En 1950 durante la Intendencia de Francisco Gutiérrez, se rindió un justo homenaje a los primeros pobladores. La Municipalidad erigió en la entrada principal del Cementerio un monumento alegórico a aquellos que forjaron y lucharon enérgicamente por nuestra ciudad.
Siempre fue muy común creer que antes de la creación del Puerto Militar, no existían asentamientos en esta zona. Pero lo cierto es que antes de 1885 varias familias indígenas establecieron su campamento, entre ellos estaban los Linares, que acampaban en lo que sería hoy la VII Batería; los Ancalao, en Ciudad Atlántida; los Antenao, situados en el campo Santamarina; frente a lo que en la actualidad se conoce como Polvorines se encontraba el solitario Pinto. Todos éstos vivían en construcciones precarias realizadas con cuero, paja o adobe.
Posterior a ellos llega el hombre blanco, representado por Felipa Araque, José Nardini y José Sardi. Estos últimos, emplazados en el actual Barrio del Castillo, se dedicaban a la cría de ovejas y equinos, actividad también desempeñada por Félix Zelaye, Manuel Díaz, Marcelina Cruz, entre otros.
No obstante, iniciadas las obras de defensa del puerto militar y junto a la llegada del ferrocarril, arribó a la zona numerosa cantidad de obreros, de los cuales gran parte se estableció con sus familias en las inmediaciones del lugar, conformando una pequeña población con casas modestas que se fueron expandiendo rápidamente. A ésta agrupación de viviendas siguió la instalación de comercios y el desarrollo de las actividades primarias, logrando gestar un sentimiento de arraigo hacia el lugar que fue creciendo con el impulso y sacrificio de aquellos primeros pobladores que consideraron a Punta Alta como suya.
Fuente:
*Crespi Valls, Antonio: “Gran Álbum de Punta Alta”. Edit. Sureña. 1941.
*Rodríguez, José: ” Revista-Álbum: Punta Alta Ayer y Hoy”, 1931.

