La construcción del Puerto Militar, actual Base Naval Puerto Belgrano[1] fue consecuencia de una decisión estratégica del Estado argentino que se vincula muy estrechamente con ciertas concepciones geopolíticas internacionales de fines del siglo XIX, que ponían el acento en la importancia del poder naval para el desarrollo de las naciones con importantes litorales marítimos.

A esto se le sumó la coyuntura preocupante de la posibilidad de un enfrentamiento armado con Chile debido a cuestiones relacionadas con el trazado de los límites fronterizos.

El gobierno nacional se dispuso a aumentar, equipar y modernizar la flota de la Armada, con la incorporación de los grandes acorazados Garibaldi, San Martín, Belgrano y Pueyrredón, construidos expresamente en Italia. Dado que no existían en el país instalaciones capacees de reparar y albergar buques de ese tamaño, el gobierno envió al Congreso un proyecto de construcción de un dique de carena de gran envergadura, para limpiar y reparar dichas naves. Pronto, fue ganando cada vez más fuerza y consenso la idea de construir un puerto militar de aguas profundas, con más dependencias y potencialidades bélicas, en respuesta a la guerra que se avecinaba. No obstante, no hubo unidad de pareceres con respecto a la ubicación geográfica de dicho complejo naval, abriéndose una discusión que acabó por dividir a la oficialidad en dos grupos. Por un lado estaban los sostenedores de la idea de localizar al puerto en cercanías del Río de la Plata, ya sea en Buenos Aires o La Plata, y por otro lado estaban los partidarios de buscar otro sitio, alejado del estuario y con mayores ventajas desde lo estratégico e incluso geográfico.

En este último grupo, integrado por los oficiales más jóvenes, se encontraba el teniente de navío Félix Dufourq, quien participó, en 1895, en el certamen anual del Centro Naval, obteniendo el primer lugar.[2]

Su tesis, producto de un meticuloso análisis, sostenía y fundamentaba ampliamente la idea de que el puerto debía emplazarse en las proximidades de la bahía Blanca, más precisamente en el tradicional fondeadero de Puerto Belgrano.

Desestimaba por completo la postura de construirlo en el Río de la Plata, apoyándose en elementos técnicos, como la poca profundidad del río y sus canales de navegación. En contrapartida, afirmaba, en base a sus anteriores estudios hidrográficos[3], que la bahía Blanca, además de presentar facilidades en el acceso, contaba con excelentes condiciones de defensa ante posibles ataques y posibilitaría el desarrollo de poblaciones nuevas.

Finalmente la tesis de Dufourq, ya premiada, fue muy bien recibida por el Ministro de Guerra y Marina ingeniero Guillermo Villanueva, quien la elevó a consideración del Presidente de la Nación.

De esta manera, ya tomada la decisión de construir un puerto en vez de sólo un dique de carena, comenzaron las primeras gestiones ante el rey de Italia Humberto I para contratar a algún ingeniero especializado y experimentado en obras navales.

A principios de 1896 se conoció el nombramiento del ingeniero civil Luigi Luiggi, un prestigioso profesional oriundo de Génova quien, según el contrato, debía estudiar y analizar la posibilidad de emplazar el puerto militar en Puerto Belgrano y buscar otros sitios eventualmente más aptos.

Así, a fines de febrero llegó Luiggi a Bahía Blanca e inmediatamente comenzó su tarea, recorriendo toda la extensión del litoral marítimo argentino. Finalmente, elevó al ministro Villanueva el informe preliminar donde afirmaba, y coincidía con Dufourq, que el lugar más apropiado para localizar el complejo portuario era Puerto Belgrano, asistiéndole ventajas de índole técnica, estratégica y económica.

Respetando dicho informe el Presidente de la Nación Dr. José Evaristo Uriburu envió al Congreso un proyecto de ley para la creación de un puerto militar, el primero del país. En sesión secreta, el 30 de noviembre de 1896 la ley fue aprobada.[4]

Para ese entonces Luiggi ya había bosquejado los lineamientos generales del plan de obra, que incluía un fondeadero, provisto de muertos y balizas para los buques allí amarrados; un arsenal naval, con diques de carena de profunda entrada, y amplios talleres para las reparaciones necesarias de sus componentes; depósitos para armas, municiones, carbón, víveres y agua potable; un hospital naval, edificios para la comandancia y oficinas, viviendas para el personal militar y sus familiares, y para el personal civil y sus familiares; y por último fortificaciones para proteger la entrada del puerto. Estas obras estarían incluidas en una primera etapa, mientras que la segunda estaría compuesta por obras de ampliación de las ya existentes, de acuerdo a las nuevas necesidades y dando funcionalidad y comodidad al puerto. Finalmente se consideraba la ejecución de una tercera etapa, con obras complementarias de defensa, requeridas por la natural modernización de los medios y variación en la concepción de la operatividad de la Flota de Mar.

Durante 1897 lentamente comenzaron, en medio de subsistentes detracciones capitalinas sobre la elección del lugar, los primeros estudios y trabajos preliminares del complejo militar. El trazado de la línea telegráfica estratégica estuvo a cargo del capitán de fragata Eugenio Laroux; los planos generales y la ubicación de las baterías de defensa a cargo del ingeniero mayor de Artillería de Costas J. B. Villavecchia; el estudio del proyecto ejecutivo del arsenal y sus dependencias conducidos por el ingeniero Antonio Piaggio; las tareas de mensura y jalonamiento en manos de los agrimensores Musso y Aliotti y, finalmente, los estudios del tendido de la línea del ferrocarril entre la estación Grünbein y Punta Alta a cargo del ingeniero Carlos Malmen, del Ferrocarril del Sud.[5]

Los trabajos comenzaron a desarrollarse casi en simultáneo en tres sectores: Punta Alta, donde se construían el dique de carena, los muelles y arsenales; Arroyo Pareja, asiento principal de los materiales, y Punta Sin Nombre, sitio de emplazamiento de las baterías. El ritmo de obra inicialmente no fue acelerado, debido a problemas de financiación por parte del estado como así también a los inconvenientes en la provisión de los materiales, que hasta la llegada del ferrocarril se llevó a cabo por vía marítima desde Bahía Blanca hasta el citado Arroyo Pareja.

Recién en junio de 1898 se consiguió dar inicio a los trabajos de tendido del denominado “ferrocarril estratégico”, a cargo de la empresa inglesa del Ferrocarril del Sud, uniendo Bahía Blanca y el arsenal del Puerto Militar (estación Punta Alta) con ramales a Arroyo Pareja y Punta Sin Nombre, lo que permitió el incremento del flujo de las comunicaciones y provisiones de materiales hacia los distintos sectores donde se proyectaban llevar a delante distintos trabajos que formaban parte del proyecto general.

Otro factor que contribuyó, a principios de 1898, a acelerar el ritmo de los trabajos fue el recrudecimiento del conflicto con el país transandino, que hizo absolutamente urgente el adelanto de las obras, pues la guerra parecía inminente.

El 18 de abril, mediante un decreto del Poder Ejecutivo, se adjudicaron la gran mayoría de los trabajos a la empresa de capitales holandeses Dirks, Dates y Van Hattem. Las laboras comprendían  la construcción de un dique seco, un antepuerto y un canal de entrada, a los que luego se le sumarían las baterías de Punta Sin Nombre.

La oferta de dicha firma era la que más se ajustaba, en cuanto a costos y plazos de tiempo, a los pliegos de condiciones de adjudicación de obra, superando a otras cuatro empresas, también extranjeras, como Schneider, de Francia; S. Pearson Sons Lit. y Walker y Ca. Lit., de Inglaterra; y Marquez Luigi, de Italia. [6]

El 12 de mayo de 1898 se firmó un acta de compromiso entre el ingeniero Luiggi y los empresarios adjudicatarios dando comienzo a los trabajos, los cuales una semana después, el 19, se inauguraron oficialmente con una sencilla ceremonia que incluyó la visita al lugar de importantes funcionarios provinciales y nacionales. A partir de allí, los mismos serían realizados prácticamente sin pausa, hasta la finalización de las obras incluidas en la primera etapa, el 8 de marzo de 1902, con la inauguración del dique de carena por parte del presidente de la Nación Julio A. Roca, a bordo del acorazado Garibaldi.

A lo largo de los años, Luggi hizo y rehízo planos y proyectos, en virtud de las limitaciones financieras del Estado.[7] El 31 de marzo de 1905, Luiggi se desvinculó en forma definitiva de las obras dejando el Puerto Militar con su infraestructura básica en funcionamiento.

Las obras que restaban (el dique Nº 2, ampliaciones sucesivas de instalaciones y dependencias del Arsenal, nuevos barrios de vivienda, etc.) fueron construidas a lo largo del siglo XX conforme evolucionaban las necesidades operativas de la Armada.[8]

 

Notas

 

[1] El Puerto Militar recién en 1923 pasó a llamarse Puerto Belgrano, en homenaje al bergantín General Belgrano que en 1824 y al mando del capitán Francisco Seguí recorrió la zona con el fin de practicar un minucioso relevamiento de las costas y el fondo del apostadero. A partir de allí éste pasó a denominarse Pozos o Sonda del Belgrano, luego Puerto (del) Belgrano.

[2] Chalier, Gustavo: “Capitán Félix Dufourq: la menta tras las obras”, en revista El Archivo, Nº 24, octubre de 2010

[3] Dufourq había formado parte de la Comisión de Faros y Balizas que, a bordo de la cañonera Bermejo, en 1881 había recorrido toda la bahía realizando mediciones y relevamientos. Cfr. Martel, M. Fernanda; “Farola Monte Hermoso: el primer faro terrestre del litoral atlántico”, en revista El Archivo, Nº 5, diciembre de 2002

[4] Desde 1943 se recuerda a dicha fecha como el día de la fundación de la Base Naval Puerto Belgrano.

[5] Oyarzábal , Guillermo Andrés; Argentina hacia el sur. Construcción social y utopía en torno a la creación del primer Puerto Militar de la República (1895-1902), Buenos Aires, Instituto Nacional Browniano, 1999, pp. 64-5

[6] Oyarzábal, Guillermo Andrés; Argentina hacia el sur, pp. 91-2

[7] Luiggi había proyectado, entre otras obras, la construcción de tres diques de carena, uno de ellos con doble entrada: por la dársena de maniobras y por la que luego sería la futura dársena de hidroaviones. Cfr. Triadó, Enrique Juan: Historia de la Base Naval Puerto Belgrano, Buenos Aires,  Instituto de Publicaciones Navales, 199, p. 66.

[8]  Cfr. Chalier, Gustavo: “100 Años del Arsenal Naval Puerto Belgrano “, en revista El Archivo, Nº 13, mayo de 2005 y Chalier, Gustavo e Izarra, Luciano: Historia del Arsenal Naval Puerto Belgrano 1905-1960, Punta Alta, Archivo Histórico Municipal, 2014