Los inicios.

Allá por el año 1902, cuando aún estaban en plena ejecución las obras del Puerto Militar y Punta Alta era apenas un pequeño pueblo de cerca de 2000 habitantes, don Aquilino del Álamo abrió las puertas de la primera farmacia, ubicada en la avenida Progreso Nº 650, que hoy con la actual nomenclatura y numeración es Colón al 300.

Con los años, y con el crecimiento mismo de la población, se fueron sumando otras farmacias, como el caso de la Farmacia Del Puerto y Farmacia Nueva, pertenecientes a los señores Fortunato Costa y Oscar B. Silva respectivamente, las cuales abastecían al vecindario de todo tipo de medicamentos, preparados e incluso artículos de perfumería.

A mediados de 1923   el periódico local “La Democracia” anunció la próxima apertura de un nuevo comercio del rubro: la farmacia Argentina, ubicada en su hoy tradicional local de Rivadavia esquina Roca. Eran sus dueños los señores Gencarelli y Nieto.

Benito Nieto.

No obstante la inauguración del nuevo local presentó ciertas dificultades, puesto que las autoridades de la Dirección de Salubridad entendieron que dicho emprendimiento no se encuadraba dentro de las exigencias y consideraciones de la Ley de Farmacias vigente en aquella época, la norma, en uno de sus artículos, establecía que solamente los farmacéuticos diplomados podían establecer farmacias,  y que debían ejercer en forma personal la dirección efectiva[1]. En el caso de la farmacia Argentina, aparentemente sus dueños habían nombrado al farmacéutico Juan Avanza como su responsable, aunque sus funciones como Jefe de la Oficina Química en la Municipalidad de Bahía Blanca le impedirían mantener una dedicación exclusiva y permanente en su nuevo puesto.

Publicidad de Farmacia Argentina, El Regional, 1924.

En relación a este asunto el semanario local “Nueva Época” publicó en aquellos días sucesivas solicitadas de los farmacéuticos Silva y Costa, quienes negaban haber realizado denuncia alguna ante las autoridades de la Dirección de Salubridad, pero a su vez apoyaban la medida. Sin embargo del texto de dichas solicitadas se desprende el hecho de que Benito Nieto, uno de los propietarios de la nueva farmacia, era un antiguo empleado de Fortunato Costa, y éste lo había ayudado a rendir los exámenes de dependiente idóneo[2] en La Plata. Suponemos entonces que por algún motivo el vínculo laboral entre ambos no terminó en los mejores términos y derivó en estos conflictos legales en torno a la habilitación del nuevo comercio.   

Frente e interior de la Farmacia Argentina, de Benito Nieto , Los españoles en el centenario de Bahía Blanca, 1928.

De todas formas, aquellos primeros inconvenientes pudieron finalmente ser superados y la farmacia pudo comenzar a trabajar a pleno. A los pocos años, la sociedad de Nieto y Gencarelli se disolvió y la farmacia, siempre con el mismo nombre, pasó a manos exclusivas de Benito Nieto. Oriundo de Valdelacasa, provincia de Salamanca, España, había llegado al país en 1906, estableciéndose casi de inmediato en el pueblo. Aquí trabajó y progresó hasta poder regentear su propio negocio. “Por la atención que presta a su clientela la Farmacia Argentina goza de la confianza general del vecindario de Punta Alta, pues todas las actividades de la casa, cuyo carácter delicado no es menester detallar, se realizan bajo la inmediata vigilancia y dirección del señor Nieto”, se podía leer en una publicación de la época[3].

En los años 1940, Enrique Álvarez, farmacéutico diplomado, fue su nuevo propietario. Posteriormente la adquirió Reynaldo Bidini, también farmacéutico, en sociedad con el señor Morán, quienes fueron sus dueños hasta 1958, cuando se la vendieron a la señorita Laureana Calvo.


Publicidad de Farmacia Argentina, de Enrique Álvarez, 33ª aniversario de Nueva Época, 1941.

Nativa de Punta Alta, Laureana había obtenido el título de farmacéutica en la Universidad de Rosario en 1954. De aquellos primeros tiempos recordaba: “La primera semana fue con miedo, falta de experiencia, tuve que aprender a leer la letra de los médicos y eso te lo da la práctica, a fuerza de conocerle el rasgo al médico, y saber el nombre del medicamento, sabés lo que quiere decir. La facultad no enseña eso, eso lo enseña la práctica”[4]

La Farmacéutica Laureana Calvo, en el interior de la Farmacia Argentina.

Mientras dos o tres empleados atendían al público, Laureana se desempeñaba en el laboratorio, realizando preparados tales como pomadas, cápsulas, jarabes, hierbas fraccionadas, etc. El señor Raúl Álvarez, su socio, se dedicaba especialmente a lo contable y administrativo.

Luego de muchos años de actividad ininterrumpida la sociedad se disolvió y el señor Raúl Álvarez se retiró de la actividad. Laureana continuó a cargo de la farmacia un tiempo más pero su avanzada edad la llevó a ponerla en venta.  

El señor Raúl Alvarez y empleados de la Farmacia La Argentina.

Una apuesta familiar.

El señor Raúl Alvarez y empleados de la Farmacia La Argentina.

Corría el año 1990. En medio de la crisis económica y financiera que atravesaba nuestro país, la sucursal local del Banco Comercial Finanzas cerró sus puertas y el señor José Mussini perdió su puesto de gerente. Fue allí cuando surgió la idea. Luego de debatirlo con su esposa Nélida y sus hijos, tomaron la decisión de comprar la farmacia Argentina. No tenían experiencia alguna en el rubro, pero sobraban el coraje y el entusiasmo por apostar por el crecimiento del comercio local. “Se tomó la decisión en el seno familiar. Pero era algo nuevo para todos. No teníamos ni idea, cero experiencia, porque mi mamá era docente, mi papá gerente de banco, yo también trabajaba en un banco y mi hermano era licenciado en sistemas. ¡Así que nada que ver con la farmacia!”, cuenta Javier Mussini, su actual propietario. Y enseguida viene a su memoria la primera anécdota: “El día que empezamos fue el 1 de mayo de 1990. Ese día nos hacemos cargo, y aunque Laureana nos brindó una hermosa compañía, ella era una señora mayor, ya tenía más de 70 años. Entonces nos dice “Yo a la noche no los acompaño”, porque justo estábamos de guardia. Entonces nos quedamos solos, esa primera guardia, mi papá y yo. Y la farmacia estaba ordenada alfabéticamente, entonces lo primero fue entender las recetas, que estaban en jeroglífico, y después encontrar el remedio. Recuerdo que estaba mi papá parado y yo arrodillado, buscando el medicamento por toda la farmacia, íbamos y volvíamos, como un escáner, ¡no teníamos ni la más pálida idea!”[5]

Hugo Navarrini, Laureana Calvo y Angel Lumbreras, 1958.

Durante los primeros tiempos Laureana Calvo continuó en la farmacia, hasta que se logró la incorporación de la farmacéutica Cintia Beccacece. Dicha profesional formó una sociedad en comandita[6] con José Mussini, asumiendo la dirección técnica de la farmacia. De aquellos primeros tiempos de la familia Mussini en la administración de la farmacia Javier recuerda: “Fue una época muy difícil, con mucha inflación, o sea, los últimos coletazos de la hiperinflación. Los primeros seis años no hubo vacaciones para nadie. Además, comercialmente y financieramente es un rubro que exige ser muy prolijo, ya que los precios están regulados, y el mayor porcentaje de las ventas va para las obras sociales.” Sin embargo, de inmediato destaca la satisfacción que le produce trabajar en la farmacia.  “En lo social es un rubro hermoso porque a mi, en lo personal, me permite tratar con la gente mayor y eso me gusta. Nuestra consigna cuando arrancamos fue que el que viene a la farmacia viene con un problema y nosotros tenemos que tratar de darle una solución, tratar de conseguir el medicamento si no lo tenemos, esas cosas. La clientela ha atravesado ya más de una generación, porque el grueso de los clientes son las personas mayores, pero hoy también vienen los hijos y los nietos”.

Un crecimiento sostenido.

Hasta 1996 Javier Mussini continuó repartiendo su tiempo entre el banco y la farmacia, pero a partir de ese año se abocó por completo a esta última, poniendo todo su esfuerzo para hacerla crecer. “Yo empecé con 22 años en la farmacia. Y desde el comienzo tuve un objetivo, que era comprar el edificio. Porque para crecer sabía que tenía que comprar el edificio, no podía pagar el alquiler eternamente. Entonces en el 2001 tomé la decisión de abrir el negocio, buscando nichos de negocios, y empecé con licitaciones en la Armada… inclusive iba al Hospital Eva Perón todos los días y decía “¿hace falta algo? Si, hoy nos quedamos sin agua oxigenada”, y yo llevaba un agua oxigenada. Pero iba todos, todos los días. También iba al Hogar del Anciano, a la Clínica Punta Alta…, y así fui juntando, de a poco. Y bueno, en el año 2005 o 2006 la hija del señor Enrique Álvarez, que era la propietaria, me comunica que habían decidido poner en venta el edificio. Y les dije que si, pero estuve cinco años pagándolo, aparte de lo que tenía ahorrado. Ahí fue mi desahogo, ahí despegué”.

Para hacer crecer el negocio Javier además recurrió al ingenio para implementar algunas innovaciones, como la incorporación de un contestador automático, toda una novedad para la época. “Los turnos eran fijos en una época, entonces compré un radio grabador de los que usan los periodistas y tenía un cassette con cada día de turno.  Entonces vos llamabas al teléfono de la farmacia, se conectaba al grabador y te decía “hoy lunes tal farmacia de turno” y todos los días yo lo cambiaba al cassette, tenía uno para cada día. Y eso era moderno para la época, porque no existía, era como un contestador automático, pero era un invento casero. Y eso hacía que la gente siempre te llame, para saber quién estaba de turno”.

A través de todos estos años la Farmacia Argentina continuó creciendo de manera sostenida y supo ganarse un lugar importante en el seno de la comunidad, fruto del trabajo y el esfuerzo de sus dueños y sus empleados, quienes constituyen una gran familia. “Yo todas las mañanas agradezco, porque soy un bendecido, porque hago lo que me gusta, manejo mis tiempos, hay trabajo para cinco familias en la farmacia. Sobre todo, agradezco a mis padres y hermanos, por su constante apoyo en este camino recorrido, como así también los amigos y clientes más fieles. Sin ellos nada hubiera sido posible”, expresa Javier Mussini.

Hoy la farmacia cumple orgullosa cien años de trayectoria ininterrumpida en la ciudad y constituye, indudablemente, un retazo vivo de la historia de Punta Alta.

Por Lic. Fernanda Martel.

Fuentes

  • Nueva Época, 23 de agosto de 1923.
  • Los españoles en el Centenario de Bahía Blanca, Bahía Blanca, 1928.
  • Farmacia Argentina, en Boletín de la UCIAPA, Nº 194, julio de 2004.

Entrevistas

  • Laureana Calvo, 11 de junio de 2004.
  • Javier Mussini, 22 de mayo de 2023.

Citas

[1] Nueva Época, 23 de agosto de 1923.

[2] El dependiente idóneo es la persona que dispensa medicamentos y otros productos relacionados con la salud, la higiene y la cosmética. A diferencia del farmacéutico no puede preparar medicamentos y fórmulas.

[3] Los españoles en el centenario de Bahía Blanca, Bahía Blanca, 1928.

[4] Entrevista a Laureana Calvo, 11 de junio de 2004.

[5]Entrevista a Javier Mussini, 22 de mayo de 2023.[6] La Ley 17.565 regula el régimen legal del ejercicio de la actividad farmacéutica y en su artículo 14.c  establece que  la propiedad de la farmacia puede ser de una Sociedad en Comandita simple, formada entre profesionales habilitados y terceros no farmacéuticos.

Farmacia Argentina, 100 años.

3 pensamientos en “Farmacia Argentina, 100 años.

  • junio 21, 2023 a las 5:59 pm
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    Mis mejores deseos de feliz cumpleaños N*100 juro a los puntaltenses.

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  • junio 21, 2023 a las 6:46 pm
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    La Srta. Calvo era hija del HELADERO de la calle Irigoyen. (Que me esperaba, antes de cerrar que fuera a buscar el helado.) Digo heladero con mayúscula dado que para mí eran exquisitos . Después hubo competencia con GINO. Grandes amigos , Gino , y sus hijos. Si se Lee este mensaje abrazo grande para tu padre. No
    .

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  • julio 3, 2023 a las 6:01 pm
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    Javier un grande!!, ha trasmitido esa vocacion de servicio a los que trabajan con el y es un lugar imprescindible en Punta Alta. Gran abrazo!!

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