La memoria, es la herramienta que nos trae aquellas vivencias, hechos y anécdotas, y que nos permiten reconstruir parte de su historia y de aquel asentamiento. El Archivo Oral que forma parte del Archivo Histórico Municipal de Punta Alta, ha podido registrar gran parte de esas voces y ya forman parte del acervo de la institución. Aquellos hijos del barrio, se convirtieron en profesionales, docentes y obreros que hoy son vecinos de la ciudad y que siempre recuerdan esa etapa de su historia, así como también el papel que jugaron sus padres y abuelos en mejorar las condiciones de vida de su entorno.

Los choques culturales, la conformación de la vecindad y de las amistades, el rol de la educación, los divertimentos de los más chicos y de los grandes con la organización de bailes; y hechos destacables como la creación de una cooperativa por parte de los italianos. Éstos son parte de los tópicos abordados y registrados en las entrevistas de historia oral que poseemos y que nos permite indagar y dar algunas respuestas a lo que no conocemos de éste barrio tan nombrado y que tanto resuena en las charlas de los memoriosos (y no tanto) de nuestro partido de Coronel Rosales.

Cuando hacemos referencia a los habitantes del barrio asentado dentro de la Base Naval Puerto Belgrano, llamado Puerto Rosales, debemos tener en consideración dos oleadas de asentamiento. En un primero momento, la Armada crea el barrio para dar vivienda a inmigrantes italianos (técnicos especializados) en 1947 y más tarde y en lo sucesivo, se asientan obreros civiles de los Talleres de la Base Naval y personal subalterno de la Armada. Estas familias echaron raíces, crearon lazos, convivieron y conformaron una identidad única que al día de hoy pervive y se manifiesta en las periódicas reuniones que mantienen aquellos que habitaron el “Barrio Puerto Rosales”.

Antecedentes y situación del espacio en la zona de Arroyo Pareja.

Vista parcial del plano de Puerto de Arroyo Pareja (actual Puerto Rosales) de 1931 donde se aprecia el Barrio del Ferrocarril Rosario Puerto Belgrano con todas sus dependencias y ubicado frente al balneario.

El inicio del proyecto del Puerto Comercial implicó la compra de parte de las tierras a los señores Ballesteros, Raggio Carneiro y Pedriel para la instalación de la parte operativa del puerto y zona auxiliar como edificios para usina, aduana, galpones, oficinas y viviendas para obreros y personal jerárquico. En 1919 el Ministerio de Hacienda autoriza a efectuar operaciones de carga y descarga en el muelle, constituyendo el inicio de la actividad comercial como un nuevo factor de progreso en dicha zona.[1] Posteriormente hacia 1922, la administración de los bienes portuarios fue responsabilidad de la compañía francesa Ferrocarril Rosario Puerto Belgrano.

Vista de Usina, deposito de materiales, Aduana y administración del Puerto Comercial de Arroyo Pareja, 1918. (Foto AGN)

Los terrenos aledaños con el correr de los años y el aumento de la actividad portuaria comenzaron a atraer obreros portuarios y de la Base Naval, pescadores y jornaleros que se asentaron y construyeron sus viviendas sin poseer autorización.

Imagen aérea del Puerto Comercial de Arroyo Pareja (actualmente Puerto Rosales) del 12 de septiembre de 1941. En ella se puede apreciar los dos sectores de asentamiento poblacional que se hace referencia en la nota: por una lado, la colonia ferroviaria (sector 1) y en la parte superior, el barrio Arroyo Pareja (sector 2).

De esta forma el espacio queda definido en dos sectores:

  1. La colonia ferroviaria, originada a partir del asentamiento de obreros y empleados del ferrocarril Rosario a Puerto Belgrano (Administrador del Puerto Comercial de Arroyo Pareja). Contaba con los servicios de electricidad (que la proveía la usina del puerto), agua y un balneario que era explotado en época estival.
  2. La zona del barrio Arroyo Pareja, conformado fuera de la zona de la empresa, donde se estima que para la década siguiente contaba con una población aproximada de ochocientas personas.[2]

Este barrio se extendía al norte de la colonia ferroviaria y cercana al brazo de mar, sin límites fijos. Compuesto por más de 90 viviendas (algunas de veraneantes y otras precarias) y contaba con comercios, hotel, una sociedad de fomento y un club de fútbol.

Adquisición del puerto y anexos.

El 31 de marzo de 1947 se firma el contrato de compra venta del puerto comercial entre el IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio) y Compañía del Puerto Comercial de Bahía Blanca (Arroyo Pareja). En abril de 1947 el Ministerio de Marina Argentino en cumplimiento de lo establecido por dicho contrato toma posesión del Puerto Comercial de Arroyo Pareja y sus anexos. Esto motivó que parte del personal que allí trabajaba fuera incorporado como empleados civiles de la Base Naval, mientras que el resto fue indemnizado por la empresa cesante.

Las noticias de la anexión de los bienes del puerto de Arroyo Pareja de capitales franceses –que anunciaba la toma de posesión de la zona como auxiliar a la Base Naval, destinada a la modernización de las instalaciones- comenzaron a hacer eco en la comunidad puntaltense. En su edición del 2 de abril de 1947, el Regional reflejaba: “Según informaciones extraoficiales, la oficialidad y tropa actualmente en Arroyo Pareja ha ocupado la casa que la Compañía posee y ya se han apostado guardias en el portón de acceso y en lugares estratégicos de toda la extensión de la línea divisoria con la población.” La información off the record señala una posible dotación de 200 marinos destinados al lugar bajo las órdenes del capitán Valiente. Ésta noticia “ha de ser recibida con alegría en nuestra ciudad y principalmente en la barriada obrera de Arroyo Pareja, que vive casi exclusivamente de los trabajos que emanan de la actividad de dicho puerto.” (El Regional, 7 de marzo de 1947)

A partir de la nacionalización de las tierras hubo una reconfiguración del espacio en el aspecto económico debido a que el puerto de Arroyo Pareja dejó de ser comercial al pasar a ser un puerto perteneciente a la Marina. Gran parte de la población emigró hacia la ciudad de Punta Alta o fuera de la ciudad en búsqueda de mejores perspectivas.

Un plan inmigratorio de mano de obra especializada.

Iniciada la primera presidencia de Juan Domingo Perón y dentro de la política de inmigración propuesta por Plan Quinquenal en 1947, el Poder Ejecutivo designó embajadas extraordinarias para llevar a cabo contratación de personal altamente especializado proveniente de Alemania e Italia, vale decir, las naciones vencidas de la Segunda Guerra Mundial. Dicha tarea buscaba dinamizar un plan estatal de desarrollo industrial para lo cual se crearían instituciones de formación e investigación.

El periódico local El Regional, en un artículo de su edición del 13 de diciembre de 1946 publicaba lo siguiente: “De acuerdo con los nuevos factores y exigencias económico-sociales que dominan el mundo de post-guerra, (sic) el gobierno de la Revolución Nacional, se ha visto precisado a rever y actualizar la ley de inmigración de vieja data, con noble aspiración de obtener el crecimiento de las poblaciones argentinas, mediante el nuevo aporte de valores humanos que contribuyan a su perfección.” Como resultado de esto, la Armada Argentina recibiría también su dotación de personal técnico en el contexto de posguerra. El 19 de febrero de 1947 se firma el Acuerdo de Inmigración con Italia, suscripto por el plenipotenciario Roberto Scilingo y el subsecretario de Inmigración Giuseppe Lupis. Entre los puntos que fueron discutidos, el gobierno italiano accedió a que Argentina adelantara el costo del pasaje, -80.000 Liras por persona- que luego los obreros inmigrantes reembolsarían al recibir sus salarios en nuestro país. Se esperaba que el primer contingente de 1000 italianos –en un primero momento se hablaba de 5000-, saldría de Génova en buques argentinos en el transcurso de marzo de ese año.[3] Pero razones de logística por parte del gobierno, como falta de transporte y dificultades en la organización del proyecto provocaron la dilación del esperado viaje.[4]

Éstas familias estaban destinadas Río Negro, Córdoba y a la Base Naval de Puerto Belgrano.

Se forma un nuevo barrio: Puerto Rosales.

Fragmento del plano del Puerto Comercial de Arroyo Pareja de la década de 1950, donde puede observarse la ubicación del nuevo barrio Puerto Rosales, ocupando parte del mismo sector de la Colonia Ferroviaria,frente al Balneario.

 Hecha efectiva la toma de posesión por parte de la Armada, a través del Decreto N° 5232/48, el Puerto de Arroyo Pareja es rebautizado como Puerto Rosales, en homenaje al héroe naval que da nombre al partido.

Para junio de 1947 comenzaron a llegar los inmigrantes italianos, que se establecerían en la zona urbana que pertenecía al antiguo puerto de Arroyo Pareja, ocupando algunas viviendas preexistentes de la compañía francesa y otras construidas expresamente. Nace así, el barrio Puerto Rosales.

La primera oleada de habitantes correspondió a técnicos navales (procedentes de Monfalcone), técnicos aeronáuticos (provenientes de Milán y que habían trabajado en la fábrica de aviones Savoia-Marchetti) y especialistas en torpedos (de Fiume, de la fábrica Whitehead) que llegaron con sus respectivas familias. El vapor “Santa Fe”, fue la embarcación que trajo el primer contingente, el 19 de junio de 1947. Fueron recibidos por el presidente Juan Domingo Perón en una ceremonia al día siguiente en el Hotel de Inmigrantes, congregándose la multitud de recién llegados en la plazoleta central. Acompañando al primer mandatario, el presidente del Banco Central Miguel Miranda, el embajador italiano Giustino Arpesani además de autoridades e invitados especiales. Parte de ese contingente de italianos que llegaron a nuestra zona llegó a bordo del buque “Santa Fe”.[5]

Vista aérea y destacado de la ubicación del Barrio Puerto Rosales.

Las familias que arribaron a nuestra zona lo hicieron a través del ferrocarril Roca y llegaron a la estación Grünbein (donde fueron recibidos por las autoridades civiles y militares de Bahía Blanca), para hacer un transbordo a otro tren que los llevó a la estación Puerto Belgrano. Desde allí fueron transportados en colectivos de la Armada hasta su destino, Arroyo Pareja, futuro barrio Puerto Rosales.

“El primer contingente, destinado a nuestra ciudad y zona inmediata, lo integran 12 matrimonios, 12 niños y un hombre soltero. Los doce jefes de familia, como también el connacional soltero, son técnicos poseedores de capacitación y aptitudes en diversas especialidades de aviación, formando parte todos ellos del núcleo de personas contratadas por nuestra Marina de Guerra, para desenvolver sus actividades en las dependencias afines de la Base Naval de Puerto Belgrano.

Los componentes de este primer grupo de inmigrantes son Emilio Bassetti, Eduardo Bizzi, Gino Marzola, Enzo Bassetti, Rodolfo Buzza, Antonio Delora, Orlando Chiarello, Raimundo Chiodi, Virgilio Cardoni, Carlos Tognoli, Franco Galli y José Luoni, todos con sus respectivas esposas e hijos.”[6]

Parte de los inmigrantes que llegaron a Grünbein.
Foto del diario El Atlantico, Bahía Blanca, 26 de junio de 1947.
Inmigrantes llegados a Puerto Belgrano socializando con militares.
Foto del diario El Atlantico, Bahía Blanca, 28 de junio de 1947.

A éstas crónicas detalladas de los recién llegados, se suman algunas notas de color:

“En el grupo de viajeros que llegó en la mañana de ayer a la Base Naval de Puerto Belgrano, se advirtió la presencia del más pequeño de los inmigrantes, el niñito Pietro Luoni. Además también se encontraba la niñita María Elisa Chiodi, que comparte con el primero el privilegio de infantilidad, pues solo cuenta dos años escasos de edad.”[7]

            La noticia del arribo a nuestra zona de los nuevos habitantes se mencionó en la edición de El Regional del 25 de junio de 1947: “BUENOS AIRES, 25: La noche de ayer y durante el día de hoy comenzaron a partir para el interior del país, los inmigrantes italianos llegados recientemente a bordo del vapor “Santa Fe”. […] Otro grupo de 50 obreros se trasladó esta tarde en dirección a Puerto Belgrano y de Punta de Indio (sic).”

A pesar de esto, su llegada a Puerto Belgrano se postergó debido a problemas a resolver en torno al alojamiento y a su gestión.[8]

Para alojar a los inmigrantes se dispuso la puesta en valor de 17 edificios que habían pertenecido a la empresa francesa y se ordenó la construcción de cinco galpones tipo “Quonset”[9] que servían para alojar a los hombres solos que llegaban sin su familia. Cuatro de ellos se usaron para alojamiento y el restante como comedor, con una capacidad para 240 personas.[10] Los galpones se habilitaron en septiembre de 1948, pero ante los requerimientos habitacionales se inició la construcción de cien casas prefabricadas que terminaron de construirse en agosto de 1949.

Barrio Puerto Rosales casa prefabricada tipo Lamadrid.
Vista de casa prefabricada del Barrio Puerto Rosales.

En 1950 se construyeron ocho viviendas económicas más y en 1951 se agregaron 70 casas de madera tipo Lamadrid. Éstas fueron construidas y armadas por una empresa contratada a través de una licitación por intermedio de la Administración Nacional de la Vivienda. Este tipo de vivienda eran construcciones de madera, de doble pared y material aislante, más habitaciones y dependencias.[11]

Barrio Puerto Rosales, zona de viviendas nomenclatura, 1969.

En las viviendas de la compañía, vivía el capitán Bernasconi, administrador del barrio y el suboficial mayor Estafeto era una suerte de encargado. Se cobraba un módico alquiler durante un período de ocho años y se incentivaba a los vecinos al cuidado de las viviendas que las mantenían y embellecían, siendo premiados por esta tarea.[12] El barrio poseía agua corriente y electricidad a través de un cableado subterráneo. El señor Mendizábal manejaba el suministro eléctrico y vivía allí también con su familia. Las cocinas eran a leña, lo mismo que la calefacción de las viviendas. El quebracho era traído a los vecinos por camiones de la Base Naval. El conjunto estaba rodeado por un alambre perimetral y lo cerraba un gran portón vigilado por dos policías de Base que controlarían el acceso de los habitantes. Las casas eran identificadas con numeración de casa 1 a 228. Posteriormente se agregaría el 1000, convirtiéndose de casa 1 a 1228.[13]

Portón de entrada al barrio Puerto Rosales. Es el antiguo portón de acceso a la Colonia Ferroviaria.

“Nosotros llegamos un día que hacía mucho viento, viento norte. No se veía nada y no había asfalto todavía, era todo arena. Desde la calle no se veía mi casa. Y te entraba la arena por todos lados. Hasta que construyeron el asfalto más o menos en el año ´51.” Recuerda Pablo Parovel, quien llegó con 7 años al barrio junto a sus padres, Ángel Parovel y Danila Pieri provenientes de Monfalcone. Su papá era trazador naval y había sido convocado junto a otros por la Marina Argentina, para trabajar en el astillero Río Santiago. Al no estar terminado (se fundaría en 1953), fue enviado por las autoridades a Puerto Rosales donde se asentó definitivamente. Para los chicos pudo suponer una gran aventura.

José Luoni llegó en el primer contingente de inmigrantes con su esposa y sus dos hijos a establecerse en el barrio. José, nativo de Lombardía, recordó el mencionado acto en el que fueron recibidos por el Presidente Perón y en el que asistieron a una misa en el patio del Hotel de Inmigrantes.Dina Perelli, su esposa, expresaba sobre el arribo: “Cuando nosotros llegamos a Buenos Aires, llegamos el 18 de junio (de 1947), que era un viernes a la noche, como a las 9 de la noche. Esa noche quedamos arriba del buque. Al otro día desembarcamos, y el lunes a la mañana, a ellos los llamaron a la oficina y le pagaron los sueldos. Y los tenían contratados. Fueron 14 días en el mar, nosotros. Con el buque Santa Fevinimos. Mientras nos hicieron todos los documentos y todo y después nos trajeron en tren. Trenes todo de madera. […] cuando nosotros llegamos, nos desembarcó en Grünbein, nos agarró con dos ómnibus verdes, nos llevó a recorrer toda la Base, adentro. Las mujeres todas afuera de la ventanilla miraban “¿cuál será mi casa, cuál será mi casa. Por el puesto 1, allá por Arroyo Pareja, no (había) asfaltado nada, campo. Campo. “¿Dónde nos llevan, ¿dónde nos llevan?” Estaban trabajando, pintando, arreglando todo.”

La familia Luoni, retratada para El Regional, 25 de junio de 1947: “En la nota gráfica aparece Pietro Luoni, el más pequeño inmigrante, pues cuenta con solo cuatro meses, acompañado con sus padres y su hermanita.”

A los Luoni les tocó la que en esos momentos era la casa más grande, en la que anteriormente funcionaba la aduana del Puerto Comercial del capital francés. Dina recuerda el recibimiento: “al principio, a los cuatro, cinco días que nosotros vivíamos acá Arroyo Pareja, vinieron, vino el comisario, vino el jefe del correo, a hacernos conocerse, ¿viste? se presentaron. Vinieron, del Club Rosario, nos hizo todos socios ¿viste? Qué sé yo, todas esas cosas de la gente que buscaba, buscaba de contenerte.”

El recibimiento formal al barrio Puerto Rosales se dio en una fiesta en honor a los inmigrantes italianos en agosto de 1947. El diario El Atlántico lo anticipaba de ésta manera: “El domingo tendrá lugar en Arroyo Pareja –lugar de residencia de los inmigrantes- una gran fiesta en honor de los inmigrantes italianos recientemente llegados, agasajo organizado por los suboficiales de la Base de Aviación.

Por la mañana tendrá lugar la imposición de los óleos bautismales al primer hijo argentino, hijo de un matrimonio italiano residente en Arroyo Pareja y serán padrinos el Comandante de la Base Contraalmirante Don Jorge E. Sciurano y su esposa Doña Lelia Del Corro, realizándose la ceremonia religiosa en la Capilla Stella Maris de Puerto Belgrano.

            A las 12 horas, en Arroyo Pareja, será servido un asado a la criolla prometiendo el mismo alcanzar grandes proporciones. […]”[14]

Las calles del Barrio Puerto Rosales.
Vista del barrio y las viviendas.

Pasamos del recibimiento a los pequeños choques culturales de la nueva cotidianeidad de los recién llegados: “Marina día por medio nos daba media res, manteca, aceite. -Recuerda José– Una bolsa de yerba mate… Las mujeres no sabían lo que era y la usaban para limpiar el piso. Más espuma hacía ´ ¿Qué aserrín éste que hace espuma verde? ´ (se ríe) Después hicieron un asado, al que vino el jefe de la Base…”

Además del grueso de familias italianas, había dos familias españolas y algunas argentinas, de personal civil de la Armada. Entre éstas últimas, estaba la familia Vilches, que llegaron al barrio en el año 1952. Juana, la hija menor del matrimonio recuerda cómo se daba el encuentro entre las culturas: “La mayoría de nuestros compañeros eran de origen italiano. Muy pocos éramos argentinos. Comenzamos a aprender el idioma a la vez que colaborábamos para que los italianos perfeccionen el nuestro. También aprendíamos sus costumbres y cultura. Mi afición por la música clásica proviene de los discos que podía escuchar en la casa de nuestros vecinos, la familia Títolo.”

Jole o “Yolanda”, junto al secretario de redacción de El Regional.

Carmen Pipitó, encargada de la estafeta en Arroyo Pareja recuerda: “Con los inmigrantes italianos nos hicimos todos una familia, o sea cuando ellos llegaron en el mes de marzo del año ´47, llegaron a Puerto Rosales, mi hermano y mi mamá fueron traductores de las familias italianas. Entonces todos nos tomamos aprecio.”

Otra demostración de la integración de los nuevos vecinos con la comunidad, lo representó la participación de Jole Bresciani de Cardani, llegada al barrio en el primer contingente, en la una colaboración para el periódico El Regional: “Esta hermosa italiana estará en contacto con nuestros lectores, en especial con la gran colectividad itálica, por intermedio de sus periódicas colaboraciones. Lo hará en el dulce idioma del Dante, único que domina.  Sus trabajos serán publicados también traducidos.”[15]

La Cooperativa de los italianos: El eje del Barrio Puerto Rosales.

Así como en Punta Alta los inmigrantes italianos conformaron la Sociedad Italiana “Unione e Progresso”, la tendencia a conformar una agrupación de paisanos se dio también en el seno de Puerto Rosales. La Cooperativa de Producción Industrial de Puerto Rosales Ltda. estaba constituida legalmente con un consejo de administración y personería jurídica. Nació con una intención laboral y social, aprovechando la mano de obra calificada que realizaría trabajos tanto para la Base Naval, como para Punta Alta y para también brindar contención y esparcimiento a los habitantes del barrio.

En un edificio de dos cuerpos que había pertenecido a la compañía francesa, se armó no solamente el taller, sino que también armaron un salón de baile con su confitería y donde también se proyectaban películas. Así de completo era. El salón se transformó en el epicentro de la vida social y albergó los primeros actos escolares.

Los trabajos realizados en el taller consistieron en la reparación de los trenes de flota, carrozado de camiones, fabricación de portones, muebles, trabajo de pintura de tanques de fuel oil, de alambre tejido que sirvió para hacer las redes que instalaron en la playa para evitar el paso de las aguas vivas.

Juan de Dios Vilches trabajó en la Cooperativa como trabajo extra a su jornada en la Base Naval. Juana, su hija aporta más datos: “Otra actividad industrial que se realizaba en la Cooperativa era la de fabricar alambre, rollos de alambre tejido que según decían en aquellos años, la máquina para hacer ese tejido de alambre, decían que había sido “inventada” por un técnico italiano, que residía allí. Otra actividad industrial de la Cooperativa fue la de confeccionar cortinas de un material que en mi recuerdo puedo definir como “cuerina”. Se confeccionaron solicitadas por la Base Naval, para las ventanillas de unos trenes de tropa. Mamá fue una de las personas que participó en esa actividad. Le entregaban las cortinas cortadas y ella las cosía a máquina”

Parovel recuerda: Mi papá fue presidente de la Cooperativa. Era una cooperativa de trabajo. Los trenes de flota, […] todos los arreglaron ellos, en ésa cooperativa. Porque había una vía que entraba ahí, justo detrás de la cooperativa. Entonces trabajaban en los vagones. Arreglaron vagones, hicieron camiones para el transporte de carne que tenía la Base en ese tiempo. Para todas las proveedurías que tenía en Puerto Rosales, la Base y Baterías. Trabajaban mucho, pero después la otra parte era la parte social de la Cooperativa.”

José Omar Aspiroz, quien estuvo a cargo de la contabilidad a partir de 1958 comenta algo que evidencia la relación del Barrio Puerto Rosales con la comunidad de Punta Alta: “Por ejemplo, las bancas del Concejo Deliberante. Esas fueron hechas en la Cooperativa. Todas las bancas para los concejales, más la de la presidencia, más la del departamento ejecutivo. Porque había carpintería, herrería, de todo. Después se hicieron mil camas para tropa, para el Cuartel Base. Esas metálicas en módulos de 3. […] Trabajaba para afuera y para adentro de la Base, licitaciones.”

Jerez y su grupo folklórico en la sede de la Cooperativa, 1956.
Festividad escolar en la sede de la Cooperativa, 1956.
Fiesta del 25 de Mayo de 1960 en la Cooperativa. Foto Mirta Mendizábal.
Almuerzo de vecinos en el barrio.

La Cooperativa en su faz social.

La confitería, con su pista de baile cubierta y la que estaba fuera, para los bailes en días de verano, en los bailes de carnaval y los fogones afuera para hacer asado… “Habían hecho como un escenario porque lo que tenían los italianos, que todos tocaban algún instrumento. Mi papá tocaba batería, el señor que vivía al lado de mi casa Di Corrado […], tocaba guitarra o mandolín, Próspero tocaba violín.  Y había un señor, un milanés, De Palma que se fue a Buenos Aires, también tocaba el violín. Entonces tenían una orquesta a todo trapo. Entonces tocaban y bailaban, tocaban en las fiestas. […] Era toda gente muy divertida. […] “¿Nos juntamos en la cooperativa a tomar algo?” iban todos. […] éramos todos una familia, inclusive hasta los españoles. Y algunos argentinos que también después se fueron agregando.” Rememora Parovel.

La mamá de Ramona Mayol, impulsó la llegada del folklore al barrio, que completaba y enriquecía la diversidad cultural que había: “Mi mamá en el año cincuenta, cincuenti algo, organizó una peña, que fue la primera que hizo una peña de folklore. Conoció una familia que tenía la peña “Honor y Tradición” en Punta Alta entonces ese matrimonio le dijo “¿No te animás a hacer algo allá?” Y sin tener ni idea, empezó, vamos a hacer esto, lo otro, a ensayar. Presentaron un espectáculo que fue una barbaridad, ovacionados. Consiguieron unos músicos. Más la peña que hicieron no sé cuántos bailes. Eran todos adultos los que bailaban. Fue, el campanazo, porque era la primera vez que se hacía algo argentino, porque los italianos, vuelta y vuelta, que hacían dramatizaciones, bailes, todo italiano. Entonces mi mamá dijo `¿Y nosotros los argentinos? Tenemos que mostrar también algo.´”

Carmen Pipitó recuerda que la confitería tenía concesionarios, además de otros datos: “Concesionario era Di Pietro, Menicucci, Centeno que era de Bahía Blanca. Entonces ponían unas mesas de chapa, con las sillas iguales y entonces había dos pistas, una circular y otra rectangular. Si una pista se hacía chica, se iban a la otra. Y se hacían unas kermeses con juegos… organizado por el concesionario. Algunas kermeses del Club Sporting.”

El cine, según algunos recuerdan, estaba a cargo del señor Próspero, quien operaba el proyector que ya estaba instalado en el salón. Había una pantalla grande y había función una vez por semana, los sábados o domingos. “Para el cine vos pagabas una monedita y con eso que pagábamos alquilaban las películas al Cine Español, Cine Colón, cine Belgrano” señala Carlo Loto quien, durante su infancia, concurría junto a sus hermanos a las funciones.

La escuela en el barrio.

Otro desvelo de aquellos inmigrantes que encontraron su lugar en Puerto Rosales era la educación de sus hijos y su adaptación. Al poco tiempo de asentarse, los niños en edad escolar –unos empezando y otros continuando una educación que inició en Italia- concurrieron a la Escuela Nº 17 Humberto Primo, de la Base Naval para luego continuar en la escuela de la Base Baterías a la que llegaban transportados por el tren que los unía al barrio a través de las vías.

Plano de planta de la Escuela N° 227 del barrio Puerto Rosales.
Acto de inauguración de la Escuela Nº 227. Abanderado Gerardo Fernández, escoltas Norma Arias y Gabriela Moroni. Foto Mirta Mendizábal.

De todas maneras, los vecinos querían una escuela en el barrio para sus hijos. La petición se elevó primeramente a las autoridades de la Base Naval quien destinó un edificio preexistente –de la compañía francesa-, e instaló pizarrones y mobiliario para que funcionara allí la institución. Se dieron las tramitaciones pertinentes con el Consejo Nacional de Educación y como resultado de esto, el 20 de abril de 1952 se inauguraba la Escuela Nacional Nº 227 de Puerto Rosales. Su primer director, fue Silvano Montivero y una de las maestras fundadoras, Élida Leyes recuerda su llegada:

Yo no conocía Puerto Rosales. Llegamos ahí el primer día que fuimos, era el acto de inauguración, estaban las autoridades militares, estaba el director… toda, toda la población de ahí de Puerto Rosales que estaba esperando la escuela con muchas ganas, porque los chicos tenían que ir a Baterías para estudiar. A mí me tocó ir en turno tarde, primer grado y a la tarde funcionaba primero y segundo. La gente buenísima, colaboradora, ahí empezamos a organizar la biblioteca, a mí me tocó teatro de títeres. Aparte que teníamos la ayuda permanente de la Base. El teatro lo habrán hecho en la carpintería. Espectacular. Era grande, tenía al frente tenía la dirección después un pasillo interno que daba a las aulas, un baño grande y la parte de atrás otras aulas.”

La Señorita Élida Leyes, observa al representante de Educación de la Nación firmando el libro inaugurando así la Escuela Nacional Nº 227. También están presentes representantes de la Base Naval, 20 de abril de 1953. Mirta Mendizábal recuerda: “Era pequeña, pero sé lo que se preocuparon las mamás por nuestra presentación en los guardapolvos… zapatitos de charol nuevos, zoquetes con puntillita. Recuerdos grabados a fuego.”

El rol social de la escuela para la integración de los niños inmigrantes fue determinante para esos años formativos. Juana Vilches, maestra, recuerda así a las docentes de la escuela que la marcaron: “Mi querida Mabel Maydagán, Cora Videla, Lía Olga Sachet… ejemplos de vida personal y profesional. Nené Testa, no fue maestra mía pero la admiraba, desde mis ojos de niña, por su voz, su dulzura, la presencia, su femineidad.”

Las docentes se trasladaban algunas veces en tren, otras en ómnibus y se volvían en algún camión que las acercara cuando los horarios no coincidían. Aproximadamente había doscientos alumnos que concurrían al establecimiento de primero a sexto grado. Las familias tenían un rol importantísimo apoyando a la escuela y la Cooperativa, como se señaló anteriormente, colaboró no solo prestando a veces el salón para actos, sino luces, telones y demás implementos. En un primer momento no existía un portero designado, encargándose y colaborando el suboficial Estafeto, hasta que más adelante se hizo cargo el matrimonio Schimizzi:

“Nunca tomé mate cocido más rico que el que hacía ésta señora. Aparte ellos eran espectaculares. A las 10 de la mañana con un pancito que traían de la Base. O por ahí podía ser alguna facturita, en el recreo.” Evoca el alumno Parovel.

Apadrinada por el Departamento de Defensa de la Base Naval, a la escuela no le faltaba el chocolate caliente –traído en las cocinas de campaña de infantería- ni los bollitos o facturas en las fechas patrias. Aída Amán recuerda sobre ésta relación:

“Yo recuerdo mi “bautismo de mar”, porque yo supongo que sería para el Día de la Armada. Nos llevaban a Puerto Belgrano, en unos micros especiales de la Armada nos venían a buscar. Y anduvimos en barco. […] Más la pasamos adentro del barco que arriba sobre cubierta, aparte porque hacía frío.  […] Otra cosa que hacíamos, puede ser para el día de los Muertos o los Caídos por la Patria, no recuerdo bien. Que llevábamos flores y nos íbamos caminando hasta la playa desde la escuela, nos llevaban los maestros. Sería cuadra y media porque estaba muy cerca. Y nos íbamos caminando y tirábamos las flores al agua. Era un homenaje que hacíamos íbamos muy serios, solemnes.”

La señorita Luisa Mabel Mendizábal y una abanderada de 7º grado, en la Escuela Nº 24 (Ex Escuela Nacional Nº 227), circa 1974, Foto de Mirta Mendizábal.

En 1953, se logró la doble escolaridad y se dotó al comedor de una cocina industrial e implementos. Todo con la colaboración de la cooperadora de la escuela y la comunidad, que hizo rifas, reuniones de té y venta de tortas, que permitieron juntar el dinero necesario para la compra.

El edificio fue modificándose a lo largo de los años, durante la dirección de Montivero, Stella Ovejero y Olga Otegui, sumándose salones para los grados y la construcción del salón de actos. Cumplidas las Bodas de Plata de la escuela en 1978, se quería hacer un cambio de edificio. Ya existía un terreno en la entrada al barrio donado por la Base Naval que siempre se reclamaba vía dirección al Concejo Nacional de Educación para construir el edificio nuevo de la escuela. Élida Leyes tiene presente cómo fue la gestión: “Así que la nueva escuela fue por una resolución del Ministerio de Educación del año 1975. Ésta resolución autorizó a la Dirección Naval de Arquitectura Educacional a gestionar un convenio decreto con el Comando en Jefe de la Armada que tomó a cargo la licitación. Lo adjudicó y comenzó la ejecución de la obra. Y en 1980 ya estaba terminado.”

En 1979 la escuela se transfirió a Provincia y pasó a denominarse Escuela Nº 24 “Fragata Presidente Sarmiento.” Ese espíritu de colaboración se mudó al nuevo edificio como lo afirma Élida: “Y en el edificio nuevo en una oportunidad hicimos un evento importante, en todo el salón grande, estaba lleno de mesas, porque fue un desfile de modelos con gente de acá de Punta Alta, de maestras. Tenía un grupo de maestras muy trabajadoras. Susana Spina, Susana Mendieta, Susana Mendizábal, Piera Marinelli que fueron alumnas y maestras.”

Capilla Sagrada Familia de Puerto Rosales construcción del atrio.

La capilla y la sala de atención médica.

Otro de los elementos que convertirían al barrio en una comunidad completa, con sus instituciones sociales y educativas, sería la capilla que reuniría a los fieles y creyentes. La capilla Sagrada Familia, fue erigida por los vecinos, albergó los bautismos y comuniones de los habitantes con sus clases de catequismo. Un sacerdote de la Base Naval, se llegaba hasta allí para dar misa. Carmen Pipitó recuerda: “Y el 9 de julio del año 49, se hizo una capilla, angostita. Y la iban a buscar a mi mamá la señora del Jefe de Base y otras más, para que dirigiera el coro de la iglesia.” Y continúa con más datos acerca de sus inicios: “Allí el día 9 de julio del año 1949 se realizaron casamientos y bautismos. Aquellas personas que vivían en el barrio, tanto que no estaban casadas por iglesia y que había gente sin bautizar, entonces hicieron bautismo y casamiento a la vez. Y no recuerdo si era: 40 casamientos, o 40 casamientos y 30 bautismos. No recuerdo bien la cantidad. Pero sé que era cualquier cantidad de gente.”

La atención médica primaria estaba cubierta por la salita que estaba al lado de la capilla. Atendida por enfermeros militares, el que más recuerdan algunos es el suboficial Risciutto. Aída Aman recuerda también al pequeño destacamento: “Otra cosa que recuerdo es la capilla, donde yo tomé la comunión. Estaba bastante cerca de la playa. No existía todavía la capilla que hicieron después en esa plazoleta. Y al lado estaba la enfermería y al lado lo que venía a ser la policía, que uno de los policías era de apellido Posado y otro Acuña. El enfermero era casi el doctor, porque sabía cualquier cosa, era hasta el que puntadas daba.”

El transporte.

El medio de locomoción de los obreros era la bicicleta. La excepción que confirmaba la regla por lo que cuentan los vecinos, era el señor Zanatta quien poseía una motocicleta Bussi y Marinelli quien tenía una Alpino. Pero el grueso de la población utilizaba el transporte que proveía la Base Naval y el ómnibus local. Estaba el trencito –el señor Micheli era el maquinista y foguista- que posteriormente se reemplazó por los coche-motores que sería el Ferrobús Naval, al que muchos apodaban “la chanchita”. Salía desde una pequeña garita en las cercanías del barrio y llegaba hasta la Base Baterías y desde ahí a la estación Barilari de la Base Naval. El más antiguo era de la década del ´30, y en la década de 1950 se pudo modernizar con una compra de coches cero kilómetros holandeses. Los obreros combinaban la bici con el tren, como recuerda Aída Aman: “Frente de la playa había una casita y de ahí salía un tren que venía hasta lo que era la estación Barilari. Los hombres subían con las bicicletas, para venir al trabajo a la Base. Llegaban a la estación Barilari, muchos dejaban la bici, ahí había unos bicicleteros. Muchos bicicleteros. Y ese tren era gratis. […]

 Parovel acota algunos detalles: “Estaban divididos por la mitad, era primera clase y segunda clase. Porque una parte como venía de Baterías, una parte era para oficiales y suboficiales superiores y la otra parte –llamémosle segunda clase que ellos no le decían así tampoco- era para personal subalterno y personal civil. O sea, para poder hacer uso de los coches motores y del trencito había que ir hasta Baterías, donde estaba el Cuartel Base y hacían un permiso de viaje. Como el trencito siempre venía con guardia militar, lo primero que hacía la guardia era controlar que vos tuvieses permiso para poder viajar. No se cobraba. Una vez por año se renovaba el permiso de viaje y nada más.”

Los coches más antiguos eran de madera. Los más modernos tenían en una sección asientos tapizados de cuero y la otra, asientos de madera.

El otro medio de transporte que tenían los vecinos de Puerto Rosales, eran los ómnibus de la compañía de ómnibus El Trébol, que llegaba hasta el balneario desde el centro de Punta Alta. Los dueños de dicha compañía eran Ferrari y Andrada.

Felipe Loto, rememora las combinaciones que les permitía volver a casa: “De Barilari, (el tren) paraba en Arroyo Pareja e iba a Baterías. Ese salía después del micro, no era un horario fijo. Porque no podía ir vacío. Entonces esperaba que se juntara la gente y más o menos había veinte personas y después iba haciendo el recorrido e iba levantando. Y nosotros salíamos de la cancha de básquet con mi hermana, corríamos y tomábamos, porque en micro no hacíamos tiempo. Yo me quedaba después de la venta de diario y ya salía del trabajo porque trabajaba hasta tarde y nos íbamos corriendo a tomar el trencito que iba a Baterías. Era un micro automotor. A veces era tren, pero casi siempre era automotor, porque no iba mucha gente.”

Club El Trébol.
El Trébol en el Club Rosario.

Los chicos, la playa y los juego en el barrio

Con la cercanía de la playa, no cuesta mucho imaginarse a los chicos pasando los mejores veranos de la infancia. Para 1953, el balneario de Arroyo Pareja era administrada por la Dirección de Playas y Casinos de Puerto Belgrano. Por aquellos años, la señora Rosa Bourdeau ya por ese entonces viuda de Vilches, obtuvo por dos temporadas la concesión para explotar la playa en temporada estival. “En la década del cincuenta, la mujer no tenía el lugar en el mundo que tiene hoy. Entonces yo valoro lo que hizo mi mamá en esas épocas, ella solita, cuando la mujer todavía era ama de a casa.” Reconoce su hija Juana.

Sumemos a los juegos de playa la imaginación de los chicos para inventar su entretenimiento para compartir y pasar las tardes, al deporte. Por supuesto que tuvo un perfil más “serio” y es así que tuvieron su propio club de fútbol: El Trébol. La camiseta, anaranjada y azul. Tanto nombre como colores, son un homenaje a la compañía de ómnibus propiedad de Ferrari y Andrada que era la que llegaba hasta el balneario, pasando por el centro y la Base Naval. El Club El Trébol representó a Puerto Rosales, jugando algunos campeonatos en el Club Villa Mora y en Deportivo Punta Alta.

Para 1962, el softball empezó a picar la curiosidad y así como el Colegio Nacional tenía el Club London, en Puerto Rosales se formó el Viking Club. Uno de sus jugadores fue Pablo Parovel: “Como no éramos tan buenos como para jugar en el London, queríamos jugar y entonces hicimos este cuadrito y jugamos hasta el año ´62. En Puerto Rosales hubo dos […] Y en Punta Alta, cerca de la estación Solier había un tercer equipo que se llamaba Stick and Ball. Porque el que lo había fundado era un muchacho que había venido de Estados Unidos que el padre estaba en comisión allá. […] Y entre nosotros tres jugábamos campeonatos. Era uno de los juegos preferidos de nosotros en ese tiempo.”

La emisión pirata de Puerto Rosales

Alguno chicos y no tan chicos, protagonizaron algo fuera de serie, combinando la capacidad técnica que había a mano, con el espíritu de rebeldía propio de la edad: Radio Chajá de Puerto Rosales. Felipe Loto, quién mantenía informada a toda la barriada con su reparto de diarios (La Nueva Provincia, El Atlántico y el periódico La Voz de Punta Alta), nos trae esta historia que se origina en la casa de la familia Leiva: “Los pibes eran todos técnicos. El pibe de Acuña, que el padre era Policía. El pibe de Reinoso. Todos técnicos. Entonces un día, fabricaron una antena y empezaron a transmitir: Radio Chajá Puerto Rosales. Pasaban música. Estaba Martínez, que era el tipo que trajo todo el material de la radio que era el cantinero de Arroyo Pareja. Los micrófonos los trajeron del primer radio de Punta Alta. Había una radio de contrabando en Punta Alta que la cerraron en microsegundos. Entonces todo lo que sobró de ahí fue a parar a la radio de Leiva.”

Tenía estipulado su horario de emisión: “Funcionaba entre las cuatro de la tarde y las ocho de la noche. Cuando el tipo salía de la Base, abría. Entonces los pibes empezaban. Chicos más grandes. Hacían locución femenina “Compre…” porque estaba la carnicería Venancio, la de Hoyos…”

Como puede imaginarse, la historia no terminó muy bien, ya que a los cuatro meses las autoridades de Marina interceptaron la transmisión y finalmente la cerraron. ¿Por qué duró tanto? Felipe lo explica: “Es que no la podían encontrar. Bajaban la antena, la desarmaban. ¿Viste el dicho que “en todo pueblo existe un alcahuete”? bueno, ese alcahuete fue el tipo que hizo que bajaran la radio, que era un entretenimiento para el pueblo. Era un alcahuete de los militares. Habrá sido antes del ´55.”

Carmen, frente a su casa de Puerto Rosales, octubre de 2000.
La estafeta.
Posando frente al edificio de la estafeta: Ángela Vagni con sus hijos Ángela (en brazos) y Ángel Gómez, junto al primo Ricardo el más alto de la foto. Año 1959.

La vida comercial de Arroyo Pareja

Podría decirse, que las necesidades de las familias de Puerto Rosales estaban cubiertas por los negocios y proveedurías que tenían fuera del barrio. “Pasando el portón” estaba Arroyo Pareja y sus habitantes tenían sus comercios para satisfacer las necesidades de sus vecinos:

Ahí nomás, el almacén de ramos generales de San Martín, la carnicería de Venancio que era español, Bruzza, un italiano que tenía despacho de pan y fiambrería, contiguo a la estafeta del Correo. Al frente, otra carnicería, la de Hoyos. “A la vuelta”, la peluquería de Canini, una pequeña sucursal de la Cooperativa de Consumos de Punta Alta administrada por Maimol. Venancio De Mier con su almacén de ramos generales y carnicería también era parte de ese centro comercial barrial. Frente al apeadero del tren, la mercería de Doña Amalia, una italiana que vino al barrio desde Bahía Blanca y se afincó allí. También tenía anexo una pequeña librería y vendía cuadernos, lápices, todo orientado a los escolares. También recibían los carros de fruteros, verduleros y el hielero que permitía la conservación de bebidas y alimentos, e iban recorriendo el barrio casa por casa.

En los recuerdos de los vecinos siempre surge el del hotel Nicoliche y su restaurant, que fue adquirida por Ángel Félix Bellochio y alquilaba habitaciones, además de que en el lugar funcionaba un pequeño despacho de bebidas que semanalmente realizaba bailes. El vínculo entre estas dos poblaciones se mantuvo hasta aproximadamente el año 1954, cuando la barriada de Arroyo Pareja fue finalmente desalojada.

La estafeta de Carmen

Si bien estaba fuera del alambrado del barrio Puerto Rosales, la estafeta administrada por Carmen Pipitó está presente en los recuerdos como una vecina muy querida, como así también por el rol dentro de la comunicación de esa comunidad. Carmen había nacido en Arroyo Pareja, hija menor entre cinco hermanos y su padre trabajó como foguista en los remolcadores del puerto, habiendo llegado desde Italia en 1911. Estuvo trabajando como costurera hasta el 10 de junio de 1955, momento en que se empleó en ENCOTEL (Empresa Nacional de Correos y Telecomunicaciones) por la recomendación de Hilda de Canini, quien hasta ese entonces tenía a cargo la estafeta.

“Cuando mi mamá llegó de Italia, la estafeta primeramente estaba ubicada en donde fue estaba la Cooperativa, que eran las oficinas de la empresa ferroviaria. Esa era la estafeta primitiva. Después pasó a ser en la estación el ferrocarril al lado de la playa. Después pasaron años y se mudó a donde yo me inicié a trabajar, a dos cuadras y media más o menos para el lado de las vías del ferrocarril que va para Baterías. Allí comencé, con un local muy precario, una oficina chiquita.”

A través de la ventanilla, atendía al público y mantendría por años la relación con los habitantes de la zona y el barrio Puerto Rosales. “Al público de Puerto Rosales, le entregaba la correspondencia. Después tuve la ventaja de que pusieron cartero, porque ya pertenecía eso a Marina y dentro de la Base siempre tiene que tener comodidades el habitante. En la estafeta se recibían cartas simples, certificadas, giros, telegramas, encomiendas. Y los telegramas los pasaban por teléfonos. Marina me dio un teléfono y tenía esa facilidad. He tenido unos jefes maravillosos.”

A modo de conclusión: El despoblamiento y los lazos perdurables

A medida que finalizaban los contratos de trabajo, comenzaban los retiros del personal civil y militar, la Base Naval fue pidiendo que las familias fueran desalojando las viviendas. Con tiempo a favor, tras los avisos, a gente fue emigrando, en el caso de algunas familias fuera de la ciudad, al exterior –en el caso de las italianas- y algunas construyendo y/o comprando sus casas propias en Punta Alta, dando lugar al paulatino éxodo de Puerto Rosales que se extendió hasta finales de la década de 1970. Con todo esto, los lazos que se formaron a través de los años por las familias e hijos de éstas, tuvo una perdurabilidad que se mantiene al día de hoy. Reuniones periódicas de vecinos del barrio, emotivos encuentros en los que se comparten y reviven anécdotas y que han tomado forma virtual en un grupo de la red social Facebook. De esa manera se mantiene en contacto a los que están más cerca y a los que están más lejos, físicamente hablando. Puerto Rosales, representa buenos recuerdos, como dice Felisa Mayol: “No tengo malos recuerdos de ésa época, quiere decir que fuimos felices. En eso coincidíamos todos los de los encuentros.” Juana Viches, adhiere en éste sentido: “Tuve el privilegio de conocer el verdadero sentido de la amistad. Amistad como compromiso afectivo, desinterés personal e interés por el otro, solidaridad y actitud humana. Teníamos un grupo de “amigos”, verdaderos amigos, con los que ahora adultos, continuamos la amistad.”

Eso fue Puerto Rosales: un barrio bien rosaleño que generó a través de su gente la unión de tres aspectos importantes de nuestra identidad: la relación con la parte militar, la inmigración y con la ciudad de Punta Alta.

Por Prof. Guillermo Bertinat.

Agradecimientos

  • María del Carmen Barrionuevo.
  • Carmelo Bambaci.
  • Carlos Ramiro Buceta.
  • Ángel Gómez.
  • Mirta Mendizábal.
  • Ana Miravalles.

Entrevistas

  • *Parovel, Pablo, Archivo Oral AHM, 25 y 26 de abril de 2006.
  • *Shroeder, Angélica, Archivo Oral AHM, 30 de mayo de 2006.
  • *Vilches, Juana, Archivo Oral AHM, 31 de mayo de 2006.
  • *Amán, Aída Zulema, Archivo Oral AHM, 31 de mayo de 2006.
  • *Mayol, Ramona Felisa, Archivo Oral AHM, 16 de agosto de 2006.
  • *Aspiroz, José Omar, Archivo Oral AHM, 4 de abril de 2007.
  • *Leyes, Élida, Archivo Oral AHM, 17 de abril de 2007.
  • *Giunta, Horacio, Archivo Oral AHM, 28 de febrero de 2007.
  • *Pipitó, Carmen, Archivo Oral AHM, 24 de marzo de 2014.
  • *Loto, Felipe, Loto, Carlo, Loto, María Magdalena, Archivo Oral AHM, 27 de noviembre de 2019.

Fuentes

  • EL REGIONAL, Punta Alta, 1947.
  • El Atlántico, Bahía Blanca, 1947.
  • La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 1919.
  • Silurificio Whitehead di Fiume, Wikipedia https://it.wikipedia.org/wiki/Silurificio_Whitehead_di_Fiume
  • Revista El Archivo Nº 33, “Misión Lofer”, Luciano Izarra, julio de 2005.
  • Revista “El Archivo” N° 40, “Balneario de Arroyo Pareja”, Gustavo Chalier, noviembre de 2018.
  • Barrionuevo, María del Carmen y Suárez, Vanina, “La Aldea Invisible”, Bahía Blanca, EdiUPSO, 2021.

Citas


[1] La Nueva Provincia, 15 de marzo de 1919.

[2] Revista “El Archivo” N° 40, “Balneario de Arroyo Pareja”, noviembre de 2018.

[3] El Regional, 19 de febrero de 1947.

[4] El Regional, 5 de marzo de 1947.

[5] El Regional, 13 de junio de 1947.

[6] El Atlántico, 26 de junio de 1947.

[7] El Atlántico, 28 de junio de 1947.

[8] El Regional, 26 de junio de 1047.

[9] Es una estructura prefabricada de acero corrugado con forma semicircular, diseñada para ser fácil de transportar y ensamblar. Su nombre proviene de Quonset Point, Rhode Island, el lugar de fabricación de las primeras versiones para el ejército de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, donde se usaban como cuarteles, oficinas o almacenes.

[10] Barrionuevo, María del Carmen y Suárez, Vanina, “La Aldea Invisible”, Bahía Blanca, EdiUPSO, 2021, página 16.

[11] El Regional, 3 de junio de 1947.

[12] Barrionuevo, María del Carmen y Suárez Vanina, “La Aldea Invisible”, Bahía Blanca, EdiUPSO, 2021, página 21.

[13] Barrionuevo, María del Carmen y Suárez Vanina, “La Aldea Invisible”, Bahía Blanca, EdiUPSO, 2021, página 18.

[14] El Atlántico, 5 de agosto de 1947.

[15] El Regional, 18 de julio de 1947.

Si viviste en el Barrio Puerto Rosales y tenés información, fotografías o querés que te entrevistemos para nuestro Archivo Oral, comunicate al Archivo Histórico Municipal, Mitre 101 de lunes a viernes de 7.00 a 19.00 , al teléfono 2932 43 33 14 o al mail: archivopalta@gmail.com

Barrio Puerto Rosales. Una historia a través de sus voces.

10 pensamientos en “Barrio Puerto Rosales. Una historia a través de sus voces.

  • noviembre 20, 2025 a las 2:24 pm
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    Felicitaciones al autor del articulo por la excelencia de su contenido. Fui alumno de la Escuela 24 en el viejo edificio y estuve en la mudanza hacia el nuevo .

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    • noviembre 20, 2025 a las 8:56 pm
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      Excelente artículo,fui alumna de la escuela 24 durante el año 85′,ese año por problemas edilicios en la escuela nueva nos trasladamos al viejo edificio, viví en el Barrio Luiggi durante los años 85/86 y posteriormente ya de adulta en Puerto Rosales con mi esposo en la casa 1110 ,del año 97 al 2005 cuando se produjo el desalojo total del mismo.Fuimos con mi esposo, y vecinos los últimos habitantes del barrio.No puedo describir la emoción que me despertó este artículo.Guardo los más lindos recuerdos de mi vida en ese lugar.Gracias

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    • noviembre 29, 2025 a las 12:12 am
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      Fui a vivir a puerto rosales con 13 años en el año 1979 al año 1985 en el año 1982 guerra de Malvinas me acuerdo de las sirenas en la madrugada haciendo simulacro y todos corriendo hacia los lugares asignados . También me acuerdo de la peña, del fútbol 5, de los bailes , de la playa, de los carnavales guerra de agua entre vecinos y lo mas lindo de mis recuerdos es la gente maravillosa que conocí de los amigos que hice y los romances esos que nunca se olvidan. En verdad agradezco a DIOS por haberme echo vivir en ese hermoso barrio, tengo y guardo los mejores recuerdos de mi vida ❤️

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  • noviembre 20, 2025 a las 10:11 pm
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    Que lindo recuerdo yo fui ala primaria nro 227 viví de chica 15 años en el barrio y en el 92 volví casada y ai nacieron 4 de mis hijos los cuales fueron a la escuela nro 24 nos fuimos en el 2001 cdo nos dieron para vivir en el barrio gaudy pero puerto rosales fue el barrio que grabo mi vida fue muy triste es muy triste ver solo campo y la iglesia su estructura es lo único que está

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  • noviembre 20, 2025 a las 10:55 pm
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    Hermoso es esta historia .narra …empuje …futuro …trabajo …y amistad duradera sincera perdurable atravez del tiempo gracias Guillermo la comparto con el grupo INOLVIDABLE ARROYO PAREJA

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  • noviembre 22, 2025 a las 5:43 pm
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    Hola mi padre fue economo en los años73 o 74 el suboficial Banegas. Hermosos momentos pase . Cuantos recuerdo s.

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  • noviembre 26, 2025 a las 4:57 pm
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    Exelente trabajo, muy muy valioso para la historia de la inmigracion italiana en nuestra zona. ¡Gracias!

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    • noviembre 29, 2025 a las 12:15 am
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      Fui a vivir a puerto rosales con 13 años en el año 1979 al año 1985 en el año 1982 guerra de Malvinas me acuerdo de las sirenas en la madrugada haciendo simulacro y todos corriendo hacia los lugares asignados . También me acuerdo de la peña, del fútbol 5, de los bailes , de la playa, de los carnavales guerra de agua entre vecinos y lo mas lindo de mis recuerdos es la gente maravillosa que conocí de los amigos que hice y los romances esos que nunca se olvidan. En verdad agradezco a DIOS por haberme echo vivir en ese hermoso barrio, tengo y guardo los mejores recuerdos de mi vida ❤️

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  • noviembre 26, 2025 a las 7:20 pm
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    Gracias por tan hermosos recuerdos… tal como contaban mi esposo y sus padres ( la familia Parovel). Un ejemplo de integración, unidad y solidaridad. Los relatos me conmovieron hasta las lágrimas. Felicitaciones por este trabajo.

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  • diciembre 1, 2025 a las 6:23 pm
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    Hola,quiero aclarar los nombres de la foto de la estafeta en la cual está mi Madre,mi primo,mi hermana y yo.
    Mi Madre,Ángela
    Mi primo Ricardo(el más alto)
    Mi hermana en brazos Marta
    Y yo Angel,sobre una sillita de madera.
    No recuerdo mucho de mi infancia en el barrio,pero sí,cuando trabajaba en los colectivos. La señora (que no recuerdo su nombre) nos dejaba tomar unos buenos mates en su despensa,la gente ya era como de la familia.

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