Desde siempre corrió el rumor de que existieron logias masónicas en Punta Alta, algunos testimonios de antiguos pobladores así lo afirman, y escasos documentos escritos lo confirman. Pero hay más preguntas que respuestas. ¿Quiénes fueron sus miembros? ¿Dónde se reunían? ¿Qué hacían? ¿Continúan en la actualidad? son varias de las preguntas que surgen, en torno a un tema que ya de por sí despierta curiosidad, desconfianza, respeto, como todo aquello que hunde sus raíces en lo secreto.
¿Qué es la masonería?
Puede decirse que se trata de una sociedad filosófica, filantrópica y progresista que procura perfeccionar a sus adeptos e iniciados, dentro del altruismo y la tolerancia. Su máximo objetivo es estimular el perfeccionamiento moral e intelectual de los hombres, buscando lograr la fraternidad universal. Los principios fundamentales que la rigen son la libertad, la igualdad y la fraternidad. Libertad de las personas y de las naciones, de pensamientos y de movimientos; igualdad de derechos y obligaciones de los individuos y grupos humanos sin distinción de religión, raza, sexo o nacionalidad; fraternidad entre todos los hombres y todos los pueblos.
Es por excelencia, además, una sociedad iniciática y secreta, organizada en logias o grupos discretamente reservados, que se rigen por determinados ritos y ceremonias, y presentan una simbología muy especial, generalmente relacionada con la geometría y la arquitectura, derivada del origen de la institución. Cabe aclarar, empero, que se trata de una institución legalmente constituida con personería jurídica, que en el caso de nuestro país le fue concedida en 1879, siendo conocidos sus fines por cuanto están enumerados en Estatutos aprobados por el Gobierno de la Nación y ampliamente difundidos en diccionarios, enciclopedias e incluso sitios web.
Un poco de historia.
Los primeros masones fueron los hombres dedicados a la construcción de catedrales góticas, como el propio nombre lo indica: maçon en francés, mason en inglés, significa “albañil”. En su origen, entre los siglos XII y XIV, fue un movimiento gremial mutualista de los constructores y albañiles, lo que pone en evidencia los tradicionales símbolos que desde siempre ha empleado la masonería: mandil (delantal) y, sobre todo, escuadra y compás. También su origen se refleja en la estructuración interna de la institución, en donde los miembros se inician como aprendices hasta llegar al grado de maestro.
A partir del siglo XV y con la decadencia de las construcciones góticas, estos gremios perdieron su función original pero continuaron existiendo como ámbitos de sociabilidad. Fueron admitiendo a quienes ellos llamaban “profanos”, es decir, a aquellas personas no pertenecientes al ámbito de la construcción, convirtiéndose gradualmente en sociedades fieles a unos ideales generales, tales como la fraternidad, la igualdad y la libertad. Finalmente, cuatro o más de estas logias se unieron en Londres el 24 de junio de 1717, para formar una logia general para Londres y Westminster que, en menos de seis años, llegó a ser la Gran Logia de Inglaterra.
Empapadas de principios liberales, las logias se establecieron muy pronto en las colonias americanas, generando profunda influencia en la independencia y constitución de los Estados Unidos. Por su parte, los masones de Francia intervinieron en la Revolución Francesa, que derribó al absolutismo bajo la consigna masónica de libertad, igualdad y fraternidad. En nuestro país, las primeras noticias de la hermandad masónica se remontan a fines del siglo XVIII, con la fundación, en 1795, de la Logia Independencia, de la que formaron parte la mayoría de los miembros de la Primera Junta. Ya en 1812, en Buenos Aires se formó la Logia Lautaro, de fines marcadamente políticos, en donde sus miembros juraban al ingresar trabajar por la libertad americana y profesar el dogma republicano. Don José de San Martín, Carlos María de Alvear y José Matías Zapiola, entre otros jóvenes militares, fueron sus integrantes. Muy pronto se le agregaron otras, constituidas durante el proceso de la organización nacional. El 11 de diciembre de 1857 se fundó la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, dando organicidad a las diversas logias, uniendo a las que actuaban en Buenos Aires y luego a éstas con las del interior del país. Durante el siglo XX, disidencias y discordias en los años 30 originaron el fraccionamiento de la Gran Logia, a la que se enfrentó, en 1935, el Gran Oriente Federal Argentino. Finalmente, en 1957 se produjo el reencuentro y la fusión de ambas, que continúa intacta hasta nuestros días.
La masonería en Punta Alta.
En Punta Alta el comienzo de la masonería estuvo dado a principios de siglo, con la fundación de la Logia Bernardo de Monteagudo 2da. “El 9 de mayo de 1904 se instaló en Punta Alta la augusta y respetable Logia Bernardo de Monteagudo 2da bajo los auspicios del Gran Oriente Argentino del Rito Azul, en un local de la calle Progreso“, se lee en el Gran Álbum de Punta Alta. Sus fundadores fueron siete masones con grado de Maestro, tal como lo indica la tradición: David Magdalena, quien ocupó el cargo de Venerable, Manuel Rey, Carlos Chadufaud, Casimiro Zambrano, Juan Grazan, Juan Junco y Donato Palladares. Posteriormente ingresarían a la logia Luis Alimonda, José Pedro Varela, Calixto Barbieri, Ramón Ayala Torales, entre los más conocidos.
Su taller, también denominado templo, funcionó primeramente en un local de la calle Colón (desconocemos la ubicación exacta) y luego se trasladaron a Luiggi al 100. Para 1915 dicha logia comenzó a contar con un órgano oficial, un “periódico de tamaño pequeño” llamado “El Infierno”, del que lamentablemente fue imposible dar con algún ejemplar. Lamentablemente a la fecha sólo hay datos sueltos acerca del devenir de esta logia. Hacia 1917, por causas desconocidas, se disolvió acordando entregar los muebles de su taller a la Liga Comercial y de Defensa Local en calidad de depósito, “dejando constancia en acta de que bajo ningún concepto podrían retirarse, a excepción de cuando se reconstituyera la lógia (sic) disuelta”. Los referidos muebles en 1919, en un confuso episodio, finalmente fueron retirados de la secretaría de la Liga, aunque la prensa local nada consignó acerca de los destinos de la logia.
Logia Zola Dreyfus.
En mayo de 1909 se instaló una segunda logia en Punta Alta, llamada Zola Dreyfus. Entre los iniciadores se encontraban cuatro ex integrantes de la primera logia: Felizardo Guiñazú, Berecondo Salcedo, Ángel Palacios y José Pedro Varela, a los que se sumaron Oscar Silva y los hermanos Masiod y Pedro Caram. Su taller, estaba ubicado en la calle 25 de Mayo al 600, que de acuerdo a la vieja numeración correspondía al Nº 360. Allí se realizaban las reuniones, llamadas tenidas, celebrándose además otras ceremonias como bautismos o casamientos, tal como lo consigna el bisemanario local Nueva Época, en 1917: “[…] nos es muy grato señalar el acto del reconocimiento conyugal que ante la Logia Zola-Dreyfus de esta localidad prestaron los jóvenes esposos Francisco Rubio y Teresa M. Rubio, el día ppdo. a las 9 p.m., después de haber contraído enlace civil en la tarde del mismo día […]”
Tras cumplir dos años de existencia, en el balance elevado a las autoridades de la Gran Logia en mayo de 1911, consta que el taller estaba compuesto por 40 miembros. Sin embargo, pocos meses después comenzaron a ser expulsados algunos integrantes (por falta de pago de las cuotas o por inasistencia a las tenidas) y otros solicitaron pase o directamente renunciaron. A la vez, las fuentes documentales revelan las dificultades económicas que atravesaban la logia, especialmente deudas en el pago del alquiler del local, y los problemas internos en relación a la administración de los recursos. Un par de años debieron solicitar a las autoridades de la Gran Logia la exoneración de las contribuciones anuales, lo que motivó que las autoridades designaran y enviaran en carácter de inspector a un masón de una logia de Bahía Blanca, para que inspeccione, haga un arqueo de caja y verifique la contabilidad.
Sin lograr recomponer su situación, progresivamente la logia fue perdiendo miembros, hasta que a fines de 1918 decidieron disolverla.
La Logia Profeta Nathán.
Gracias al inestimable testimonio oral de Julieta Barbieri, fallecida en 1999, es posible saber que en los años treinta existió en Punta Alta otra logia, denominada Profeta Nathán, cuyo Venerable Maestro fue su propio padre, Calixto Barbieri, recordemos, ex miembro y Venerable de la Logia Bernardo de Monteagudo 2da.
La logia se inscribió oficialmente a la Gran Logia de la Masonería Argentina del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, bajo el número 372, el 23 de junio de 1933. Tenía su taller en un local de la calle Luiggi al 100, en una casa de altos de principios de siglo, donde alguna vez funcionó el Colegio Sarmiento y hoy se halla una conocida disco bailable. En el interior del recinto, grandes columnas doradas, un estrado y largos cortinados de terciopelo negro denotaban su carácter masón. Diversos objetos, como un óleo del General San Martín presidiendo la Logia Lautaro, calaveras y espadas completaban el conjunto. Allí se realizaban, semanalmente, las tenidas, contando a veces con la visita de miembros de otras logias de la zona, como Estrella Polar, de Bahía Blanca, y Liverpool Argentina, de Ingeniero White.
Como auténtica sociedad iniciática, la incorporación de todo nuevo miembro se realizaba a través de una ceremonia especial. Al respecto, Julieta Barbieri cuenta: “Nosotros sabíamos, porque mamá nos contaba, que si por ejemplo vos querías hacerte masón tenías que pasar por una tenida blanca. La tenida blanca era una reunión que se hacía donde todos los caballeros, los hombres, iban vestidos de etiqueta, inclusive el que se iba a iniciar. Las esposas de los masones preparaban ramitos de azahar y se los colocaban en el ojal. El que se iba a iniciar tenía que pasar por una prueba de valor, con una espada. Entonces salía de entre unos telones de terciopelo negro un masón con la espada y entonces ahí tenía que entablarse la lucha y él demostrar si tenía valor y así quedaba iniciado ya como masón”. Luego de ser incorporado a la logia, comenzaba el aprendiz a adoctrinarse en los principios masónicos, a través de la asistencia a las reuniones regulares. En tales reuniones los hermanos vestían un atuendo especial representado por el mandil, similar a un delantal. “Era de badana blanca en la parte delantera, con ribetes rojos y un bordado central, también en rojo, de la escuadra y el compás. La parte trasera estaba realizada en raso negro con una calavera y dos tibias bordadas en blanco”, recuerda Julieta, que más adelante agrega: “A esta institución pertenecían casi todos los profesionales y comerciantes. Ayala Torales era masón… estaba el doctor Ismael Cartolano, el doctor Silbering, Mijanovich el odontólogo, Liberatore el escribano, Marcalain, es decir, casi todos los profesionales eran masones”. También integraban la hermandad los señores Eduardo y Carlos Alberto Vázquez, Elías Nelson, Higinio Gallegos, Papken Zovikián, José Cavada, entre otros, constituyendo, al decir del propio Carlos Vázquez, “un modesto taller donde nos reunimos una quincena de voluntariosos y bien inspirados obreros”.
Obras sociales y benéficas
“La logia era una institución de beneficio. Ellos por ejemplo sabían que tal familia necesitaba carne para los hijos, que necesitaba pan, en fin, entonces esta gente humilde, pobre, no sabían de dónde les llegaban las donaciones, y era la logia. La logia se había encargado de hablar con un carnicero, con un panadero, entonces le daban la nómina de las familias necesitadas”, cuenta Julieta. En efecto, al ser la masonería una institución filantrópica, era común que la logia local ayudase a las familias indigentes con la provisión de víveres, aunque siempre en la más absoluta reserva. También bregaban por la propagación de los ideales masónicos en el mundo profano, lo que sólo era posible con la participación de los hermanos de la orden en las diversas instituciones sociales y culturales. Al respecto, no puede ser más claro un documento, fechado en 1937 y atribuible a Carlos Vázquez, que afirma: “[…] Los destinos de un pueblo o de una institución profana que estuvieron en manos de hermanos masones siempre fueron rectos y dignos. La Masonería necesita el control de toda aquella organización profana por la cual puedan inculcarse sus principios de verdad, ciencia y justicia […] Debemos infiltrarnos en todas las manifestaciones de asociación profana para volcar en ellas nuestras doctrinas. Debemos señalar rumbos, implantar gobiernos, dirigir, controlar. En el orden local, las cooperadoras escolares, establecimientos de enseñanza y centros de difusión cultural, deben estar bajo nuestro control y gobierno […]” y luego agrega “El día 31 del ctte. a las 9 horas se realizará una Asamblea en la Biblioteca Juan B. Alberdi, en la cual se renovará totalmente su Comisión Directiva. Ningún masón debe faltar a ella para hacer triunfar una lista masónica. La Biblioteca Pública J.B. Alberdi no debe jamás caer en manos de profanos […]”. En este sentido, varios masones trabajaron desde un principio en pos de la fundación de esta institución cultural e incluso integraron, en julio de 1933, la primera Comisión Directiva, como el caso de Samuel Mijanovich, Benito Marcalain y León Silbering, que fueron elegidos presidente, vice y vocal titular respectivamente. Al tiempo, más miembros de la logia se incorporaron a la entidad, como Eduardo y Carlos Vázquez, Calixto Barbieri, Elías Nelson, Higinio Gallegos, etc., quienes ocuparon cargos diversos en las sucesivas comisiones electas.
De acuerdo al testimonio de Julieta Barbieri, se supone que la logia tuvo vigencia hasta los primeros años de la década del 50, cuando acabó por disolverse, aunque esto no está corroborado. Dice Julieta: “Papá falleció en 1950 y la logia siguió unos años más…”, sin poder precisar verdaderamente los destinos de la organización una vez desaparecida la figura de su padre. No obstante, cierto es que por ese tiempo comenzaron a correr algunos rumores acerca de la inclusión de los miembros de la logia en el seno de una institución de reciente constitución en la ciudad, el Rotary Club, fundado en 1952. Al margen de dicho rumor, sobre los verdaderos destinos de la masonería en Punta Alta no se halló testimonio directo o documento escrito que afirme algo al respecto. Bien podría ser que haya desaparecido o aún hoy siga celebrando sus tenidas y ritos secretos.
Por Prof. Fernanda Martel.
Fuentes:
- Martel, María Fernanda, “Masonería en Punta Alta” en Revista “El Archivo” Nº 10, mayo de 2004.
- Vecchi, Rodrigo Javier, “Los hermanos de la escuadra y el compás: La Masonería en Coronel Suárez”, Diario Nuevo Día, Edición Especial, 8 de julio de 2004.
- Martel, María Fernanda, “La logia Zola Dreyfus de Punta Alta”, en Revista “El Archivo” Nº 32, noviembre de 2014.
que buen informe. muy interesante.
Aunque conocí a muchos de sus integrantes y de chica oí hablar de la masonería nunca supe que realmente había existido. Muy interesate la nota de la masonería en Punta Alta.
Muy interesante todo el informe. Por lo visto los miembros eran profesionales, muy reconocidos en Punta Alta. Me gustaría saber si tuvieron alguna relación con las autoridades de la Base Naval, tanto de connivencia o de enfrentamiento.
Muy completo informe. Hice uno similar pero originado desde la necropolis y luego la ciudad (San Antonio de Areco).
Consulta: han investigado la simbologia funeraria en las tumbas de las personas nombradas en el articulo.
Quisiera confirmar la pertenencia a la masonería de punta alta provincia de buenos aires, de mi abuelo paterno Pedro Gugliotta. Como guía podríamos ubicarlo por el 1910.