, en un balance de la huelga, responsabilizó por igual a la Régie y los obreros que se dejaron conducir cuando no existía “verdadera unión gremial” (es decir, la confluencia de acciones conducentes a lograr la defensa obrera, más allá de las ideologías):

“Por mas que pensamos, no alcanzamos a comprender, como pueden ser los hombres tan crueles entre si, que no sean capaces de aliviar en una mísera parte, las penurias de sus semejantes por el afan de lucro, alma de todo cuanto sucede en la vida. Ese ingeniero director, que con su intransigencia a dado lugar a los luctuosos sucesos ocurridos en la extinguida huelga, si tiene un corazón capaz de agitarse ante algun sentimiento altruista, mas de una vez a de sentir remordimientos, por los males causados por su torpeza o maldad. En cuanto a los obreros, la leccion recibida les enseñará, que la huelga es arma de dos filos, y por tanto, para esgrimirla con ventaja, es necesario ser fuertes, y esa fuerza, solo puede darla la unión gremial y las cajas bien repletas, para poder sin violencias, causar el mayor mal posible al capital, con paros tan largos que ellos, produzcan cuantiosos males pecuniarios a la clase explotadora. Mientras no exista esa verdadera unión gremial, los obreros se exponen a sufrir fracasos como el hoy consumado en Punta Alta”[96].

De una y otra manera, es la misma opinión la que prevalece en el resto de los medios de prensa locales. Hoja del Pueblo atribuía la culpa del desmadre de la situación a la Régie: “egoísmos de la empresa (…) [que] extendió sus intransigencias (…) que no supo conciliar intereses y tener humanidad con sus trabajadores”[97]. También el mismo diario atribuye responsabilidad al Estado, especialmente al gobierno bonaerense y al Instituto Nacional del Trabajo, por no mediar entre trabajadores y empresarios[98].

El Civismo, más salomónico, hizo un llamamiento a la parte empresarial y a la obrera apenas comenzada la discusión:

“La empresa, como asimismo los obreros, deberían colocarse en un justo medio equivalente a fin de dar por terminado un movimiento provocado por causas que ya han desaparecido, pues la Regie Generales (sic) ha readmitido los obre ros que inconsultamente fueron despedidos por el capataz que provocó el conflicto”[99].

Conclusión.

Con el fin de esta huelga no terminó la conflictividad social de Punta Alta. Muchas más se desarrollaron a lo largo de los siglos XX y XXI, en distintos sectores del quehacer económico local y con diferentes motivaciones.

En lo inmediato, hay que remarcar que esta medida no sirvió para mejorar la vida de los trabajadores, que entre el 21 de mayo y el 17 de junio de 1914 volvieron a la huelga en reclamo por salarios: la reducción de la jornada de 10 horas, por las cuales cobraban $3, al reducirse a 9 horas,  implicaba cobrar $2,70. Esto afectó a una parte del personal, por lo que 800 personas pararon sus actividades.

Respecto a los protagonistas de las jornadas de septiembre y octubre de 1913, de algunos se conoce el destino y de otros no. No sabemos nada de Tatti, Perano, García,Vergara y otros obreros que animaron las asambleas. De Florentino Giribaldi (1888–1965) se conoce que siguió como dirigente de la FORA y tuvo actuación importante en el IX Congreso de esa entidad obrera en 1915[100]. En cuanto al ingeniero Gay, se sabe que volvió a Francia apenas paralizadas las obras en Arroyo Pareja en agosto de 1914, a raíz de la I Guerra Mundial.

Como puede apreciarse, no se puede romantizar una época de “Progreso”, donde había ocupación y el país era el “granero del mundo”. Antes bien, existieron en esos años grandes contradicciones y desigualdades que desembocaron en una creciente conflictividad social que atravesó la historia argentina. Como expresa el historiador económico Fernando Rocchi, en 1913 Argentina tenía un índice de Gini de 0,491, un coeficiente muy elevado, propio de una economía cuya desigualdad parece haber sido fruto de una expansión económica demasiado acelerada[101]. Recordemos que el índice Gini mide desigualdad económica, distribución de ingresos o riqueza; es una escala que varía de 0 (igualdad) a 1 (desigualdad). Con ojos de hoy, parece imposible jornadas de 10 horas, trabajo a destajo, y los fines de semana. En este contexto, los trabajadores articularon acciones tendientes a la protesta y la acción directa, cuya efectividad era variable y no siempre a favor del proletariado. Conspiraban contra ellas la división del movimiento obrero y los diferentes orígenes de los mismos trabajadores.

La huelga de 1913 en Arroyo Pareja muestra que muchas de las grandes obras que se aprecian en nuestra ciudad fueron construidas con el sudor de obreros y no sin conflictos. En definitiva, como dijo Walter Benjamin: “Pues todo eso debe su existencia no tan sólo al esfuerzo de aquellos grandes genios que lo han ido creando, sino también –en mayor o menor grado– a la esclavitud anónima de sus contemporáneos. No hay ningún documento de cultura que no sea al tiempo documento de barbarie”[102]

Texto e investigación: Lic. Gustavo Chalier y Prof. Romina Amarfil.

Fuentes:

Hemerografía

  • Bahía Blanca, Bahía Blanca.
  • El Censor, Bahía Blanca.
  • El Civismo, Bahía Blanca.
  • Hoja del Pueblo, Bahía Blanca.
  • La Nueva Provincia, Bahía Blanca.
  • La Protesta, Buenos Aires.
  • La Semana Comercial Bahía Blanca.
  • La Vanguardia, Buenos Aires.
  • Nueva Época, Bahía Blanca.
  • Tierra y Libertad, Barcelona.

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Citas:

[1] Andreassi Cieri, Alejandro: “Inmigración y huelga Argentina, 1900-1920”, en Ayer, Nº 4, 1991, pp. 117-145.

[2] Eduard Bernstein (1850-1832) fue un político alemán, que revisó las teorías de Karl Marx y fue uno de los fundadores la socialdemocracia (ideología política, social y económica, que promueve la intervención del Estado   en el marco de la economía y la sociedad a fin de promover mayor equidad económica y social, sin romper con la economía capitalista).

[3] Estas dos palabras provienen del griego: a=sin; kratos= autoridad, gobierno.

[4] Que defiende la libertad absoluta y, por lo tanto, la supresión de todo gobierno y de toda ley (Diccionario de la RAE).

[5] Bakunin, Mijail: Federalismo, socialismo y antiteologismo. Cartas sobre el patriotismo, Valencia, Casa Editorial F. Sempere y Comp., s/f. p. 49

[6]  Elgorriaga, Leonardo: “La influencia de Antonio Pellicer Paraire en la creación de la primera federación obrera de la Argentina la Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A.)”, en Manuela Aroca Mohedano (coord.): Internacionalismo obreroexperiencias del sindicalismo internacional (1888-1986) , Madrid, Editorial Fundación Francisco Largo Caballero, 2019, p.100.

[7] Bilsky, Edgardo: La F.O.R.A. y el movimiento obrero (1900-1910), vol. I, Buenos Aires, CEAL, 1985, p. 20.

[8] Elorriaga, op. cit., p. 104

[9]  González, E. M.: La FORA. El anarquismo en el movimiento obrero argentino. Buenos Aires,  Libertad, 2006, P.22.

[10] Bialet Massé, Juan: Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República Argentina, T. II, Buenos Aires, Ed. Adolfo Grau, 1904, pp. 81 y 82.

[11] Ídem. p. 82.

[12] Abad de Santillán, Diego: La F. O. R. A.: ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Proyección, 1971, pp. 226, 232 y 247.

[13]  Cfr. Cappelleti, Ángel: “Anarquismo latinoamericano”, en Rama, Carlos y  Cappelletti, Ángel: El Anarquismo en América Latina, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1990,  p. XXVII

[14] Chalier, Gustavo. “Historia, poder e identidad: En torno de la fecha fundacional de Punta Alta”, en Cuadernos del Sur, Nº 37, 2008, pp. 51-68.

[15] Cfr. Cimatti, Roberto: “La Federación Obrera Regional Bahía Blanca. Los socialistas y el movimiento obrero bahiense (1919-1921)”, en XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Tucumán, San Miguel de Tucumán, 2007, p.3

[16] Barjot, Dominique: “L’innovation dans les travaux publics (XlXe-XXe siècles)”, en Histoire, économie et société, Volúmen 6, Nº  2, 1987 p.214 y  “Les grandes entreprises européennes de travaux publics face au marché international (1880-1914)”, en Histoire, économie et société,  Volúmen 14, Nº 2, 1995p. 369 y Park-Barjot, Rang-Ri: La société de construction des Batignolles: Des origines à la première Guerre mondiale (1846-1914) Paris, Presses de l’Université Paris-Sorbonne, 2005.p. 262

[17]  La Semana Comercial, 13 de abril de 1912, p. 1

[18]  La Semana Comercial, 9 de septiembre de 1911, p. 1

[19] Cfr. Chalier, Gustavo y Rohou, Bruno: “Los cajones de la memoria: testimonio físico de la construcción del puerto de Arroyo Pareja”, en IV Coloquio Internacional Franco Argentino sobre Patrimonio Cultural Portuario, julio de 2019, Buenos Aires, Argentina

[20] Labansat, Sylvie: “Horizons changeants”, 2009, p.  1 (https://archives.essonne.fr/ark:/28047/g327z6hwtv91/9fe528b6-aec2-4f34-b3d4-fd049c439e06 )

[21] Belkin, Alejandro: “La huelga general de 1913: crisis económica, represión estatal y división del movimiento obrero”, en Colección Vol. 32, Nº. 2, mayo-octubre 2021, p. 167.

[22] Cfr. Cernadas, Mabel y Orbe, Patricia: “Diarios bahienses en perspectiva: idas y vueltas en búsqueda de la pluralidad”, en Cernadas, Mabel y Orbe, Patricia (comp.): Itinerarios de la prensa Cultura política y representaciones en Bahía Blanca durante el siglo XX, Bahía Blanca, Edisur, 2013, p.28.

[23] La Colección digital de  La Vanguardia se halla alojada en la página del Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI):   https://cehti.org/la-vanguardia/

[24] La Colección digital de  La Protesta se encuentra alojada en el portal América Lee del sitio del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas  (CeDInCI ) : https://americalee.cedinci.org/la-protesta-octubre-1913/

[25] Arbitrage entre la Compagnie du Port Commercial de Bahía Blanca et la Régie Générale de Chemins de Fer et Travaux Publics. Premier mémoire pour la Compagnie du Port Commercial de Bahía Blanca. Exposé de faits depuis la formation de la Compagnie jusqu’à l’abandon des chantiers par la Régie Générale, Paris, Imprimerie Paul Dupont, 1916, p. 54.

[26] Cfr. Compagnie Française des Chemins de Fer de l’Ino-Chine et du Yunnan. Societé de Construction de Chemins de Fer Indo-Chinois: Le chemin de fer de Yunnan, Paris, Imp. Goury, 1910.

[27] La Nueva Provincia, 24 de septiembre de 1913, p. 1

[28] La Vanguardia, 29 y 30 de septiembre, p 4.

[29] Es difícil saber exactamente la equivalencia de ese salario, pero a modo ilustrativo, se puede constatar que en 1913 el kilo de pan de primera costaba (en Buenos Aires) $0,28 y el de segunda calidad, $0,22; un litro de leche costaba $0,16; el kilo de carne vacuna $0,37; el litro de vino se vendía a $0,31 (Cfr. Ferraras, Norberto: “Evolución de los principales consumos obreros en Buenos Aires, 1,880-1920”, en Ciclos, Año XI, Vol. XI, N° 22, 2º semestre de 2001, pp. 157-180. En cuanto a la ropa, según los avisos de diferentes comercios bahienses en 1913, un traje costaba $19, una camiseta $1,60 y $0,90 un calzoncillo.

[30] Nueva Época, 4 de octubre de 1913, p.3

[31] Nueva Época, 4 de octubre de 1913, p.3

[32] La Protesta, 27 de septiembre de 1913, p.5

[33] “Carnero” o menos frecuente “esquirol”, es el trabajador que no se adhiere a una huelga.

[34] La Nueva Provincia, 4 de octubre de 1913, p. 1

[35] La Protesta, 1º de octubre de 1913, p.5

[36] Giribaldi había estado unos meses antes en Bahía Blanca, Ingeniero White y Punta Alta, en compañía de Miguel Solano y el poeta lírico Martín Castro, a fin de brindar una serie de recitales, charlas y conferencias con motivo del 1º de Mayo. El 30 de abril de 1913, a la noche, se celebró en Punta Alta una velada teatral y conferencia a cargo de Giribaldi (Cfr. Tierra y Libertad, 9 de Julio de 1913, s/p).

[37]   La Protesta, 28 de septiembre de 1913, p.5

[38] La Protesta, 30 de septiembre de 1913, p.5

[39] Nueva Época, 11 de octubre de 1913, p. 3.

[40] La Nueva Provincia, 1º de octubre de 1913, p. 1

[41] La Protesta, 27 de septiembre de 1913, p.5 y 6

[42] Nueva Época, 4 de octubre de 1913, p.3

[43] La Protesta, 27 de septiembre de 1913, p.5

[44] “Sin fundamento alguno, la policía niega a los obreros el permiso para reunirse” La Vanguardia, 4 de octubre de 1913, p. 2

[45]  Los trabajos del Dique Nº 2 se iniciaron a comienzos de 1912, bajo la Dirección General primero del ingeniero Luis Huergo y luego del ingeniero Arturo Grieben, ambos personal técnico del Ministerio de Obras Públicas de la Nación. Las obras fueron inauguradas el 17 de mayo de 1917, con la entrada a dique del acorazado Moreno.

[46] La Vanguardia, 4 de octubre de 1913, p.4.

[47] La Protesta, 2 de octubre de 1913, p.5

[48]  La Protesta, 2 de octubre de 1913, p.5

[49] La Protesta, 2 de octubre de 1913, p.5

[50] La Vanguardia, 24 de octubre de 1913, p. 2.

[51] La Protesta, 2 de octubre de 1913, p.5

[52] La Protesta, 7 de octubre de 1913, p.5

[53]  A principios de siglo, obraban en Bahía Blanca y su zona una serie de circunstancias que atentaban contra la solidaridad de los trabajadores: la excesiva oferta de mano de obra y su demanda restringida. Estas situaciones fueron estimuladas por la Unión Protectora del Trabajo Libre. Creada en 1905, su comisión local estuvo presidida por más de cuatro décadas por el superintendente de tráfico del Ferrocarril del Sud, Arturo Coleman y reunía a representantes de las principales empresas vinculadas al quehacer portuario. Su objetivo era neutralizar las huelgas y sus obreros afiliados lograban una cierta ayuda asistencial a cambio de no participar en medidas de fuerza (Cfr. Caviglia, María Jorgelina: Ingeniero White. La huelga de 1907, Ingeniero White, Ediciones de la Cocina del Museo del Puerto, 1993, p.14).

[54] La Protesta, 4 de octubre de 1913, p.3

[55] La Protesta, 9 de octubre de 1913, p.4

[56] La Protesta, 10 de octubre de 1913, p.4

[57] La Vanguardia, 6 y 7 de octubre de 1913, p. 1

[58] La Protesta, 7 de octubre de 1913, p.5.

[59] La Vanguardia, 6 y 7 de octubre de 1913, p. 3. No obstante que su visita no resultó lo esperado, Repetto pudo visitar Puerto Militar y el Arsenal y entrevistarse con los obreros allí presentes.

[60] La Protesta, 9 de octubre de 1913, p.4

[61] La Nueva Provincia, 4 de octubre de 1913, p. 1

[62] El Censor, 11 de octubre de 1913, p. 4

[63]   La Protesta, 12 de octubre de 1913, p.5

[64] La Vanguardia, 13 y 14 de octubre de 1913, p. 2

[65] La Nueva Provincia, 12 de octubre de 1913, p. 1

[66] La Nueva Provincia, 12 de octubre de 1913, p. 1 La Vanguardia da como fallecido al agente Amado (cfr.  La Vanguardia, 12 y 13 de octubre de 1913, p. 2), pero La Nueva Provincia desmintió la noticia al decir que se trataba de un rumor (Cfr. La Nueva Provincia, 14 de octubre de 1913, p. 1)

[67] El Civismo, 13 de octubre de 1913, p. 1

[68] La Protesta, 15 de octubre de 1913, p.1.

[69] La Protesta, 17 de octubre de 1913, p.3.

[70] Bahía Blanca, 15 de octubre de 1913, p. 1

[71] El Censor, 14 de octubre de 1913, p. 1

[72] Hoja del Pueblo, 15 de octubre de 1913, p.1

[73] El Civismo, 13 de octubre de 1913, p. 1

[74] La Protesta, 15 de octubre de 1913, p.1.

[75] La Nueva Provincia, 14 de octubre de 1913, p. 1

[76] La Nueva Provincia, 14 de octubre de 1913, p. 1

[77]  El Censor, 14 de octubre de 1913, p.1

[78] Hoja del Pueblo, 15 de octubre de 1913, p.1

[79] La Protesta, 15 de octubre de 1913, p,1.  Los obreros querían que el lechero desatase el caballo del carro, a fin de no repartir la leche.

[80] La Protesta, 16 de octubre de 1913, p,1.

[81] La Nueva Provincia, 15 de octubre de 1913, p. 1

[82] La Nueva Provincia, 17 de octubre de 1913, p. 1

[83] La Nueva Provincia, 18 de octubre de 1913, p. 1

[84] La Nueva Provincia, 19 de octubre de 1913, p. 1

[85] La Nueva Provincia, 19 de octubre de 1913, p. 1

[86] Nueva Época, 22 de octubre de 1913, p. 1

[87] La Protesta, 27 de septiembre de 1913, p.5

[88] La Protesta, 22 de octubre de 1913, p.3

[89] La Protesta, 22 de octubre de 1913, p.3

[90] Belkin, Alejandro: “La huelga general de 1913: crisis económica, represión estatal y división del movimiento obrero”, en Colección Vol. 32, Nº. 2, mayo-octubre 2021, p. 184.

[91] Idem. P.186.

[92] La Nueva Provincia, 25 de octubre de 1913, p. 6

[93] La Vanguardia, 24 de octubre de 1913, p. 2.

[94] El Censor, 13 de octubre de 1913, p.1

[95] El Censor, 22 de octubre de 1913, p.1

[96] Nueva Época, 22 de octubre de 1913, p. 1

[97] Hoja del Pueblo, 15 de octubre de 1913, p.1

[98] [98] Hoja del Pueblo, 12 de octubre de 1913, p.1

[99] El Civismo, 24 de septiembre de 1913, p 4.

[100] Manuli, Matín: “¿Unidos o dominados? Los anarquistas en los Congresos de Fusión (Argentina, 1907-1910), en Trabajadores., Año I, Nº 1, primer semestre de 2011, p. 112

[101] Rocchi, Fernando: “Una expansión desigual. Los cambios en el consumo argentino, desde principios del siglo XX hasta la década de 1940”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Nº 53 (julio-diciembre, 2020) p.232. 

[102] Benjamin, Walter: “Tesis de Filosofía de la Historia” en Benjamin, Walter: Angelus Novus, Barcelona, EDHASA, 1971, p. 81.

La Gran Huelga de 1913 en Arroyo Pareja.

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