El fenómeno inmigratorio en nuestra región -dinamizado por la construcción del Puerto Militar a finales del siglo XIX- también fue eco del proceso que se dio a nivel nacional con la prolongación de una política inmigratoria que se mantuvo a lo largo de varios años en la Argentina ya entrado el siglo XX. Con el movimiento portuario de Arroyo Pareja, la zona de Punta Alta se convirtió en un foco de gran movimiento comercial y social. Si sumamos al “crisol de provincias” que ya se tenía con la llegada de la inmigración interna de los aspirantes a la carrera militar en la Armada, la sociedad local, tenía un perfil federal con un dejo cosmopolita.

Españoles e italianos dejaron rápidamente su impronta a través de la creación de sus Sociedades de Socorros Mutuos, haciendo patente su gran presencia e integración en el tejido social de la ciudad.

Menos numerosa, la comunidad inmigrante judía fue otro grupo social que buscó su lugar y mantener su cultura y sus costumbres en nuestro medio, con una menor gravitación política con respecto a las otras colectividades mencionadas.

 

Inmigración Judía en la Argentina.

Hasta 1880, la inmigración judía en la Argentina era ínfima, generalmente eran hombres de negocios representantes de casas extranjeras y sus familias.  Fue un decreto del presidente Julio Argentino Roca, del 6 de agosto de 1881, el que abrió las puertas del país a los judíos. En él, se invitaba a los del Imperio Ruso a radicarse en la Argentina[1]. Sin embargo, ellos no consideraron en se momento que Argentina fuese un país particularmente apto para emigrar, en razón de su lejanía, sus diferencias culturales y el desconocimiento en general de sus condiciones económicas y sociales.

Pero años después, al agravarse la situación las comunidades judías de  Europa occidental decidieron promover la emigración de judíos de Europa oriental hacia la Argentina. El proyecto sería financiado por el filántropo barón Maurice Hirsch. Ya en 1888 llegaron las primeras ocho familias procedentes de Ucrania para radicarse en Santa Fe. Al año siguiente, un grupo de judíos rusos adquirió tierras en la provincia de Buenos Aires y en 1889 arribaron 120 familias (820 personas) en el vapor Wesser, lo que se considera el inicio de la inmigración judía organizada en la Argentina[2]. Fueron ellos quienes en 1890 fundaron Moisesville en Santa Fé, la primera colonia judía en Argentina.  En 1891, el barón Hirsch fundó la Jewish Colonization Association (JCA), para comprar tierras  y  organizar   las migraciones judías desde Europa Oriental. Entre sus objetivos figuraba “facilitar la emigración de los israelitas de los países de Europa y Asia, donde son perseguidos por leyes restrictivas especiales y donde están privados de los derechos políticos, hacia otras regiones donde puedan gozar de éstos”[3].  La JCA gestionó entre 1891 y 1896 la llegada al país de 10 mil judios de Rusia[4].

Los judíos del este y centro de Europa denominados ashkenazi, o asquenazíes, ingresaban a la Argentina como ciudadanos alemanes, rusos austríacos, polacos –a los que se les generalizaba con el término estereotípico de “rusos”, debido a la masiva inmigración procedente de la Rusia zarista entre 1910 y 1914- y como ciudadanos turcos, la rama de los sefaradí, o sefaradíes, provenientes de España, Marruecos, Siria y Líbano.

Si bien siguieron arribando judíos al país, una gran parte de ellos se radicó en Buenos Aires y las grandes ciudades en expansión de esos años. Por otra parte, ya la segunda generación de colonos judíos comenzaba a abandoner el campo para radicarse en medios urbanos, alentados por las mayores posibilidades que las ciudades ofrecían. En esto, los judíos no se diferenciaron de otras comunidades extranjeras mayoritarias en Argentina como italianos, españoles o alemanes, que prefirieron vivir y trabajar en la ciudad.

 

Los judíos en Bahía Blanca.

En Bahía Blanca, el 11 de septiembre de 1910 se crea la primera institución israelita, la Chevra Kedusha. La colectividad se organizó para “constituir una sociedad para inhumaciones a los asociados que fallecieran de acuerdo con las costumbres mosaicas”, tal cual reza en su acta número 1. Creado en 1912, hasta ese entonces las inhumaciones del rito judío se realizaban en la localidad de Médanos, que ya poseía su camposanto para 1905. La Chevra además del cementerio y su mantenimiento, estableció también su Sinagoga, la asamblea de oración, estudio y encuentro que guarda y custodia la Torá, su libro sagrado y a cuya cabeza se encuentra la guía espiritual de un rabino.

A nivel provincial, el Consejo Central de Educación Judía dependiente de la Asociación Mutual Israelita Argentina, bregaba porque las instituciones judías ampliaran sus funciones –hasta el entonces y durante la década de 1920 con funciones religiosas solamente- e incorporaran la educación para los niños judíos argentinos.

 

La Sociedad Israelita de Punta Alta.

En Punta Alta, con la intención de mantener viva la fe y las costumbres y constituir un lugar de encuentro, se fundó en noviembre de 1942 el Centro Cultural Israelita en calle Humberto I 551. Para 1950, según consta en la Guía del Partido de Coronel Rosales, la comisión directiva de dicha entidad estaba compuesta por:

Presidente: Ziskind Aizenberg; vicepresidente, Moisés Genkin; secretario, Enrique Gotfried; prosecretario, Adolfo Genkin; tesorero, Samuel Merenzón; protesorero, Manuel Seinhart; vocales, Julio Demb, David Finkechtein, David Gordon, Jaime Tujschnaider, Delfin Genkin y Julio Feller.

Reunión social de parte de la comunidad judía puntaltense, 1953. Foto de Leonardo Beder.

Allí se compartían las actividades religiosas y sociales, y donde también funcionaba la escuela, de gran importancia para la transmisión cultural, aprendizaje del idioma idish y la historia. Daniel Salman, recuerda que él concurría a ésa escuela:

“Nosotros para entrar a la escuela, pasábamos por el costado del escenario y veníamos atrás. La escuela era la Idish Shule, porque el idioma que se aprendía era el yiddish. El primer (libro) que tuvimos se llamaba “Florcitas”, “Blumenech”. Era un libro de la escuela primaria. Yo lo compraba ahí en la escuela. […]  Y yo al de primero no lo encontré y yo me acuerdo claramente las primeras letras, era por ejemplo, mamá era mame y papá era tate. Entonces era “Mame pape trink a mate”, que tomaban el mate. Ese tipo de cosas que yo no me olvido más. Las primeras oraciones que nosotros aprendíamos.”

Reunión en la Sociedad Israelita de calle Humberto I 551. Foto de Daniel Salman.

Olga Oblodiner agrega más recuerdos sobre la escuela:

“Ahí se aprendía el yiddish. El hebreo, hasta la creación del Estado de Israel, se consideraba una lengua muerta, ya que era usado solamente para el culto. El nuevo estado decidió que el hebreo (aparte de continuar como lengua sagrada) sería la lengua oficial. Una vez que se consolidó incluyendo vocablos actualizados en todos los ámbitos y comenzó a enseñarse en todas las escuelas. En Punta Alta la  escuela tenía una maestra o un maestro que se llamaban morá o moré. Según su sexo que enseñaban a escribir y a leer y se empezaba por el margen derecho por la derecha. Y nos contaban las historias de la Biblia adaptada según a nuestra edad. Durante muchos años hubo escuela hebrea. No sé cuándo terminó, realmente. Yo fui unos años.”

Los chicos judíos de Punta Alta concurrían a la escuela de la colectividad y también a las escuelas regulares. Daniel también era alumno de la Escuela Nº 2.

“Yo llegaba de mi casa de la otra, comía y me ponía el guardapolvo y todos me preguntaban por qué otra vez llevaba el guardapolvo blanco, porque yo iba a la otra escuela. El punto éste de reunión era un punto de reunión social, era un punto religioso y era un punto educativo. Como todas las comunidades judías, la educación es fundamental.”

Niños en la Schule de la Sociedad Israelita con la moré Rosita Goberman. Foto de Daniel Salman.
Rosita Goberman con los niños en la Schule de la Sociedad Israelita. Foto de Daniel Salman.

Muchos de los casamientos se hacían en el salón y el rabino oficiaba la ceremonia en hebreo. Las reuniones de la comunidad eran muy animadas, como las describe Olga Oblodiner:

“En el salón de Humberto Primo se hacían muchas reuniones, los viernes se celebraba el Kabalah Shabat, que quiere decir la bienvenida del sábado y donde íbamos los chicos y los grandes y se cantaba, y, se bailaba. Allí cantábamos y bailábamos en forma grupal y nos divertíamos mucho.”

Como personas destacadas dentro del grupo, se menciona a Gotfried –como un destacado orador- y Aisenberg. El primero poseía una joyería en calle Irigoyen y el segundo la sastrería New Hollywood de calle Humberto I.

“Era el centro social donde se reunían, se hacían los asados y donde también se hacían las ceremonias religiosas. Había un salón grande con un escenario y los asados se hacían atrás en un patio, no me acuerdo bien. Y a continuación de eso estaban las habitaciones donde una de ellas era mi aula.” Agrega Daniel.

 

Algunas historias familiares y destacados comercios.

El relato de Daniel Salman, nos lleva a la historia de su abuelo paterno, Isaac Salman que, como tantos otros, llegó desde Polonia a la Argentina escapando de la guerra y la persecución religiosa. Primero se instaló en La Pampa y se casó con su prima segunda, Hanna Rybka Salman, quien españolizó su nombre a Juana Rebecca. Su llegada a Punta Alta se debe al atractivo que generaba una ciudad que estaba en desarrollo:

“Mi viejo nació en 1930 y ya mis abuelos vivían en la calle Rosales. Pero antes de eso, mi abuelo para mí vino antes, mi abuelo debe haber venido en el veintipico acá a Punta Alta. Él tenía una bicicleta, tenía una máquina de cardar colchones. Había estado en Alpachiri (La Pampa) y en Médanos. Y había una denominación así en idish que eran los cuénteniks, que eran como los cuentapropistas que tenían una valijita y vendían y aparte mi abuelo hacía colchones. Cardaba la lana de los colchones cuando eran de lana. Y renovaba los colchones y las almohadas.”

Céduda de Isaac Salman 1929. Foto de Daniel Salman.
Cédula polaca de Hanna Salman 1927. Foto Daniel Salman.

Leonardo Beder, nos presenta la historia familiar, desde su abuelo paterno Jacobo Lis quien llegó a Punta Alta casi por casualidad desde la estación Sud del Ferrocarril de Bahía Blanca, hasta la estación de nuestra ciudad.

Quiso el destino que el viaje concluyera en la estación Solier de Punta Alta; donde, sin tener conciencia y sin saberlo inicialmente, se iba a desarrollar su vida hasta su muerte; la ciudad que le iba permitir que su familia volviera a unirse, donde iba a procrear a su hijo más pequeño (Juan), su grupo humano se iba a educar, se sentaría la base del mismo. Finalmente, traería de Polonia a sus dos hermanas, que vivirían y -haciendo un paralelismo, se casarían y desarrollarían económica y personalmente- todos siendo comerciantes y de tienda (tres, contando con la del abuelo que estaba en la calle Passo casi Rivadavia), donde hoy una empresa que pertenece a mi hermano y su familia está construyendo un edificio de departamentos.”

Jacobo también era cuénteniks y hablaba con sus pares el Idish, un dialecto que utilizaban los judíos ashkenazi para hacerse entender entre ellos sin ser comprendidos por los extraños. De su matrimonio con Celia nacieron cuatro hijos. Todos concurrieron a la Escuela Nº 99 –actual 23- y los dos varones viajaron a estudiar a la ciudad de La Plata recibiéndose Adolfo de ingeniero civil y el hermano menor, Juan de agrimensor. Así lo recuerda su sobrino:

“Quiero destacar a mi tío Abraham Lis -Adolfo-, ingeniero civil que debe haber proyectado en su época más del cincuenta por ciento de las casas en la ciudad, profesor en el colegio nacional de un sin número de alumnos les enseño los principios de la matemática; “el ruso” Lis; excelente persona muy particular e inteligente; diseñó sin cobrar un peso el colegio nacional actual y calculó la tribuna del club Rosario Puerto Belgrano; en el año 1963 la que tiene una oscilación normal que no puede ser rígida sino se quebraría, que le trajo un proceso judicial con una pericia determinante de la UNS que admitió que el cálculo era perfecto. Por ello, la justicia emitió una sentencia favorable a su persona. Los 57 años transcurridos sin una afectación y los cientos de aficionados que la usaron también ratifican su trabajo profesional.”

El matrimonio Lis y sus cuatro hijos, circa 1932. Foto de Leonardo Beder.

Los padres de Leonardo, Elías Beder y Esther Lis, se conocieron en una boda de un pariente en Bahía Blanca. Luego de un noviazgo a distancia de seis meses, se casaron en 1950 y se fueron a vivir al Chaco. Elías, nacido en Adolfo Alsina, provincia de Buenos Aires, se había mudado con su familia al Chaco donde habían prosperado, con su almacén de ramos generales y hacia allí se mudó con su esposa Esther, que era nativa puntaltense. Luego de nacer sus dos hijos, Leonardo y Mario la puntaltense añoraba su ciudad natal y así es como se trasladan hacia allí en 1958:

“Era mitad de año y nos instalamos unos meses en casa de mi abuelo Jacobo, en la calle de Passo y Rivadavia de ahí en más mi barrio y luego mis padres alquilaron un salón con una pequeña casa habitación en la parte trasera -Rivadavia 325-, y fundaron el primer negocio de Bazar y Menaje con todo lo que habían juntado de la venta de los bienes que poseían en el norte, que por cierto no era un monto considerable.”

Más adelante, fruto del esfuerzo y la habilidad comercial, pudieron comprar la propiedad de enfrente y construyeron la ferretería de Rivadavia 318. Detrás había una vivienda antigua, en la que se estableció la familia y a la que sumaron un galpón. El negocio poseía tres empleados.

El 10 de noviembre de 1964 se produjo un hecho que muchos puntaltenses tiene grabado en su memoria: el incendio de Casa Beder. A las 10 de la mañana, un empleado estaba envasando solvente en el galpón ubicado en el fondo del comercio, cuando al caerse la tapa del tambor del producto inflamable se produjo una chispa que dio inicio al incendio. “Quienes se encontraban en el interior del comercio, acudieron de inmediato al galpón procurando, con rudimentarios elementos, dominar el fuego que ya estaba alcanzando proporciones alarmantes.”

Leonardo da cuenta de lo que había en el mismo:

“Había en el patio de casa doscientas garrafas, tanques de doscientos litros de thinner, solvente, aguarrás, aceite de lino, kerosene y un galpón repleto de mercadería. Se quemó la totalidad de nuestra casa y el galpón, nos quedamos con lo puesto toda la familia. El fuego paró en la puerta del salón de venta gracias a la intervención de los bomberos de Punta Alta, Bahía Blanca, Ingeniero White y los bomberos de Base Naval de Puerto Belgrano. Esa noche dormimos en la casa de mis tíos en la calle Avellaneda frente a la terminal, luego alquilamos una casa en calle Brown al 1100, otro barrio, otros amigos, menos centro, voy a hacer nombres (y lógicamente me olvidaré de algunos) pero ahora vienen a mi mente las familias Ritchard, Nally (mi amigo Carlitos), Tomás, Lupi, Dignani; las frutas de las quintas, toda gente pura, buena gente.”

El resultado del incendio, calle Rivadavia 318, 1964. Foto de Leonardo Beder.

En la edición de La Nueva Provincia del día siguiente se destaca la labor de los bomberos – que sumaban un total de 69 de las cuatro dotaciones mencionadas-, además de informar que a raíz del combate del fuego, seis personas resultaron heridas entre personal de voluntarios, colaboradores y un menor de edad. Todos fueron atendidos en los hospitales de la Base Naval y de Punta Alta. Para atacar el fuego se utilizaron tres líneas por el frente y casas vecinas y otras seis atacaban las llamas desde el techo de la panadería ubicada en 25 de Mayo 531 y una casa vecina a ésta. Luego de una labor de casi tres horas, se evitó la explosión de más garrafas y se controló el incendio.

Se menciona también las pérdidas materiales que ascendían a 4 millones de pesos para la ferretería y los daños provocados por el fuego en el domicilio de Abraham Oblodiner, cuyo fondo lindaba con el del comercio. Aparentemente las llamas –que también alcanzaron dos dormitorios de la casa de familia del fondo- llegaron a tomar las cabriadas de un galpón, quemándose ropa y artefactos domésticos. La espectacularidad del hecho también la reflejaron algunos testigos que vieron “recipientes de pintura, garrafas y hasta tanques con capacidad de 500 litros, elevándose por el aire impelidos por las explosiones.”

La valentía de los Beder no se resintió y a pesar del duro golpe de la tragedia del siniestro, siguieron adelante reponiéndose de las pérdidas materiales y prosperar nuevamente. La ferretería de calle Rivadavia atendía a alrededor de doscientas personas por día. Ya en 1969 compraron el edificio donde entonces funcionaba “Casa Bargueño”, en la esquina de Roca e Irigoyen. La ferretería funcionó hasta 1975, ya que luego de sufrir un pre infarto en el local, Elías fue persuadido por Esther de vender el fondo de comercio, mantener el local y dedicarse a viajar con sus amistades.

Casa Beder en Roca esquina Irigoyen, circa 1970. Foto de Leonardo Beder.
La familia Beder (Mario Beder, Esther Lis, Elías Beder y Leonardo Beder), 1979. Foto de Leonardo Beder.

Los hijos comenzaron a asistir a la “Gloriosa Escuela Nº 1”, en palabras de Leonardo y posteriormente continuaron la secundaria en el Colegio Nacional.

“Mamá no nos dejaba arrimar al mostrador, teníamos que estudiar: Mario se recibió de ingeniero mecánico a los 22 años y yo de abogado a los 24 en la Universidad Nacional de La Plata.” Concluye.

Olga Oblodiner, relata la historia de su abuelo paterno, José Cohen que nació en Alepo, Siria. Llegó con varios amigos –judíos sefaradíes– a sus quince años a vivir a Buenos Aires. Su esposa, llegada de Rusia, vivió en la Capital Federal y se conoció con José allí mismo. Hablaban castellano entre ellos, porque no conocían el idioma del otro. José hablaba árabe y María, judía azkénazhi, ruso. La mamá de Olga nació en Ensenada y tiempo después vinieron a Bahía Blanca y luego de un problema familiar deciden venir a Punta Alta e instalar la tienda La Esperanza. Olga agrega algunos datos:

“Mi tía me contó que cuando tenía el negocio mi abuelo en la calle Humberto Primo -frente a donde estaba el Gambrinus-, también salía a vender, como cuentenic  a los pueblos cercanos. Iba con mercadería. Eso sí, me lo acuerdo porque mi abuela me contaba, que ella en la crisis del ´30 con telas de interlock  confeccionaba ,lo que más se vendía ,las camisetas y calzoncillos que ella cosía.”

Describe a su abuelo de la siguiente manera:

“Mi abuelo era… algo así como un personaje en el pueblo. En  el negocio siempre estaba vestido de traje y corbata. Y perfumado,  Y además él fumaba el narguile. En la tienda La Esperanza se vendían telas de todo tipo y de estación, para sábanas, toallas y fiesta. Mucha gente tenía cuenta para efectuar las compras. También poseía sección mercería y los probadores. La tienda tenía mercería, zapatería,  telas de todo tipo y la sección  que más nos fascinaba a los nietos era la dedicada al carnaval,  trajes , de payaso, de princesas de campesinas de españoles etc. En Punta Alta, no sé hasta qué año, se celebraba mucho el carnaval. Que era  una fiesta muy popular.”

Tenían empleadas –Olga recuerda a Piera Tondini- y don José estaba en la caja. Cuando sintió que necesitaba de ayuda, ofreció a sus hijas Sara y Gracia, ser socias. La Esperanza funcionó hasta 1980.

El matrimonio tuvo seis hijos entre los que se encontraba su mamá Gracia. Su tía Frida se casó y se fue a vivir a Bahía Blanca, con un integrante de la familia Moguillansky. Uno de los hermanos tenía una tienda al lado del Teatro Español y que según recuerda vendía juguetes.

“A mi mamá que le gustaba muchísimo estudiar, hizo la primaria, pero para hacer la secundaria no le permitieron porque tenía que viajar a Bahía. Y los dos últimos hermanos, los más chicos que era a quién llamaban Naque, mi tía, ellos ya estudiaron en la universidad. O sea, mis abuelos se iban adaptando a la época y les iban permitiendo estudiar. Y mi tía estudió medicina y se recibió en la UBA en Buenos Aires. Y mi tío estudiaba en la Tecnológica en Bahía.”

Olga Oblodiner cursó sus estudios primarios y secundarios en Punta Alta y se recibió de Licenciada en Letras en la UNS, actualmente vive en Buenos Aires.

José Cohen junto a la fuente de su casa en Villa del Mar con su narguile. Foto de Olga Oblodiner.

Procedentes de Rivera, Buenos Aires, llegaron Santiago Kobelinsky y su esposa Lola Willensky, fundaron la relojería La Esfera en 1932, aplicando los conocimientos adquiridos por el primero en una relojería de Bahía Blanca. Naum Simkin, hermano de Lola, vino desde Rivera a completar sus estudios aquí y se quedó con el matirmonio. Se empleó como cadete allí y recordaba:

“Yo de pantalón corto vine acá, en el ’39. Hacía las cosas propias de un cadete, que ayudaba acá y también estudié el secundario, en la Escuela de Comercio de Bahía Blanca; viajaba todos los días en ómnibus. Después me dediqué a la compostura de relojes y alhajas, aprendí acá.”

A mediados de la década de 1950 el matrimonio fundador se muda a la Capital, hogar de residencia de sus hijos y el negocio fue adquirido por Naum, junto con el inmueble. Se casó en 1958 con María Calich y tuvo dos hijos, Alejandro y Horacio.  Es el primero quien aprendió el oficio y se mantiene en la actualidad al frente de la joyería más antigua que tenemos en la ciudad.

“Yo estoy en el negocio desde que andaba en triciclo, prácticamente…Cuando estaba haciendo el secundario, a los dieciséis, ya arreglaba relojes. Estaban los bancos de trabajo y yo mirando y mirándolo a él siempre cómo arreglaba (a su padre) aprendí el oficio”.

Almacén de José Aisenberg en calle Rosales 658. Se puede apreciar la estrella de David, 1939. (AHM).

 

A modo de cierre

Con el paso de los años, los fallecimientos y la emigración de las familias hacia distintos destinos, el Centro Cultural Israelita cerró sus puertas. La ciudad de Bahía Blanca, por cercanía, se transformaría en el nuevo epicentro de la vida religiosa de los fieles de la colectividad. Quedan muy pocas en nuestro medio, pero en la memoria popular siguen estando los apellidos y algunos negocios que formaron parte del comercio local. La Sastrería New Hollywood de Aisenberg, la Mueblería Bahía Blanca de Fisman, la imprenta de Steingold y su periódico La Nueva Comuna, Garbus, Abovsky, Mendelberg, Pilovich, Szpigiel, Saltzman, Waiser… Apellidos enlazados con el comercio local, la Marina y un gran número de profesionales de nuestro Partido.

 

Por Prof. Guillermo Bertinat.

Fuentes:

Fuentes orales

Bertinat, Guillermo: “Entrevista a Simkin, Naum”, 28 de setiembre de 2004.

Bertinat, Guillermo: “Entrevista a Salman, Daniel”, 9 de octubre de 2018.

Bertinat, Guillermo: “Entrevista a Oblodiner, Olga”, 20 de octubre de 2020.

Bertinat, Guillermo: “Entrevista a Steingold, Eva”, 22 de octubre de 2020.

Bertinat, Guillermo: “Waiser, Gabriel”, 24 de octubre de 2020.

Bibliografía

  • El Regional, Punta Alta, 28 de noviembre y 18 de diciembre de 1942; 6 de febrero de 1947.
  • La Nueva Provincia, Bahia Blanca, 11 y 12 de noviembre de 1964; 6 de octubre de 1990.
  • Guía del Partido de Coronel Rosales, Punta Alta, 1950.
  • Beder, Leonardo, “Los Inmigrantes. Los Judíos en Punta Alta.”, Inédito, 2020.
  • Herszkowich, Enrique: Historia de la Comunidad Judía Argentina. Su aporte y participación en el país, Cuadernos del CELS, DAIA.
  • Klich, Ignacio: Árabes, judíos y árabes judíos en la Argentina en la primera mitad del novecientos, University of Westminster, 1995.
  • Tolcachier, Fabiana: “Del Barón de Hirsch a la trinchera: Identidades Migratorias y Espacio Urbano”, en XII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia, Facultad de Humanidades y Centro Regional Universitario Bariloche. Universidad Nacional del Comahue, San Carlos de Bariloche, 2009.
  • UCIAPA, Boletín Informativo Nº 18, Noviembre de 2004.
  • Zablotsky, Edgardo “El proyecto del barón de Hirsch. ¿éxito o fracaso?”, Universidad del CEMA, 2005 https://ucema.edu.ar/u/eez/Baron_Maurice_de_Hirsch/El_Proyecto_del_Baron_de_Hirsch._Exito_o_Fracaso/Documento_de_Trabajo_289.pdf

Citas:

[1] Esta medida se originó a raíz del recrudecimiento de los pogroms ( ataques físicos y contra los bienes de una comunidad ) contra judíos ocurridos en esa época en Rusia. Crf: Zablotsky, Edgardo “El proyecto del barón de Hirsch. ¿éxito o fracaso?”, Universidad del CEMA, 2005 , p.7 y 8. (https://ucema.edu.ar/u/eez/Baron_Maurice_de_Hirsch/El_Proyecto_del_Baron_de_Hirsch._Exito_o_Fracaso/Documento_de_Trabajo_289.pdf )

[2] Herszkowich, Enrique : Historia de la Comunidad Judía Argentina. Su aporte y participación en el país, Cuadernos del CELS, DAIA, p.26.

[3] Herszkowich, Enrique , p. 27.

[4] En esa época, el Imperio Ruso no comprendía solamente la actual Rusia, sino también a Ucrania, Polonia, Moldavia (llamada entonces Besarabia) y Bielorrusia.

 

La Comunidad Judía en Punta Alta.

5 pensamientos en “La Comunidad Judía en Punta Alta.

  • octubre 28, 2020 a las 5:28 pm
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    Hermoso artículo !!!
    Fe de erratas .Familia Waiser .
    Ni Weiser , ni Waisen …

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  • octubre 29, 2020 a las 4:37 pm
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    Gracias por el articulo, en las fotos que us pusieron están mis abuelos paternos Samuel y Guisa Genkin, mis tíos Moishe y su esposa Dora, y Julio Feler y su esposa Sofia . Ademas de la familia Garbus que tenían la tienda El Progreso de la que soy sobrina pues la Sra. Raquel Gandelsman de Garbus era hermana de mi mama.
    Me dio tanta alegría ver a todos en las fotos, yo vivo ahora en Canada y la emoción que me causa es increíble.

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  • octubre 30, 2020 a las 6:56 pm
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    Excelente Articulo,quiero contar una Anecdota sobre Beder ,su primer negocio estuvo ubicado casi enfrente de la Entonces Iglesia Vieja (Actual Colegio Estrada si no me equivoco) en la Parte de atras de la Iglesia se habia construido un local quiza no muy recordado(años 59/60) bajo el impulso del Capellan Naval Ibanez a cargo del Apostolado Naval, ese local estaba destinado para los marinos de Franco un local con cocina, sala de entretenimientos biblioteca etc ,incluso se habia construido una pista asfaltada en la que se llegaron a realizar bailes de carnaval amenizados por miembros de la Banda de Musica de la Base Naval,Beder tenia planificado su traslado a un local mas grande sobre Yrigoyen (que tuvo luego un siniestro con explosiones de garrafas),nos habia contado que lo habian ayudado para poder poner su negocio y que era la ultima ayuda que recibia de su comunidad , como le fue bien decidio mudarse y ampliarlo, como adquiriamos periodicamente en su negociose establecio una relacion de cercania,,cuando llego el momento de la mudanza nos pidio(y me incluyo) si lo podiamos ayudar,cosa que hicimos un fin de semana, por supuesto nuestro aporte era desinteresado , pero el nos regalo toda la vajilla, elementos de limpieza y todo lo que necesitabamos ¿ahi termino el tema? pasaron algunos años y cada vez que yo iba a su negocio le decia a su Señora “Ves a este hombre,es uno de los que nos ayudo en la Mudanza ,hacele precio” ¿Hace falta agregar algo mas para saber lo que era Beder como persona ?.

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  • noviembre 1, 2020 a las 12:11 pm
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    Iba a la ferretería Beder con mi familia , yo tendría 5 años y con cada compra la señora me regalaba un globo. Hará unos 20 años la ví, en Bahía Blanca y se emocionó mucho cuando le conté mi recuerdo.

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    • noviembre 5, 2022 a las 3:47 pm
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      Qué gratificante nota.!!! Soy Ana María Donato compañera de escuela de Olga Oblodiner quien me hizo conocer el Centro Judío de la calle Humberto al 500 y quedé impactada por su ascético ritual que me sedujo. Desde entonces me siento identificada con esa Comunidad. También soy Lic en Letras como Olga y Poeta , ya ex Profesora de la Universidad Nacional del Nordeste en Resistencia Chaco donde resido hace 50 años y donde formé mi familia y sigo activa a nivel Cultural.
      La comunidad judía eran los vecinos comerciantes y amigos de la sociedad puntaltense.Los recuerdo a todos.

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